novenas - SIEMPRE CONFESARE QUE DIOS ES MI PADRE
 

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CONCLUSIONES



SIEMPRE CONFESARÉ QUE DIOS ES MI PADRE

GRACIAS SEÑOR

 

¡Gracias Señor por todo cuanto me distes en el año que termina y el venidero!

 

¡Gracias por los días de sol y los nublados tristes, por las tardes tranquilas y las noches oscuras.

 

¡Gracias por la salud y por las enfermedades, por las penas y las alegrías; por lo que no entendí  y me alejaron de ti. ¡Gracias por todo lo que me prestaste y luego me pediste.

 

¡Gracias por la sonrisa amable y por la mano amiga. Gracias por el triste que se volvió mi enemigo.

 

¡Por el amor, por todo lo hermoso, y por todo lo dulce, por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños y de las almas buenas. Por el desamor, por lo feo y lo amargo.

 

¡Gracias por la soledad, por el trabajo y por las inquietudes, por las dificultades y las lágrimas, por todo lo que me acercó a Ti.  ¡Gracias por haberme conservado la vida y por haberme dado techo, abrigo y sustento.

 

¡Gracias Señor, Gracias Señor, Gracias Señor, Gracias Señor por todo lo que no entendí o no comprendí. ¡¿Qué nos traerá el año que empieza? Tu amor, tu misericordia, tu perdón y tus bendiciones. Pruebas que tú permitirás  pero a nuestro lado estarás.

 

 Lo que tú quieras Señor, te pido fe para honrarte en todo hasta la eternidad, esperanza para no desfallecer y caridad para amarte cada vez más en el prójimo y para hacerte amar de los que me rodean, dame paciencia y humildad, desprendimiento y generosidad. Y sobre todo llena mí corazón de amor para ser un embajador tuyo, para llevar tu evangelio según sea tu voluntad.

 

Dame Señor, lo que tú sabes que me conviene, y yo no se pedir, que tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas, y que me halle siempre dispuesto a hacer tu santa voluntad.

Dame Señor la voluntad para rezarte y amarte y alabarte, para pedirte y darte, para reír y llorar, para rezar por el amigo y el enemigo.

 

Derrama Señor Tu Gracia sobre todos los que amo y los que no amo y concede tu paz al mundo entero. Así sea. Gracias Señor. Derrama Señor sobre el mundo tu amor, caridad, bendiciones, que en todos los hogares brote la conversión como ramilletes de flores para alabarte y bendecirte.

 

Derrama Señor la prosperidad, el abrigo y el alimento sobre toda la tierra, para que no haya pobreza, frío y hambre. Derrama tu divina misericordia como cae la nieve sobre la humanidad.

Gracias Señor, Amén

 

Testimonio

 

¿Católica?, he sido un témpano de hielo, he sido con el agua y en ocasiones tibia, he ido a misa y rezado a la fuerza, cuando llegaba Semana Santa sufría por tener que rezar los 33 credos, no he sido buena para rezar. Al ir creciendo, mi fe iba creciendo y a la vez disminuía, porque solo cumplía con una regla impuesta; las pruebas me han dominado y he culpado a Dios, hasta hoy día a través de una charla que impartió una compañera pude comprender porque de las pruebas.

 

Cuando era joven me llamaba la atención todo lo religioso, pero torcí mi camino, escogí el terrenal. Llegue a conocer gente muy especial,  al Padre Pool, Párroco de la Iglesia de la Merced, de Dios Goce; donde realice varios cursos y aún cuando mi hijo nació, seguí el camino, para mi era un orgullo escuchar a mi hijo predicar con tan corta edad.

Realice varios cursos en la Iglesia de San Antonio de Patarra al lado del Párroco Padre Pito, de Dios goce.

 

Fui catequista durante 15 años en la Parroquia de los Desamparados, ha sido una experiencia muy bella porque a través de la enseñanza a los niños, aprendí a conocer más de Dios. Le entregue al Señor mis mejores años, y vivía una unión tan hermosa  con Dios, que no supe en que momento el enemigo me la robo. El enemigo lastimó mi ser, día a día,  en donde duele y me aleje de Dios, pero  en el fondo de mi corazón había una llamita prendida, a pesar que no quería dar el brazo a torcer.

 

Las pruebas llegaban como  la nieve; no  veía el sol; el dolor, el rencor y hasta el odio nacían como pasto.  Culpaba a Dios de todo,  mi fe se fue, solo llanto y dolor tenía en mi corazón, hasta tome la decisión de matarme; porque puse ídolos terrenales y entre más me lastimaban más odiaba a Dios, no deseaba oír hablar de religión, pero ante la gente fingía lo que no era. Mi corazón, mi mente, mis huesos estaban carcomidos y mi carne podrida, fui lastimada por compañeros y hasta por mis jefes, pero a pesar de todo Dios no me abandono.

 

He realizado varias jornadas, nuevamente la Jornada en el Hospital San Juan de Dios, eso me ha renovado, pero aún me faltaba más, realice una Jornada de Vida Cristiana en la Parroquia de Desamparados y espero seguir ahí, el enemigo me ha enviado  pruebas de toda clase, pero esta vez le pido al Señor que ese amor que él me tiene, me cubra con su sombra para no volver alejarme, sino que me fortalezca y a pesar de los vientos no me suelte, que esas huellas en el camino, sean las que marca conmigo que me alce como un niño y sane mis heridas del camino.

 

Que esas pruebas sean la unión entre yo – Dios – Hijo - Espíritu Santo. Que me ayude en las enfermedades si desea sanarme, bien, si no que me ayude a sufrir el dolor, que las pruebas alivianen mi mente y mi corazón y como Job soporte con paciencia y le responda con un verdadero amor.

 

Señor, mi Dios, soy un vil gusano, que solo te ha buscado como un curita en mis necesidades.  Pero hoy quiero proclamar que te amo, te  respeto y necesito de ti, hasta el fin de mi vida.

 

Con mi corazón contricto y humillado te pido en el Nombre de tu Hijo Amado nuestro Señor Jesucristo, me conduzcas por el camino hacia ti, junto a mis familias: muertos y vivos, nos perdones los pecados que cometimos por ignorancia como por conocimiento.

 

Que el abismo de tu divina misericordia y la hermosura de tu amor nos libren de todos los enemigos de nuestra fe y tus Ángeles custodios nos protejan día a día hasta llegar a ti.

 

Inunda el mundo de tu amor, libra al ser humano de todos los enemigos que los pervierten y los alejan de ti, que sobreabunden los sacerdotes y líbralos del enemigo, que sobreabunde el abrigo, el techo y el alimento y los líderes sean más humanos, que el dólar y el euro no gobierne el mundo.

 

 Estabiliza la economía mundial para que siempre haya empleo, comida y abrigo en todos los hogares. 

 

 

QUE SEA TU VOLUNTAD, SEÑOR, DIOS DE LOS CIELOS Y LA TIERRA.

 

Mis testimonios a través de las novenas.

 

v      Dios Padre nos dice a través de la palabra, que todo lo que pidamos a través de su Hijo Jesucristo, nos lo dará.

v      Cuando rezamos le pedimos a Jesús, nos conceda….,

v      Jesús solicita a Sor Faustina su ayuda con la Divina Misericordia.

v      Los Santos son seres humanos que vivieron y compartieron sufrimientos.

v      Las novenas son transmitidas a los Santos por Jesús, María.

v      Recurro a las Novenas, porque son intercesores de nuestras necesidades ante Dios.  Y pido a Dios en nombre de su Hijo Amado Nuestro Señor Jesucristo.

 

-Un día una señora evangélica se enfermo porque ella trato de llamar la atención de sus hijos: deprimiéndose, enfermedades ficticias y exámenes y nada lograba reanimarla. Sus allegados estaban aburridos de ella.  Le prometí a la Virgen María una novena para que le envíe un ángel y le hablara. Así fue, fue visitada por un sacerdote que la volvió a la vida.

 

- Mi compañera Blanca un sobrino tuvo un accidente y pego con un árbol, se destrozo su cara y el señor estaba muy delicado, le ofrecí a la Virgen una novena para que lo sanara y lo rescatará de la muerte y hoy día el señor esta vivo, perdió un ojo.

 

-Mi hijo compro un carro en un negocio de vehículos, para trasladarse a su trabajo, en un reten de la policía le quitaron el vehiculo, indicándole que la pared de fuego estaba craqueada, los abogados no aceptaron y otro solo iba a ver y el juicio ya estaba decretado, realice la novena de la Divina Misericordia, del Señor de los Milagros, del Padre Pío, repartí novena con rosarios de un misterio. Un día al llegar a casa, mamí lloraba porque el juez decreto destruir el carro, devolviéndole a mi hijo solo el motor, pero yo lo único que manifesté era tener fe en Dios, que él se lo devolvería porque él lo dio, contactamos un abogado y con dos escritos hoy tenemos el carro entero. Y así fue Dios nos devolvió el carro.

 

-Por problemas económico, he realizado la Novena la Prosperidad, la de San Expedito. Igual reparto novenas con rosarios de un misterio, y a la fecha vamos bien. Mis compañeras de jornadas han tenido problemas con sus hijos y gracias a San Expedito han vuelto a casa y han dejado de agredir a sus madres.

 

-La esposa de mi sobrino tuvo una pérdida de gemelos, embarazo de alto riesgo, en semana santa repartimos novenas con rosario y hoy día  tenemos un bebe Ian Gabriel, gracias a Dios nació el 26 de enero 2010.

 

-Una compañera de Jornadas manifestó tener que entregarse a las autoridades por ser condenada a 5 años, solo tenía unos días para poner todo en orden en su casa.  Realice la novena de San Expedito, para que una puerta se le abriera y así fue, estando con su esposo en un lugar recreativo la llamaron para que se presentara y sacara copias del expediente y tres abogados y el suyo estaban defendiéndola, Dios hizo su obra.

 

 

 

LA PROMESA

Le ofrezco a la Santísima Trinidad, Santísima Virgen María, Santos - Santas, Ángeles y Arcángeles; repartir este DVD de Novenas, el rosario, trisagios y un poquito de historia y algo más,  para solicitar su intercesión  por las siguientes peticiones:

*      Ayúdame  a salir de mis problemas económicos, a cancelar el Banco, que cada mes tenga el dinero para cancelar, que el negocio de mi hijo venda bastante.

*      Por mi sobrina Cristy para en el nombre de tu Hijo Amado Nuestro Señor Jesucristo, sane su vientre y pueda tener un bebe.

*      Por mi hermano Johnny que esta siendo víctima del enemigo, tratando de destruir su hogar y su familia, que tenga paz, amor  a sus hijos, que no los agreda más.

*      Por empleo para mis sobrinos: Henry, Johnny y Carol.

*      Por los estudios de mis sobrinos – as, que ganen los años.

*      Para los que tienen empleo que Dios se los proteja de los enemigos.

*      Por mi hijo Rafael Alfredo, para que tenga prosperidad en su negocio, se alejen sus enemigos del cuerpo y del alma.

*      Por la sanación de Doña María Eugenia (Gladys) y Victoria con su problema del hígado, sean sanadas en el nombre de Nuestro Señor Jesús que vive y reina junto a ti mi Dios Padre; por el cáncer de hueso de doña Marisol Juárez que tú precioso sangre mi Señor Jesús la sane.

*      -Y lo hago por ti, que necesitas ayuda, tú sabes: cómo, cuándo, dónde buscar esa ayuda, EL te espera con los brazos abiertos solo entrégale tu corazón.

*      Dios nos ayude a través de Jesús, María y los Santos, que son nuestros intercesores.

*      Creo en ti Señor, porque tú promesa dice que todo lo que pidamos en el Nombre de tu Hijo amado Nuestro Señor Jesucristo tú lo darás en un 100%.

*      que  a través de esta promesa, tengo alguien que intercede por mí ante Dios. De él viene la respuesta. De él viene todo.

*      No nos abandones Señor, necesitamos de ti, nosotras María Eugenia, Victoria y Flory, Marisol, en lo profundo de nuestro corazón, está el miedo, la duda, el dolor, la desesperación, el temor a lo desconocido, pero nos ponemos en tus manos misericordiosas y en ese amor tan inmenso que hay de ti para nosotras, te pedimos fe para no desfallecer, esperanza en el temor, caridad, misericordia, paz, tómanos de las manos y como niños no nos sueltes,  te necesitamos, arrúllanos en tus regazos, ayúdanos a cruzar ese mar de pruebas, que sea tu voluntad, pero no nos dejes hundirnos, Señor, ten piedad y misericordia y que ese abismo de amor reine en tu corazón por nosotras. Amen.

*      Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los Ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de tú gloria. Hosanna en el cielo, Hosanna en la tierra, bendito el que viene en el nombre del Señor. Amén.

LA ORACION

 

1. ¿Qué es la oración?

 

Orar es elevar el pensamiento hacia Dios.

Para alabarle y darle gracias, para suplicarle perdón y pedirle su ayuda, para contarle preocupaciones y alegrías.

Conversar.

También es oración elevar el pensamiento hacia la Santísima Virgen, los ángeles y los santos.

 

2. ¿Modos de hacer oración?

  • Oración vocal, donde se habla con Dios utilizando las palabras que han empleado los santos, por ejemplo, el padrenuestro y el avemaría.
  • Oración mental, donde uno se dirige al Señor usando las propias palabras.

3. ¿Hay otros modos de oración?

 

También se puede ofrecer a Dios el trabajo y demás ocupaciones (podría llamarse oración manual pues se eleva al Señor el trabajo que las manos realizan).

 

Igualmente, se puede presentar a Dios los sacrificios y esfuerzos de cada día, y esto puede llamarse oración de los sentidos porque se eleva al Señor el dolor de los sentidos.

Ambos casos son oración mental revalorizada con obras.

4. ¿Consejos para una oración mejor?

Para orar mejor conviene dirigirse a Dios con humildad y confianza, con fe, perseverancia y docilidad.

En definitiva, sabiendo con quien hablamos.

También es necesario el esfuerzo de recoger el pensamiento de posibles distracciones, y para esto puede ayudar un libro espiritual.

5. ¿Conviene prever un tiempo fijo de oración?

Conviene dirigirse a Dios en cualquier momento pero también es necesario prever un tiempo diario para la oración como suele hacerse con los asuntos importantes.

6. ¿Es importante la oración?

Dirigirse a Dios es un honor propio de los ángeles y los santos del cielo.

En la tierra:

  • Una necesidad, pues los hombres precisamos del perdón y de la ayuda divina que solicitamos en la oración.
  • Una obligación, porque las criaturas debemos alabar y dar gracias al Creador y esto se hace dirigiéndose a Él en oración.
  • Una inclinación, pues nuestro corazón ansía acercarse más y más a Dios.

7. ¿Cuánta oración debe hacer?

 

Varía mucho de unas personas a otras.

Por ejemplo, un cristiano que comienza su vida espiritual puede empezar con oraciones breves o jaculatorias y poco más.

Pero un cristiano que ama a Dios no se conforma con poco y dedica al menos media hora diaria a la oración.

Por ejemplo, muchas familias cristianas rezan el rosario, meditan los evangelios, oran por la noche, etc.

8. ¿Habla Dios en la oración?

Sí; pero su voz no se escucha con los oídos sino que se nota en los buenos deseos del corazón.

9. ¿El uso de imágenes facilita la oración?

Depende de cada persona. Normalmente dirigirse a Dios teniendo delante una imagen piadosa suele ayudar a centrar la atención, y facilita que surjan buenos sentimientos y deseos. Por esto, en las iglesias suele haber abundantes imágenes devotas.

10. ¿Se recomienda hacer la oración delante del sagrario?

Es un lugar muy recomendable para rezar, pues allí está realmente presente Jesucristo, y con Él se desea hablar.


¿Cual es el verdadero sentido de la oración? Orar

"El fruto del silencio es la oración.

El fruto de la oración es la fe.

El fruto de la fe es el amor.

El fruto del amor es el servicio.

El fruto del servicio es la paz.Madre Teresa”

El sentido de la oración es el ámbito de la experiencia, contacto entre dos personas, relación de actitudes, verdadera presencia mutua, convivencia personal, existencia activa, comunicación de amor.

La oración es comunicación con Dios y yo debo estar seguro de ello; la oración con Dios debe ser como la relación de una pareja que realmente se quiere, en pocas palabras la oración es una relación íntima y personal con Dios, donde hablamos de un autentico amor.

A la hora de orar existen unos condicionamientos que debemos tener en cuenta, estos son:

1.       mi oración debe estar integrada en la vida

2.       mi oración debe tener una conciencia comunitaria

3.       mi oración debe responder a una necesidad

 Podemos integrar la oración en nuestra existencia hasta convertirla en una necesidad. Mejor, hasta descubrir que es una necesidad para nuestra persona.

Algo que se bebe tener muy en cuenta, es que a la hora de entrar en un dialogo con Dios debo presentarme tal y como soy, no tratar de presentarse con una personalidad, pues ninguna relación valida puede establecerse entre un yo falso y Dios.

 Algunas decisiones prácticas.

  1. La oración esta en la dinámica del amor. Es una experiencia nueva e inédita que se vive cada día de un modo distinto.
  2. Integra la oración en tu vida como una necesidad, a la que no te puedes sustraer.
  3. Vive la plenitud del mundo, las angustias y los gozos de tus hermanos en la oración.
  4. No temas las exigencias de Dios. Fíate de una vez para siempre, tal como eres y tal como estás en la plenitud de tu verdad.
  5. Aprende la técnica de oír, de escuchar y practicar. Será el inicio de avanzar, de que vas penetrando en esa amistad, y surge un nuevo mundo. Es el que vives, pero con una lectura nueva, deslumbrante.
  6. Vive el aquí y ahora de tu vida en oración. En esta situación y en este momento él esta revelando, y te dice algo en el acontecimiento, en lo cotidiano, en el encuentro, en tu caída, en tu éxito, en tu fracaso, en tu duda… déjate interpelar aquí y ahora por alguien que te ama.

El cuerpo templo de oración

         Así como el cuerpo esta cubierto de piel… músculos… corazón… así somos nosotros cuerpos y almas cubiertos en la bondad de Dios. El cuerpo que tenemos es un lugar desde el cual podemos entrar en contacto con Dios por medio de la oración.

La manera en la que nos relacionamos con nuestro cuerpo afecta profundamente nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes, nuestras oraciones y nuestra vida. Si despreciamos alguna parte de nuestro cuerpo, por pequeña que esta sea, daña la totalidad de nuestro ser.

La atención a nuestro cuerpo es una parte integral de nuestra vida espiritual. La postura, la respiración, los movimientos, los gestos, la ropa, afectan nuestra oración. Pero a través de la disposición de nuestro cuerpo desarrollamos una percepción de nuestra vida interior que nos ayuda a aceptar y a discernir la presencia divina.

  1. Posturas estacionarias, tales como pararse, sentarse, arrodillarse, y acostarse, nos ayuda a orar. Para poder sentarnos, podemos quitarnos los zapatos y utilizar una esquina y/o un tapete para orar. En el caso de la oración sostenida o continua, es recomendable permanecer sentado. Hay que sentarse con la espalda recta, con el cuerpo relajado y con los pies en el piso, en una silla cómoda o en una banca para poder permanecer alertas y atentos al espíritu. Los ojos cerrados, o fijos en un punto. Es útil permanecer quietos. El movimiento puede distraernos.
  2. Los gestos significativos, también nos pueden ayudar tales como tocar, sonreír, estrechar las manos, encender una vela, y hacer posturas sencillas con las manos.
  3. Un buen método para lograr una mejor concentración a la hora de orar es realizar algunos ejercicios de respiración y tratar de escuchar todos los sonidos que están a mí alrededor.

Otros modos de orar con el cuerpo lo enseña Santo Domingo:

  •       Inclinando la cabeza
  •       Recostarse boca abajo
  •       De rodillas
  •       De pie
  •       De pie con las manos juntas
  •       De pie con los brazos abiertos
  •       De pie con las manos levantadas
  •       Con la lectura sagrada
  •       Orando en el camino, en el trabajo, en las labores.

Tipos de oración

 

 

La oración de petición:

 

Mediante la oración de petición se muestra la conciencia de la relación con Dios; por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro padre. La petición ya es un retorno hacia Él y un camino que nos une a nuestros hermanos por quienes también pedimos.

 

 

La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (el publicano: “ten compasión de mi yo soy pecador”, Lc 18, 13) es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve la luz de la comunión con el padre y su hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (Jn 1, 7-2, 2): entonces “cuando pidamos lo recibimos de él (1 Jn 3,22). Tanto la celebración de la eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón.

 

 

La oración de intercesión:

 

La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el único intercesor ante el padre en favor de todos los hombres. (Rm 8, 34; Jn 2, 1; 1 Tm 2, 5-8). Es capaz de salvar perfectamente a los que por él llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor (Hb 7, 25). Él propio espíritu santo intercede por nosotros. (Rm 8, 26-27).

 

Interceder, pedir favor de otros, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la iglesia, la intercesión cristiana participa de la de cristo: es la expresión de la comunidad de los Santos. En la intersección, el que ora busca “no su propio interés sino el de los demás” (Flp 2, 4), hasta rogar por los que le hacen mal.

 

La intersección cristiana no conoce fronteras: “por todos los hombres, por todos los constituidos en autoridad” (1Tm 2,1), por los perseguidores (Rm 12,14), por la salvación de los que rechazan el evangelio...” 

 

 

La oración comunitaria:

 

Para que haya oración comunitaria no basta que se unan varias personas a orar. Es necesario que se constituya un sujeto común de oración compartida por todos. Que, al invocar puedan decir en verdad <<nosotros>> sin que nadie quede aislado. El mismo hecho de consagrarse, el compartir los mismos sentimientos de fraternidad y el modo de realizar la oración han de expresar este deseo de dejarse animar por el único y mismo espíritu que habita en ellos (Rm 8, 26) nunca esta oración se ha de convertir en cenáculo cerrado. Seria una contradicción.

 

La oración comunitaria no necesita seguir una estructura ni una fórmula litúrgica fija. Se puede compartir el silencio ante Dios o escuchar juntos su palabra de múltiples formas. Se puede utilizar oraciones preparadas o suscritas espontáneamente, otras. Se puede recitar una oración todos juntos o alternarla en dos coros. Se puede rezar salmos o cantar. Lo importante es que la oración este al alcance de todos, que se evite el intimismo, que no se caiga en la rutina y que la oración nazca espontáneamente de la fe y de la vida del grupo. Esta oración no es solo expresión de la comunidad, sino un medio precioso para robustecer la vida comunitaria en el seno de la iglesia.  

 

 

La oración de la iglesia es personal y comunitaria, porque el ser humano es por naturaleza, individual y social y toda oración cristiana por su misma esencia de acto relacional, de amor, es siempre personal; de lo contrario se convierte en un rito o en un acto en el que solo queda implicada la memoria y los labios, con lo cual deja de ser un acto humano. Como acto humano es individual y social o comunitario por lo que es la iglesia comunidad de oración, donde el creyente está llamado a vivir la unidad con el padre a través del hijo en la vivencia del espíritu.

 

 

 

 

Guías para aprender a orar

 

Lo primero: es querer orar.

 

Lo segundo: es buscar un espacio personal. Un ambiente externo que ayude el silencio, al encuentro, un silencio interno que me ayude a concentrarme, a centrarme en mi interior. Para orar tengo que ir a la soledad.

 

Lo tercero: soy consciente de mi mismo. Con otra expresión: me concentro, intento tomar conciencia de mí, de saberme aquí y ahora, de estar presente, atento, despierto, vigilante, totalmente, todo entero. Sereno de mí ser. Sereno de mi mente, mi corazón, mi afectividad, mi voluntad, mi cuerpo, mi espíritu, mi alma. Me pacifico.

 

Lo cuarto: es soy consciente de Dios. Tengo claro que Dio está presente. Que Dios, en Jesús, está en mí. Que mi vida esta en la suya y la suya en la mía.

 

Lo quinto: es hacer encuentro. Yo estoy presente con mi pobreza, con mi barro. Estoy pobre, humilde, vacío. Estoy presente lleno de esperanza, lleno de ternura y cariño por El. Estoy presente y sé que El es mi origen, mi guía mi meta. Estoy presente y me olvido de mí. Pongo los ojos en su don, que es Jesús estoy presente en su presencia. Y El lo es todo para mí.

 

Un sexto: paso es abandonarse a la acción del espíritu santo. Es muy importante tener conciencia de que quien ora en el encuentro con Dios es el espíritu de Jesús. Y que el nos va a conducir a Jesús. Y que el despertara nuestro corazón a Dios. Y que el realizara en nosotros las maravillas que Jesús hizo por nosotros. Y que el nos tocará el corazón con la palabra, con el silencio, con el sentimiento, con algo que el nos trae a la mente, con la conciencia de que somos pecadores, con la alegría de que Dios es nuestro padre.

 

Un séptimo: paso es centrarse en Jesús. Es lo esencial de la oración. Es la única oración cristiana. Es esencial porque la oración es encuentro, es dialogo, es presencia. La oración es la experiencia de Dios en Jesús. En Jesús y solo en Jesús.

 

Un octavo: momento es agarrase a la palabra de Dios. Ella es el soporte de la oración. Ella es quien alimenta la fe del orante. Ella es quien hace presencia de Dios. Ella es quien nos introduce en el misterio de Dios. Ella es quien nos revela a Jesús. Ella es quien nos ora.

 

Un noveno: momento será el de pedir ayuda y agradecer. Pedir ayuda al espíritu de Jesús para cambiar de vida. El de contar con la fuerza del espíritu de Jesús para que todo lo que en la luz y paz se haya visto en la oración, ahora se lleve a la vida con fuerza y paz. Y agradecer por los dones y bendiciones que me concedió en ese dialogo de hijo a padre.

 

Como décimo momento será el del compromiso. Oración que no cambie la vida no es oración. Oración que se quede en mero sentimiento o idea, será otra cosa, pero no oración cristiana. La oración cristiana tiende siempre a la conversión del orante. Y convertirse en cristiano no es ir asumiendo en la propia vida el estilo de vida de Jesús.

 

Lectura de Dios: LECTIO DIVINA

  La lectio divina es el mejor método de lectura-oración-reflexión que tiene la iglesia para poder conocer, profundizar y vivir la palabra de Dios. Es un método que favorece el encuentro personal y comunitario con el señor por medio de su palabra. Es una metodología que ayuda a conocer el texto, a gustar de el, a reflexionarlo, a encuentra a Dios en el y a dejar que el señor nos hable e ilumine nuestra vida por ese medio.

 

Pasos.

  Lectio (lectura): primero que todo, antes de comenzar a leer debemos pedirle al espíritu santo que nos ilumine para así comprender el mensaje que Dios nos tiene en el texto. Este es el primer paso de la lectio divina, consiste en leer y releer el texto de la Biblia, identificando los personajes, la acción, los símbolos, las palabras claves. Tener en cuenta en que época se sitúa el texto.  Aquí no hay prisa, es gustar de la palabra para conocer al señor que nos habla por medio de ella.

 

       Meditatio (meditación): Debemos colocarnos en los zapatos del personaje: ¿Qué nos quiere decir Dios por medio del texto?, esta reflexión pretende ver la riqueza del texto y buscar entre todos el mensaje y la actualidad de dichas enseñanzas para nosotros hoy, aquí y ahora.

 

        Esta actitud de rumiar el texto tiene como finalidad el descubrir el mensaje que la palabra encierra para mi en el hoy: es un dialogo entre lo que Dios me dice en su palabra y mi vida El texto así adquiere actualidad y se convierte en un mensaje para mi. Nos podemos preguntar. ¿Qué me dice el texto en mi situación personal?

 

       Contemplatio (contemplación): es la oración totalmente gratuita, desinteresada, donde simplemente buscamos conocer al señor y estar con él, mirándolo, aprendiendo su estilo, su manera de ver las cosas, de actuar, para imitarlo, para vivir como él lo hizo, para ser como el.

 

       Colocarse al lado de Jesús, o de los personajes, y ver lo que hacen, oír lo que dicen, mirar sus gestos y reacciones. Principalmente mirar a Jesús, mirarle a los ojos, ver como se manifiesta, como es, como está, que hace, lo que siente, como reacciona, sus actitudes, sus gestos.

 

        Algo muy importante es darse un tiempo de silencio para escuchar lo que el señor inspira, dejar que el señor se revele en la profundidad del silencio.

 

       Oratio (oración): este es el momento propio del encuentro personal e íntimo con el señor, es el momento de la oración.

 

       Después de haber escuchado la palabra, de haber reflexionado, conocido por dentro, de haber participado en el pasaje y de haber conocido a Jesús o a los personajes, después de escuchar al padre, por medio de la palabra, ¿Qué le digo?, ¿Qué tengo en el corazón que me gustaría expresarle al señor? Después de haber conocido y visto su revelación o manifestación, ¿Qué dejo el texto en mi y que me inspira a manifestarle al señor?, lo que siento, lo que necesito, lo que me tocó. Es importante que las oraciones sean dirigidas directamente al señor, para que no resulte un comentario, sino un dialogo de corazón a corazón con el padre o con Jesús, o con el espíritu Santo.

 

       Actio (acción): es el momento de llevar a la practica lo Dios ha puesto en mi en este encuentro.

 

        El actuar es una parte que nos quiere recordar que la palabra debe ser vivida, llevada a la práctica. Jesús nos dice: bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en practica (Lc 8,21; 11, 28). Después de este encuentro con la palabra y con el señor por medio de ella, no puedo salir igual, no puedo tener la misma forma de vida, algo debe cambiar en mi vida.  

LAS ORACIONES PARA OBTENER DE DIOS LA CURACIÓN

El anhelo de felicidad, profundamente radicado en el corazón humano, ha sido acompañado desde siempre por el deseo de obtener la liberación de la enfermedad y de entender su sentido cuando se experimenta.

La enfermedad se entiende como medio de unión con Cristo y de purificación espiritual y, por parte de aquellos que se encuentran ante la persona enferma, como una ocasión para el ejercicio de la caridad. Pero no sólo eso, puesto que la enfermedad, como los demás sufrimientos humanos, constituye un momento privilegiado para la oración: sea para pedir la gracia de acoger la enfermedad con fe y aceptación de la voluntad divina, sea para suplicar la curación.

La oración que implora la recuperación de la salud es, por lo tanto, una experiencia presente en toda época de la Iglesia, y naturalmente lo es en el momento actual. Lo que constituye un fenómeno en cierto modo nuevo es la multiplicación de encuentros de oración, unidos a veces a celebraciones litúrgicas, cuya finalidad es obtener de Dios la curación, o mejor, las curaciones.

 

En algunos casos, no del todo esporádicos, se proclaman curaciones realizadas, suscitándose así esperanzas de que el mismo fenómeno se repita en otros encuentros semejantes. En este contexto a veces se apela a un pretendido carisma de curación.

Semejantes encuentros de oración para obtener curaciones plantean además la cuestión de su justo discernimiento desde el punto de vista litúrgico, con particular atención a la autoridad eclesiástica, a la cual compete vigilar y dar normas oportunas para el recto desarrollo de las celebraciones litúrgicas.

 I. DOCTRINA
 Enfermedad y curación: su sentido y valor en la salvación

"El hombre está llamado a la alegría, pero experimenta diariamente tantísimas formas de sufrimiento y de dolor". Por eso el Señor, al prometer la redención, anuncia el gozo del corazón unido a la liberación del sufrimiento (cf. Is 30,29; 35,10; Ba 4,29).

En efecto, Él es "aquel que libra de todo mal" (Sab 16, . Entre los sufrimientos, aquellos que acompañan la enfermedad son una realidad continuamente presente en la historia humana, y son también parte del profundo deseo del hombre de ser liberado de todo mal.

Pero la enfermedad se manifiesta con un carácter ambivalente, ya que por una parte se presenta como un mal cuya aparición en la historia está vinculada al pecado y del cual se anhela la salvación, y por otra parte puede llegar a ser medio de victoria contra el pecado.

En el Antiguo Testamento, "Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal".  Entre los castigos con los cuales Dios amenazaba al pueblo por su infidelidad, encuentran un amplio espacio las enfermedades (cf. Dt 28, 21-22.27-29.35). El enfermo que implora de Dios la curación confiesa que ha sido justamente castigado por sus pecados (cf. Sal 37[38]; 40[41]; 106[107], 17-21).

Pero la enfermedad hiere también a los justos, y el hombre se pregunta el porqué. En el libro de Job este interrogante atraviesa muchas de sus páginas. "Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo. La figura del justo Job es una prueba elocuente en el Antiguo Testamento… Si el Señor consiente en probar a Job con el sufrimiento, lo hace para demostrar su justicia. El sufrimiento tiene carácter de prueba".

La enfermedad, aún teniendo aspectos positivos en cuanto demostración de la fidelidad del justo y medio para compensar la justicia violada por el pecado, y también como ocasión para que el pecador se arrepienta y recorra el camino de la conversión, sigue siendo un mal. Por eso el profeta anuncia un tiempo futuro en el cual no habrá desgracias ni invalidez, ni el curso de la vida será jamás truncado por la enfermedad mortal (cf. Is 35, 5-6; 65, 19-20).

Sin embargo, es en el Nuevo Testamento donde encontramos una respuesta plena a la pregunta de por qué la enfermedad hiere también al justo. En su actividad pública, la relación de Jesús con los enfermos no es esporádica, sino constante.

Él cura a muchos de manera admirable, hasta el punto de que las curaciones milagrosas caracterizan su actividad: "Jesús recorría todas las ciudades y aldeas; enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 9, 35; cf. 4, 23). Las curaciones son signo de su misión mesiánica (cf. Lc 7, 20-23). Ellas manifiestan la victoria del Reino de Dios sobre todo tipo de mal y se convierten en símbolo de la curación del hombre entero, cuerpo y alma. En efecto, sirven para demostrar que Jesús tiene el poder de perdonar los pecados (cf. Mc 2, 1-12), y son signo de los bienes salvíficos, como la curación del paralítico de Bethesda (cf. Jn 5, 2-9.19.21) y del ciego de nacimiento (cf. Jn 9).

La primera evangelización, según el Nuevo testamento, fue acompañada de numerosas curaciones prodigiosas que corroboraban la potencia del anuncio evangélico. Ésta había sido la promesa hecha por Jesús resucitado, y las primeras comunidades cristianas veían su cumplimiento en medio de ellas: "Estas son las señales que acompañarán a los que crean: (…) impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc 16, 17-18). La predicación de Felipe en Samaría fue acompañada por curaciones milagrosas: "Felipe bajó a una ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados" (Hch 8, 5-7). San Pablo presenta su anuncio del Evangelio como caracterizado por signos y prodigios realizados con la potencia del Espíritu: "Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para conseguir la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios" (Rm 15, 18-19; cf. 1 Ts 1, 5; 1 Co 2, 4-5).

No es en absoluto arbitrario suponer que tales signos y prodigios, manifestaciones de la potencia divina que asistía la predicación, estaban constituidos en gran parte por curaciones portentosas. Eran prodigios que no estaban ligados exclusivamente a la persona del Apóstol, sino que se manifestaban también por medio de los fieles: "El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación" (Ga 3, 5).

La victoria mesiánica sobre la enfermedad, así como sobre otros sufrimientos humanos, no se da solamente a través de su eliminación por medio de curaciones portentosas, sino también por medio del sufrimiento voluntario e inocente de Cristo en su pasión y dando a cada hombre la posibilidad de asociarse a ella. En efecto, "el mismo Cristo, que no cometió ningún pecado, sufrió en su pasión penas y tormentos de todo tipo, e hizo suyos los dolores de todos los hombres: cumpliendo así lo que de Él había escrito el profeta Isaías (cf. Is 53, 4-5)".  Pero hay más: "En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. (…)

Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo".

La Iglesia acoge a los enfermos no solamente como objeto de su cuidado amoroso, sino también porque reconoce en ellos la llamada "a vivir su vocación humana y cristiana y a participar en el crecimiento del Reino de Dios con nuevas modalidades, incluso más valiosas. Las palabras del apóstol Pablo han de convertirse en su programa de vida y, antes todavía, son luz que hace resplandecer a sus ojos el significado de gracia de su misma situación: "Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).  Precisamente haciendo este descubrimiento, el apóstol alcanzó la alegría: "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros" (Col 1, 24)". Se trata del gozo pascual, fruto del Espíritu Santo. Y, como San Pablo, también "muchos enfermos pueden convertirse en portadores del "gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones" (1 Ts 1, 6) y ser testigos de la Resurrección de Jesús".

 

 

2. El deseo de curación y la oración para obtenerla.

Supuesta la aceptación de la voluntad de Dios, el deseo del enfermo de obtener la curación es bueno y profundamente humano, especialmente cuando se traduce en la oración llena de confianza dirigida a Dios. A ésta exhorta el Sirácida: "Hijo, en tu enfermedad no te deprimas, sino ruega al Señor, que él te curará" (Si 38, 9). Varios salmos constituyen una súplica por la curación (cf. Sal 6, 37[38]; 40[41]; 87[88]).

Durante la actividad pública de Jesús, muchos enfermos se dirigen a Él, ya sea directamente o por medio de sus amigos o parientes, implorando la restitución de la salud. El Señor acoge estas súplicas y los Evangelios no contienen la mínima crítica a tales peticiones. El único lamento del Señor tiene qué ver con la eventual falta de fe: "¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!" (Mc 9, 23; cf. Mc 6, 5-6; Jn 4, 48).

No solamente es loable la oración de los fieles individuales que piden la propia curación o la de otro, sino que la Iglesia en la liturgia pide al Señor la curación de los enfermos. Ante todo, dispone de un sacramento "especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos". "En él, por medio de la unción, acompañada por la oración de los sacerdotes, la Iglesia encomienda los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les dé el alivio y la salvación".  Inmediatamente antes, en la Bendición del óleo, la Iglesia pide: "infunde tu santa bendición, para que cuantos reciban la unción con este óleo sean confortados en el cuerpo, en el alma y en el espíritu, y sean liberados de todo dolor, de toda debilidad y de toda dolencia";  y más tarde, en los dos primeros formularios de oración después de la unción, se pide la curación del enfermo. Ésta, puesto que el sacramento es prenda y promesa del reino futuro, es también anuncio de la resurrección, cuando "no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4). Además, el Missale Romanum contiene una Misa pro infirmis y en ella, junto a las gracias espirituales, se pide la salud de los enfermos.

Obviamente, el recurso a la oración no excluye, sino que al contrario anima a usar los medios naturales para conservar y recuperar la salud, así como también incita a los hijos de la Iglesia a cuidar a los enfermos y a llevarles alivio en el cuerpo y en el espíritu, tratando de vencer la enfermedad. En efecto, "es parte del plan de Dios y de su providencia que el hombre luche con todas sus fuerzas contra la enfermedad en todas sus manifestaciones, y que se emplee, por todos los medios a su alcance, para conservarse sano".

3. El carisma de curar en el Nuevo Testamento.

No solamente las curaciones prodigiosas confirmaban la potencia del anuncio evangélico en los tiempos apostólicos, sino que el mismo Nuevo Testamento hace referencia a una verdadera y propia concesión hecha por Jesús a los Apóstoles y a otros primeros evangelizadores de un poder para curar las enfermedades. Así, en el envío de los Doce a su primera misión, según las narraciones de Mateo y Lucas, el Señor les concede "poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 10, 1; cf. Lc 9, 1), y les da la orden: "curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios" (Mt 10, . También en la misión de los Setenta y dos discípulos, la orden del Señor es: "curad a los enfermos que encontréis" (Lc 10, 9). El poder, por lo tanto, viene conferido dentro de un contexto misionero, no para exaltar sus personas, sino para confirmar la misión.

Los Hechos de los Apóstoles hacen referencia en general a prodigios realizados por ellos: "los Apóstoles realizaban muchos prodigios y señales" (Hch 2, 43; cf. 5, 12). Eran prodigios y señales, o sea, obras portentosas que manifestaban la verdad y la fuerza de su misión. Pero, aparte de estas breves indicaciones genéricas, los Hechos hacen referencia sobre todo a curaciones milagrosas realizadas por obra de evangelizadores individuales: Esteban (cf. Hch 6, , Felipe (cf. Hch 8, 6-7), y sobre todo Pedro (cf. Hch 3, 1-10; 5, 15; 9, 33-34.40-41) y Pablo (cf. Hch 14, 3.8-10; 15, 12; 19, 11-12; 20, 9-10; 28, 8-9).

Tanto el final del Evangelio de Marcos como la carta a los Gálatas, como se ha visto más arriba, amplían la perspectiva y no limitan las curaciones milagrosas a la actividad de los Apóstoles o de a algunos evangelizadores con un papel de relieve en la primera misión. Bajo este aspecto, adquieren especial importancia las referencias a los "carismas de curación" (cf. 1 Co 12, 9.28.30). El significado de carisma es, en sí mismo, muy amplio: significa "don generoso"; y en este caso se trata de "dones de curación ya obtenidos". Estas gracias, en plural, son atribuidas a un individuo (cf. Co 12,9); por lo tanto, no se pueden entender en sentido distributivo, como si fueran curaciones que cada uno de los beneficiados obtiene para sí mismo, sino como un don concedido a una persona para que obtenga las gracias de curación en favor de los demás. Ese don se concede in uno Spiritu, pero no se especifica cómo aquella persona obtiene las curaciones.

En la Carta de Santiago se hace referencia a una intervención de la Iglesia, por medio de los presbíteros, en favor de la salvación de los enfermos, entendida también en sentido físico. Sin embargo, no se da a entender que se trate de curaciones prodigiosas; nos encontramos en un ámbito diferente al de los "carismas de curación" de 1 Co 12, 9. "¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo levantará, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (St 5, 14-15). Se trata de una acción sacramental: unción del enfermo con aceite y oración sobre él, no simplemente "por él", como si no fuera más que una oración de intercesión o de petición; se trata más bien de una acción eficaz sobre el enfermo.(18) Los verbos "salvará" y "levantará" no sugieren una acción dirigida exclusivamente, o sobre todo, a la curación física, pero en un cierto modo la incluyen. El primero verbo, aunque en las otras ocasiones en aparece en la Carta se refiere a la salvación espiritual (cf. 1, 21; 2, 14; 4, 12; 5, 20), en el Nuevo Testamento se usa también en el sentido de curar (cf. Mt 9, 21; Mc 5, 28.34; 6, 56; 10, 52; Lc 8, 48); el segundo verbo, aunque asume a veces el sentido de "resucitar" (cf. Mt 10, 8; 11, 5; 14, 2), también se usa para indicar el gesto de "levantar" a la persona postrada a causa de una enfermedad, curándola milagrosamente (cf. Mt 9, 5; Mc 1, 31; 9, 27; Hch 3, 7).


4. Las oraciones litúrgicas para obtener de Dios la curación

Los Padres de la Iglesia consideraban algo normal que los creyentes pidieran a Dios no solamente la salud del alma, sino también la del cuerpo. A propósito de los bienes de la vida, de la salud y de la integridad física, San Agustín escribía: "Es necesario rezar para que nos sean conservados, cuando se tienen, y que nos sean concedidos, cuando no se tienen". El mismo Padre de la Iglesia nos ha dejado un testimonio acerca de la curación de un amigo, obtenida en su casa por medio de las oraciones de un Obispo, de un sacerdote y de algunos diáconos.

En una oración después de la comunión se pide que "el poder de este sacramento… nos colme en el cuerpo y en el alma". En la solemne acción litúrgica del Viernes Santo se invita a orar a Dios Padre omnipotente para que "aleje las enfermedades… conceda la salud a los enfermos" . Entre los textos más significativos se señala el de la bendición del óleo para los enfermos. Aquí se pide a Dios que infunda su santa bendición "para que cuantos reciban la unción con este óleo obtengan la salud del cuerpo, del alma y del espíritu, y sean liberados de toda dolencia, debilidad y sufrimiento".

En el rito bizantino, durante la unción del enfermo, se dice: "Padre Santo, médico de las almas y de los cuerpos, que has mandado a tu Unigénito Hijo Jesucristo a curar toda enfermedad y a librarnos de la muerte, cura también a este siervo tuyo de la enfermedad de cuerpo y del espíritu que ahora lo aflige, por la gracia de tu Cristo".

En el rito copto se invoca al Señor para que bendiga el óleo a fin de que todos aquellos que reciban la unción puedan obtener la salud del espíritu y del cuerpo. Más adelante, durante la unción del enfermo, los sacerdotes, después de haber hecho mención a Jesucristo, que fue enviado al mundo "para curar todas las enfermedades a librar de la muerte", piden a Dios que "cure al enfermo de la dolencia del cuerpo y que le conceda caminar por la vía de la rectitud".

5. Discrepancias doctrinales del carisma de curación

Durante los siglos de la historia de la Iglesia no han faltado santos taumaturgos que han operado curaciones milagrosas. El fenómeno, por lo tanto, no se limita a los tiempos apostólicos; sin embargo, el llamado "carisma de curación" acerca del cual es oportuno ofrecer ahora algunas aclaraciones doctrinales, no se cuenta entre esos fenómenos taumatúrgicos. La cuestión se refiere más bien a los encuentros de oración organizados expresamente para obtener curaciones prodigiosas entre los enfermos participantes, o también a las oraciones de curación que se tienen al final de la comunión eucarística con el mismo propósito.

Las curaciones ligadas a lugares de oración (santuarios, recintos donde se custodian reliquias de mártires o de otros santos, etc.) han sido testimoniadas abundantemente a través de la historia de la Iglesia.  Ellas contribuyeron a popularizar, en la antigüedad y en el medioevo, las peregrinaciones a algunos santuarios que, también por esta razón, se hicieron famosos, como el de San Martín de Tours o la catedral de Santiago de Compostela, y tantos otros, como por ejemplo en Lourdes, desde hace más de un siglo.

En los santuarios también son frecuentes otras celebraciones que por sí mismas no están orientadas específicamente a pedirle a Dios gracias de curaciones, y sin embargo, en la intención de los organizadores y de los participantes, tienen como parte importante de su finalidad la obtención de la curación; se realizan por esta razón celebraciones litúrgicas, como por ejemplo, la exposición de Santísimo Sacramento con la bendición, o no litúrgicas, sino de piedad popular, animada por la Iglesia, como la recitación solemne del Rosario. También estas celebraciones son legítimas, siempre que no se altere su auténtico sentido.

Por ejemplo, no se puede poner en primer plano el deseo de obtener la curación de los enfermos, haciendo perder a la exposición de la Santísima Eucaristía su propia finalidad; ésta, en efecto, "lleva a los fieles a reconocer en ella la presencia admirable de Cristo y los invita a la unión de espíritu con Él, unión que encuentra su culmen en la Comunión sacramental".

El "carisma de curación" no puede ser atribuido a una determinada clase de fieles. En efecto, queda bien claro que San Pablo, cuando se refiere a los diferentes carismas en 1 Co 12, no atribuye el don de los "carismas de curación" a un grupo particular, ya sea el de los apóstoles, el de los profetas, el de los maestros, el de los que gobiernan o el de algún otro; es otra, al contrario, la lógica la que guía su distribución: "Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (1 Co 12, 11).

En consecuencia, en los encuentros de oración organizados para pedir curaciones, sería arbitrario atribuir un "carisma de curación" a una cierta categoría de participantes, por ejemplo, los dirigentes del grupo; no queda otra opción que la de confiar en la libérrima voluntad del Espíritu Santo, el cual dona a algunos un carisma especial de curación para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones más intensas obtiene la curación de todas las enfermedades. Así, el Señor dice a San Pablo: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2 Co 12, 9); y San Pablo mismo, refiriéndose al sentido de los sufrimientos que hay que soportar, dirá "completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).


 
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