novenas - NOVENAS GRUPO 18
 

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CONCLUSIONES

Novena a la Virgen Santísima Del Rayo?

Lo mas importante es hacerla con fe, en verdad es muy milagrosa.

Hacer alguna limosna, aunque sea espiritual, a las almas del purgatorio.
Se reza un Padre nuestro y Un Ave María ofrecerlo por una limosna sin pedir Virgen Santísima de Rayo
Ruega por nosotros
Se reza un Padre nuestro y Un Ave María y se ofrece por un destino sin buscar Virgen Santísima de Rayo
Ruega por nosotros
Se reza un Padre nuestro y Un Ave María se ofrece por una buena amistad Virgen Santísima de Rayo Ruega por nosotros.

Hacer Peticiones

ORACION FINAL

Dios te salve, Virgen Santísima del Rayo a quien amamos después de Dios con toda la ternura de nuestro corazón.

Enternecidos admiramos la extraordinaria y prodigiosa hermosura de esta tu sagrada imagen que atrae irresistiblemente hacia Ti todos los corazones, pues el Señor se ha dignado hacerte el conducto por donde se nos dispensen innumerables beneficios a todos los mortales.

Por esto llenos de confianza venimos a postrarnos a tus plantas a pedirte el remedio de todas nuestras necesidades, pues eres la Madre de la misericordia y del amor, la distribuidora de la gracia y del perdón después de Jesucristo.

Tú eres en las cosas dudosas, nuestra luz; En las tristezas, consuelo; En las angustias, alivio; En las enfermedades, médica divina; En los peligros y tentaciones, fiel socorro. Tú eres después de tu Unigénito Hijo, nuestra esperanza cierta de salvación.

A tu piedad encomiendo, Madre querida, mi cuerpo y mi alma, y te ruego que mandes un rayo de luz divina para que alumbre mi entendimiento y no se ofusque con los errores de la impiedad, sino que permanezca firme hasta el último momento de mi vida, en la verdadera religión que felizmente profeso, y al mismo tiempo te suplico Virgen Santísima del Rayo, pidas a tu Santísimo Hijo que los que tienen la desgracia de no conocerte, desde ahora te confiesen Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, y Esposa de Dios Espíritu Santo, y se acojan a Tu poderosa protección. Amén.
NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO DE CAPELLANIA
(Con licencia de la Autoridad Eclesiástica)


Como aurora de espléndido día, Sonriente llegaste amorosa. A los lares de Capellanía. Que hoy te aclama su Reina bondadosa. Eres Madre de Dios y del Hombre, Eres Virgen Princesa del Cielo, Y es escudo por eso tu nombre De la angustia doliente del suelo. Esta tierra fecunda de anhelos Deposita en tus manos benditas. Del presente los rumbos inciertos. Del final los destinos eternos. En tus manos la Iglesia fulgura Con destellos de vívida luz, Porque amparas con viva ternura A la prole que salva la Cruz. En tu diestra de Madre y de Reina, De tu Hijo el corazón palpitante, Nos entregas en todas las cuitas Con ternura y amor delirante. Doce estrellas rutilan tus sienes, Doce dones de gracia divinas, Infinitos tesoros que tienes, Y que son de los Cielos, caricias. Del Tránsito, Señora Bendita, Con nosotros quisiste morar, Pueda el barrio de Capellanía A los Cielos llegar.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre de los hombres: Nosotros creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu Asunción triunfal en alma y en cuerpo al cielo, donde eres aclamada Reina por todos los coros de los ángeles y por toda la legión de los Santos; nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que te ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y para ofrecerte la pleitesía de nuestra devoción y de nuestro amor.
Sabemos que tu mirada, que maternalmente acariciaba la humanidad humilde y doliente de Jesús, en la tierra, se sacia en el cielo a la vista de la humanidad gloriosa de la Sabiduría increada y que la alegría de tu alma, al contemplar cara a cara la Adorable Trinidad, hace exaltar tu corazón de inefable ternura; y nosotros, pobres pecadores a quienes el cuerpo hace pesado el vuelo del alma, te suplicamos que purifiques nuestros sentidos a fin de que aprendamos desde la tierra a gozar de Dios, sólo de Dios, en el encanto de las criaturas.
Confiamos que tus ojos misericordiosos, se inclinen sobre nuestras angustias, sobres nuestras luchas y sobre nuestra flaquezas; que tus labios sonrían a nuestras alegrías y a nuestras victorias; que sientas la voz de Jesús que te dice de cada uno de nosotros como de su discípulo amado: "Aquí está tu hijo" y nosotros, que te llamamos Madre nuestra, te escogemos como Juan, por guía, fuerza y consuelo de nuestra vida mortal.
Tenemos la vivificante certeza de que tus ojos, que han llorado sobre la tierra regada con la sangre de Jesús, se volverán hacia este mundo, atormentado por las guerras, por las persecuciones, y por la opresión de los justos y de los débiles, y entre las tinieblas de este valle de lágrimas esperamos de tu celeste luz y de tu dulce piedad, alivio para las penas de nuestros corazones y para las pruebas de la Iglesia y de la Patria.
Creemos finalmente, que en la gloria, donde reinas vestida de sol y coronada de estrellas, Tú eres, después de Jesús, el gozo y la alegría de todos los santos; y nosotros desde esta tierra donde somos peregrinos, confortados por la fe en la futura resurrección, volvemos los ojos hacia Ti, vida, dulzura y esperanza nuestra. Atráenos con la suavidad de tu voz, para mostrarnos un día, después de nuestro destierro, a Jesús, fruto bendito de tu seno, oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María. Amén.
DÍA PRIMERO
ORACIÓN A LA SANTÍSIMAVIRGEN MARÍA
Soberana Reina de los Cielos, Santísima Virgen María, Hija del Eterno Padre, Madre del Omnipotente Hijo y virginal Esposa del Espíritu Santo, nos alegramos y os felicitamos por tanta grandeza como os otorgó la Santísima Trinidad; os felicitamos igualmente de que os anticipara la hora de la gloriosa resurrección y os concediera la gracia de la Asunción en cuerpo y alma a los cielos para que fuerais testimonio y prenda de nuestra resurrección, e intercedierais de Dios. Os suplicamos, Señora y Abogada nuestra, nos alcancéis el perdón de nuestros pecados y la gracia de morir unidos a Dios por la caridad, para que, cuando llegue la hora de nuestra resurrección corporal, podamos unirnos a Vos a celebrar eternamente las divinas misericordias.
Amén.
DÍA SEGUNDO
Un Arcángel anuncia a María su próximo Tránsito.
Era ya tiempo, de que Dios colmara los deseos de la Virgen María; por esto, se cree que así como cuando dispuso que su Divino Hijo se encarnara en las entrañas de la Virgen María le mandó su embajada por medio del Arcángel San Gabriel que solicitó su consentimiento; así ahora le envió por segunda vez al Santo Arcángel para que le anunciara la buena nueva de su felicísimo Tránsito de este mundo a la patria celestial.
"Dios te salve, le diría, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres. Tus clamores han subido hasta el trono de Dios, en cuyo nombre vengo a anunciarte, que llega la feliz hora de tu Tránsito a la patria celestial. Los moradores del cielo ansiamos tu posesión. Dios ha oído nuestros ruegos y quiere satisfacer tus deseos. En breve entrarás en la posesión perpetua de tu Dios, y subirás al cielo, y empuñarás el cetro conquistado con tus méritos, y te posesionarás del trono que Dios tiene destinado para Ti desde toda la eternidad".
Llena de profundo agradecimiento contestaría Nuestra Señora: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Y al separarse el Santo Arcángel, en transportes de júbilo, tomando en sus labios las palabras del Profeta, exclamaría: "Se alegró mi corazón con la buena nueva que acaban de comunicarme de que tengo que ir a la casa de mi Dios. Señor, ¿cuándo apareceré en vuestra presencia?". Y desahogando su corazón en santos efectos, desearía que por momentos llegara la hora de la ejecución de la gran promesa.
Día vendrá en que te anuncien que has de partir de este mundo. ¿Disfrutarás de contento como la Virgen María? ¿Sentirás repugnancia de abandonar este destierro y valle de lágrimas? ¿Te aterrará el temor de tener que presentarte en el tribunal de Dios?
Procura imitar la conducta de la Santísima Virgen y no tendrás para qué temer en la hora de tu muerte. ¿Qué debes practicar al efecto? Piénsalo y resuélvete. Pide la gracia que necesitas y asimismo, las que desees conseguir en esta novena.
DÍA TERCERO
Los cristianos se despiden de Nuestra Señora y solicitan su bendición.
Aunque acostumbraba la divina Señora guardar en lo secreto de su corazón los inmensos favores que a diario recibía del Cielo; fue tan intensa la avenida de júbilo de que se vio inundado aquel Corazón afectuoso, que no pudo contenerla en su interior, ni evitar que se trasluciera en lo de afuera.
Al notar el Discípulo Amado los júbilos de que daba muestras el transformado semblante de la Señora, no pudo menos de llamarle la atención, y con el respeto con que trataba a la Santísima Virgen dirigiose a Ella y le preguntó por la causa de tan súbita mudanza. Transportada en júbilo, contestoles la Santísima Virgen con las palabras del Profeta:
"Se alegró mi corazón con la buena nueva que me han comunicado de que tengo que partir para la casa de mi Dios".
Entristeciose mucho el Santo Evangelista, pero resignado como vivía a la voluntad de Dios, sobrepuso el cumplimiento de la divina voluntad al sentimiento natural que le causaba la idea de la próxima separación de tan buena madre.
Por medio del Santo Apóstol se extendió la noticia por toda la Iglesia, y los cristianos, a porfía, acudieron a Nuestra Señora a contemplar por última vez su rostro virginal, a despedirse de Ella, a hacerle sus encargos para el cielo y a solicitar su bendición materna.
La Santísima Virgen a todos recibía afablemente y les prometía complacerlos en todas sus demandas y asistirlos en sus necesidades.
De los primeros cristianos he de aprender la confianza en el maternal patrocinio de María. Invócala en todas tus necesidades, imítala en la práctica de sus virtudes y gánate su Corazón con los buenos servicios y continuos obsequios que le ofrezcas. ¿Estás resuelto a practicarlo? Mira en qué cosas debes enmendarte, pide a la Virgen que te favorezca y solicítale el remedio de las necesidades a cuyo fin ofreces esta novena.

CUARTO DIA
Oración para todos los días
Oración del día
Gozos y Oración final
PRECIOSA MUERTE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN.
Por las diligencias del Apóstol San Juan, o por ministerio de los Ángeles, como asegura San Juan Damasceno, todos los Apóstoles, a excepción de Santo Tomás, se habían reunido en la ciudad de Jerusalén, ansiosos de presenciar los últimos momentos de Nuestra Señora.
Entraron en la casa y en el aposento de la Virgen y la hallaron tendida en su camita, no víctima de alguna enfermedad, sino postrada por el amor divino, que por momentos consumía con sus incendios las energías de aquel abrasado Corazón.
Alegrose mucho la Santísima Virgen de recibir la visita de los Apóstoles, y complaciese sobremanera en el relato de los triunfos que la palabra de Dios y la presencia del Espíritu Santo producían en el mundo. Supo las muestras grandes de fortaleza que habían dado diferentes cristianos, derramando la sangre por la fe. Oyó, complacida, la relación de los estupendos milagros que habían hecho a la invocación del nombre de Jesús, y dando por todo gracias a Dios, animó a los Apóstoles a la constancia en trabajar en los santos ministerios que les había confiado el Divino Redentor, se ofreció a ser su abogada e intercesora delante de Dios, recibió los encargos que le hicieron para con su Divino Hijo y les dio su maternal bendición.
Viendo que por momentos se llegaba la hora de su dichoso Tránsito, pidió que le administrasen por última vez la Sagrada Comunión, e incorporada con su Divino Hijo Sacramentado, sintió que se redoblaban los incendios en su purísimo Corazón.
Se llegaron a recrearla los Ángeles del cielo a quienes decía: "Dichosos moradores de la celestial Jerusalén, si veis a mi Amado, decidle que desfallezco de amor. Triste está mi alma mientras oigo voces que me dicen: ¿Dónde está tu Dios? ¡Oh Dios de mi corazón! Tú eres mi suerte y mi herencia por toda la eternidad".
Los Ángeles entonaron sus cánticos y con ellos acompañaban los amorosos de la Virgen María; hasta que una luz vivísima inundó el aposento de Nuestra Señora. Los Apóstoles cayeron de rodillas, Jesús, rodeado de Santos, llamaba su bendita Madre. Cesó el invierno de las tribulaciones. Se secaron las lluvias de las lágrimas. "Levántate ven". Jesucristo extiende sus brazos hacia la divina Madre, y Ella haciendo como ademán de lanzarse a los divinos, entrega su bendita alma en manos de su Hijo y Creador.
¡Qué santa muerte! ¡Qué dichosa será tu muerte si imitas a la Virgen en su santa vida! ¿En qué casos debes enmendarte? ¿Qué virtudes te propones practicar? Piénsalo y resuélvete. Pide la gracia que necesites y las demás que pretendes conseguir en esta novena.
DÍA QUINTO
Oración para todos los días
Oración del día
Gozos y oración final
LOS ÁNGELES Y LOS APÓSTOLES CELEBRAN LAS EXEQUIAS DE NUESTRA SEÑORA
Los Apóstoles, que habían presenciado el dichoso Tránsito de María, aunque sintieron, de momento, una pena indescriptible por la orfandad de tan buena Madre, al ver que se anticipaban en su santo cuerpo las dotes de gloria, y al oír los angélicos conciertos que festejaban la muerte de la asunta Reina, sintieron que el gozo se apoderaba de sus corazones y se dispusieron a honrar los mortales despojos de la Virgen. Celebraban sus exequias, no con el aparato fúnebre con que se celebran las exequias de los demás cristianos, sino con la pompa que despliega la Iglesia en la solemne canonización de sus hijos heroicos.
Después de venerar aquel santísimo cuerpo, en cuyas virginales entrañas había tomado carne el Hijo de Dios, entre cánticos de gloria, nubes de incienso y perfume de flores lo acompañaron al sepulcro y dejaron confiado a la piedra aquel sagrado depósito hasta que Dios dispusiese concederle las dichas de la resurrección.
También tú morirás, y tu cuerpo será llevado, al sepulcro, donde esperarás la hora de tu resurrección. Procura vivir cristianamente, para que, cuando te sorprenda la voz del Ángel que de nuevo te llame a la vida, resucites dichoso para nunca más morir, y para disfrutar, en alma y cuerpo, las dichas de la patria celestial. ¿Puedes aspirar a los consuelos de una resurrección feliz? Examínate, ¿cómo vives? Pide a Dios la gracia de enmendarte de tus defectos, y las que desees conseguir en esta novena.

DÍA SEXTO
Oración para todos los días
Oración del día
Gozos y Oración final
SE HALLA VACÍO EL SEPULCRO DE LA VIRGEN.
Los angélicos conciertos, que habían empezado antes de expirar nuestra Señora y continuaron en sus honras, se oyeron por espacio de tres días sobre el sepulcro de María. Los Ángeles velaban el cuerpo virginal y lo honraban mientras llegaba para la Santísima Virgen la dichosa hora de la Resurrección.
Poco hacía que habían cesado los cánticos celestiales cuando llegó Santo Tomás, único apóstol que no estuvo en el Tránsito de la Virgen, como asegura San Juan Damasceno. Apenado de no haberse podido despedir de la Virgen, y ansioso de tributarle los últimos respetos, rogó, con insistencia, a los Apóstoles que le hicieran, el obsequio de mostrarle el difunto cuerpo de la Madre de Dios, a fin de venerarle como ellos lo habían verificado.
Ansiosos los Apóstoles de satisfacer la devoción de su santo condiscípulo, pasaron al lugar del sepulcro de Nuestra Señora, y habiéndole abierto, no hallaron en él otra cosa que las mortajas y los sudarios en que había sido envuelto el cuerpo virginal. Después de aspirar el aroma suavísimo que despedía, persuadidos de que Dios había anticipado la hora de la resurrección de su Santa madre, adorando a Dios, y rindiendo tributo de acción de gracias, cerraron el sepulcro vacío y regresaron a la Ciudad convencidos de que la Virgen, en alma y cuerpo, había subido a los cielos.
Nosotros tendremos que sufrir, en el sepulcro, la destrucción de nuestro cuerpo, efecto tristísimo del pecado original, pero resucitaremos gloriosos, si tenemos la suerte de morir en gracia y amistad de Dios. Como que la muerte suele ser el eco de la vida, procuremos vivir santamente, para merecer, las dichas de la resurrección gloriosa. ¿Qué cosas debemos practicar a este fin? Veámoslo y pidamos la gracia que necesitamos, y también las demás que deseamos conseguir en esta novena.
DÍA SÉPTIMO
RESURRECCIÓN DE NUESTRA SEÑORA
En manos de Jesucristo había entrado, gloriosísima el alma de María en el cielo a tomar posesión de la felicidad eterna que había alcanzado con sus incomparables merecimientos.
Tres días permaneció el alma santa separada de su cuerpo, después de los cuales bajó Jesucristo acompañado de los Ángeles y de los Santos al sepulcro, donde yacía exánime el cuerpo Virginal.
"Levantaos, Señor, Vos y el Arca que habéis santificado con vuestra presencia", clamaron a una voz los Ángeles y los Santos. Hizo Jesucristo, que la santa alma se uniera al cuerpo que yacía, despojó a éste de las mortajas en que estaba envuelto; vistiose de gloria y claridad, comunícale la inmortalidad, y adórnale de las demás dotes de los cuerpos bienaventurados, y entre himnos angélicos, elevó a su Santa Madre a la Patria Celestial.
Llegará para nosotros el día de abandonar el sepulcro y, en alma y cuerpo, seremos presentados al juicio de Dios, donde se confirmará, a la faz del mundo, la sentencia que hayamos recibido en el juicio particular. ¿Nos tocará la suerte de hallarnos a la mano derecha del Divino Salvador? ¿Tendremos la dicha de oír de sus labios la sentencia de eterna felicidad? Nuestra vida ha de decirlo. Resolvámonos a observar fielmente la santa Ley de Dios, los mandamientos de la santa Iglesia y las obligaciones nuestro estado; y habiendo vivido santamente, moriremos santamente y disfrutaremos de santa resurrección.
Veamos en qué cosas debemos reformar nuestra conducta, hagamos los propósitos conducentes a nuestra santificación y pidamos gracia para cumplirlos. Pidamos igualmente las gracias que intentamos conseguir en esta novena.
DÍA OCTAVO
PRUEBAS DE LA RESURRECCIÓN DE NUESTRA SEÑORA.
El Hijo de Dios, que había amado a su Madre infinitamente más de lo que puede amar a su madre el hijo más cariñoso, y nos ha mandado que honremos y respetemos a nuestros padres; quiso cumplir con su Santa Madre, del modo más expresivo, el mandamiento que a todos nos impuso, dándole las mayores muestras de amor que era posible.
Pudo y quiso eximirla del pecado original, porque más amor le demostraba eximiéndola de caer que librándola después de la caída. Aunque convenía que Nuestra Señora muriese para que imitara al Divino Redentor, y para que con su muerte acreditase más la verdad de la naturaleza, que El tomó en sus virginales entrañas, podía preservarla de la corrupción, y quiso hacerlo, y lo hizo, con el fin de darle a entender la predilección de su amor.
Además, la Iglesia se halla privada de las reliquias de Nuestra Señora. Si Jesucristo ama a su Madre más que a sus siervos, ¿Por qué habrá dejado en la obscuridad del olvido el cuerpo de su Santa Madre, cuando con repetidos milagros descubre el paradero de los cuerpos de sus siervos, y manda que se les de honrosa sepultura, y exige de la Iglesia que venere y honre las reliquias de los Santos? ¿Habrá demostrado Jesucristo más providencia por el cuerpo de San Esteban y sus compañeros, de San Clemente, de San Sebastián, de los Santos Juan y Pablo, de San Justo y San Pastor, de Santa Filomena, de San Juan Nepomuceno y de otros tantos siervos suyos, cuyos cuerpos no ha permitido que permanecieran en la obscuridad, que por el cuerpo de su Santa Madre? ¿Habrá privado a la Iglesia del consuelo de poseer el cuerpo virginal de Nuestra Señora, dejando sin culto sus preciosísimas reliquias? No: le anticipó las dichas de la resurrección, como todos creemos, y le descubrió la pre-eminencia de su amor elevándola, en cuerpo y alma, a la posesión de la Patria Celestial.
Alegrémonos al considerar la resurrección de Nuestra Santa Madre, y vivamos de tal manera que merezcamos acompañarla eternamente en la gloria. Pidamos a la Santísima Virgen esta gracia, y las demás que deseemos conseguir en esta novena.
DÍA NOVENO
GLORIFICACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
Aclamada por todos los Ángeles y Santos, y en brazos del Divino Redentor entró Nuestra Señora en la patria celestial.
Conducida al trono de la Santísima Trinidad, rindió tributo de acción de gracias por todos los beneficios recibidos. En medio de las bendiciones de la Majestad Divina, recibió del Eterno Padre el cetro del poder, la vistió el Divino Hijo con el manto de la misericordia, y el Espíritu Santo adornó sus sienes con la corona del amor. Fue enseguida entronizada por la Adorable Trinidad y proclamada Reina del Universo: y entonando Ella su cántico de acción de gracias, "Magnifica anima mea Dominum", y tomándolo de sus labios toda la corte feliz, entre cánticos y felicitaciones fue, sucesivamente aclamada por Reina Universal.
"Bendita Hija de Nuestra, le dijeron nuestros Primeros Padres que capitaneaban al coro de los Patriarcas, por Ti recibimos el fruto de la vida". "Dios te salve, Reina de los Patriarcas".
Se llegó el Rey David capitaneando a los Profetas y rindiendo pleno homenaje a su hija y a su Reina, transportado exclamaba: "Hijo soy de la Esclava del Señor". Todos los Profetas, a una voz le contestaron: "Dios te salve, Reina de los Profetas. De hoy más te llamarán Bienaventurada todas las generaciones".
Sucedió el Apóstol Santiago, el primero de los apóstoles que selló con su sangre la predicación del Evangelio, y en nombre propio y de sus compañeros que quedaban en la tierra luchando las batallas del Señor, la aclamó por Reina de los Apóstoles.
Presentose el Protomártir San Esteban, acompañado del Santo Precursor y de los mártires del Antiguo y Nuevo Testamento, y rindiendo a la Señora sus palmas y coronas, la saludaron por Reina de los Mártires.
Llegose San José con San Joaquín y Santa Ana, y los Padres del Bautista y la saludaron Reina de los Confesores.
Vinieron los Santos Inocentes y los Jóvenes Macabeos con su Madre, y la proclamaron Reina de las Vírgenes.
Finalmente, todos los moradores de la patria feliz, cayendo a los pies del trono de María, la aclamaron Reina de Todos los Santos y mezclando con ellos sus dulcísimos acentos, los Ángeles, en sus nueve coros y sus tres jerarquías la aclamaron entusiastas por su Reina.
Ojala podamos un día unir nuestras voces al concierto de alabanzas que recibe continuamente y aclamarla también por nuestra Reina, publicando, a voz en cuello, que por su intercesión omnipotente hemos conseguido la misericordia de Dios, el perdón de nuestras culpas, la justificación y la salvación eterna.
Pidamos a la Santísima Virgen esta gracia y las que intentamos conseguir en esta novena.
Amén.
GOZOS A LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA.
Muéstrate, dulce abogada, del que implora tu favor.

En cuerpo y alma elevada, Virgen Madre del Señor: Muéstrate, dulce abogada, del que implora tu favor.
En la tierra padecía tristeza tu Corazón, suspiros en profusión lanzabas de noche y día al Cielo, que recibía tus ansias y tu clamor.

Muéstrate, dulce... Un arcángel refulgente te anuncia dichosa nueva, que el Señor Omnipotente al cielo empíreo te eleva. ¡Oh Madre! contigo lleva nuestro anhelo y nuestro amor.

Muéstrate, dulce... Aunque el tributo rendiste que debe la humanidad, Tú, sin mancha original, intacto tu cuerpo existe en la tumba, y Dios lo viste de célico resplandor.

Muéstrate, dulce... Entre coros celestiales que te alaban a porfía del Cielo, gran Madre mía, atraviesas lo umbrales.
Por nosotros, los mortales, intercede con ardor.

Muéstrate, dulce ... El Empíreo proclamaba tu dominio universal, mientras Dios te entronizaba como Reina celestial: al inválido mortal tiende el cetro protector.

Muéstrate, dulce... Haz que toda nuestra vida, prendados de tus primores, entonemos tus loores, te alabemos sin medida: y haz, también que en la partida nos admita el Salvador.

Muéstrate, dulce... En cuerpo y alma elevada Virgen Madre del Señor:

Muéstrate, dulce abogada, del que implora tu favor.
ORACIÓN FINAL
Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros, ya dese este mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que podamos llegar a participar de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.


NOVENA A LA VIRGEN DEL VALLE
Cada vez que visita el Santuario de la Virgen del Valle nace el deseo de conocer su Historia. Ahora, tienes también las Oraciones para rezar la "NOVENA A LA VIRGEN DEL VALLE". Que su intercesión poderosa se manifieste a quienes con devoción hacen esta Novena en honor de esta Madre Misericordiosa y buena
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Día primero

La Virgen María, confiada como Madre a los Discípulos.

Las palabras de Jesús al morir en la Cruz:"Ahí tienes a tu hijo...Ahí tienes a tu Madre"(Jn 19,26-27), la Iglesia las recibe como un testamento particular, en el cual, Cristo el Señor confió a todos los discípulos que la veneraran como Madre. De ahí que se establece entre la Virgen y los fieles discípulos un fuerte vínculo de amor.
En María los fieles encuentran refugio seguro. Por ello, nosotros acudimos a ella, en este día de oración y le pedimos...(Hágase en este momento fervorosamente la petición)...
Oración: Señor, Padre Santo, que has establecido la salvación de los hombres en el misterio pascual, concédenos ser contados entre los hijos de adopción que Jesucristo, tu Hijo, al morir en la cruz, encomendó a su Madre, la Virgen María. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
(Se rezan tres avemarías)
Oraciones finales ver Índice.
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Día segundo
La Virgen María, Imagen y Madre de la iglesia

El día 21 de noviembre de 1.964, al terminar la 3ª sesión del Concilio Vaticano II, Pablo VI, declaró a María Santísima,"Madre de la Iglesia, esto es, de todo el pueblo cristiano, tanto de fieles como de pastores, que le llaman Madre amorosísima".
Dios nos ha dado a la Virgen María como el ejemplo de virtudes: de caridad, de esperanza, de fe, de gran humildad, de oración perseverante. Por ello, nosotros oramos también y le pedimos a Dios a través de la intercesión de esta Madre...(Hágase en este momento fervorosamente la petición)...
Oración: Señor Dios, que mos ha dado a la Virgen María como modelo de amor sublime y de gran humildad, concede a tu Iglesia, que siguiendo como ella al precepto del amor, se entregue plenamente a tu gloria y al servicio de los hermanos y se manifieste ante todos los pueblos como sacramento de tu amor. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
(se rezan tres avemarías)
Oraciones finales ver Índice.

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Día tercero
La Virgen María, causa de nuestra alegría.
Cristo Jesús, vino al mundo para traer a los hombres la paz y la alegría. Al nacer, llenó de alegría a unos humildes pastores, al resucitar de entre los muertos alegró a los discípulos; al subir a los cielos dejó a los apóstoles en un estado de gran alegría; sentado a la derecha del Padre, envió sobre la Iglesia naciente el Espíritu de caridad y alegría.
La Iglesia, esposa puso siempre su alegría en Cristo esposo y lo ha amado con una alegría cada vez más intensa. Cuando Jesús vino por nosotros por medio de María, la Iglesia comprendió que la Santísima Virgen, por su cooperación en la encarnación del Verbo, es la causa, origen y fuente de tanta alegría. Por esto, acudimos a ella para que nos alivie de nuestras tribulaciones y le pedimos...(Hágase en este momento fervorosamente la petición)...
Oración: Oh Dios, que, por la encarnación de tu hijo, has llenado al mundo de alegría, concédenos, a los que veneramos a su Madre, causa de nuestra alegría, permanecer siempre en el camino de tus mandamientos, para que nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
(se rezan tres avemarías)
Oraciones finales ver Índice.
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Día cuarto
Santa María Reina y Madre de Misericordia
El título de "Reina de Misericordia" celebra la bondad, la generosidad, la dignidad de la Santísima Virgen, la cual elevada al cielo ruega incesantemente a su hijo por la salvación del pueblo que acude a ella confiadamente en sus tribulaciones y peligros. La Santísima Virgen es la "Reina Clemente" que habiendo experimentado la misericordia de Dios de un modo único y privilegiado acoge a todos los que en ella se refugian; por esto, es saludada con razón como Madre de Misericordia, consuelo de los penitentes y esperanza de los pecadores. Por tal razón, animados por esta confianza, acudimos a tí, Madre y te pedimos...(Hágase en este momento fervorosamente la petición)...
Oración: Oh Dios cuya misericordia no tiene límites, concédenos por intercesión de la Virgen María, Madre de Misericordia, conocer tu bondad en la tierra, para alcanzar tu gloria en el cielo. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
(Se rezan tres avemarías)
Oraciones finales ver Índice.
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Día Quinto
La Virgen María, Madre de la Divina Providencia
Dios, cuya providencia nunca se equivoca, encomendó a la Santísima Virgen para que fuera bondadosísima Madre de Cristo, Madre providente de los hombres confiados a ella por Jesucristo en la cruz, dispensadora de gracia. La Santísima Virgen es, por tanto, Madre de la Divina Providencia, porque Dios providentísimo nos la ha dado como Madre providente para que con su intercesión nos proveyera de los bienes celestiales. Ella se compadece de nosotros, e intercede por nosotros. Por ello acudimos a tí para que nos llenes de consuelo...(Hágase en este momento fervorosamente la petición)...
Oración: Oh Dios, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca, y te suplicamos, por intercesión de la Virgen María, Madre de tu Hijo, que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y futura. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
(Se rezan tres avemarías)
Oraciones finales ver Índice.
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Día sexto
La Virgen María, Madre del Consuelo
Los hechos con que Dios omnipotente y misericordioso viene en ayuda de su pueblo sometido a la opresión o al destierro reciben en la Sagrada escritura el nombre de Consuelo de Dios. El Supremo consuelo de los hombres es Cristo, a quien el Padre, cuando se cumplió el tiempo, envió al mundo para vendar los corazones desgarrados.
También Santa María Virgen es llamada y venerada, con razón "Madre de Consuelo" o "Consoladora de los Afligidos". A través de ella, Dios nos envió el consuelo de su pueblo, Jesucristo. Además la Virgen no deja de interceder con amor de Madre por los hombres afligidos por la tribulación. De aquí que nosotros ahora acudimos a tí...(Hágase en este momento fervorosamente la petición)...
Oración: Oh Dios, que, por medio de Santa María, enviaste el consuelo a tu pueblo, Jesucristo, Nuestro Señor, concédenos, por intercesión de la Virgen, estar llenos de todo consuelo para que podamos consolar a nuestros hermanos. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
(Se rezan tres avemarías)
Oraciones finales ver Índice.
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Día Séptimo
La Virgen María, Madre y medianera de la Gracia
El Concilio Vaticano II, expuso ampliamente la función de Santa María en el misterio de Cristo y de la Iglesia y explicó cuidadosamente el resultado significado y el contenido de la "mediación" de la Santísima Virgen. La función maternal de María para con los hombres de ningún modo oscurece y no disminuye la única mediación ce Cristo. Cualquier influjo salvador de la Santísima Virgen en los hombres nace del beneplácito divino y deriva de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en la mediación de El, de El se obtiene toda su eficacia. Y porque Dios Padre, en su misterioso designio asoció a María como Madre y medianera de la Gracia, acudimos a tí, Madre para que nos alcances la gracia de...(Hágase en este momento fervorosamente la petición)...
Oración: Señor, Dios nuestro, que por misterioso designio de tu providencia, nos ha dado al Autor de la Gracia por medio de la Virgen María y la has asociado a la obra de la redención humana. Concédenos que ella nos alcance la abundancia de la gracia y nos lleve al puerto de la salvación eterna. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
(se rezan tres avemarías)
Oraciones finales ver Induce.
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Día octavo
La Virgen María, Fuente de la Salvación
Con frecuencia la Madre del Señor es honrada por la Iglesia con los apelativos de "fuente de agua viva", "fuente de caridad", "fuente de clemencia", "fuente de gracia", "fuente de misericordia", "fuente de salvación".
En María, Dios nos abrió un manantial de salvación. La Virgen concibió de modo inefable a la palabra encarnada, Jesucristo, fuente de agua viva. El es el verdadero templo de Dios del que brota el agua saludable que sana y salva. Pidamos, a través de la intercesión de María, que nos abra la fuente de la misericordia de Dios y nos conceda... (Hágase en este momento fervorosa- mente la petición)...
Oración: Señor, Padre Santo, al celebrar jubilosos la memoria de la Bienaventurada Virgen María, por quien nos abriste el manantial de la salvación, Jesucristo, Tu Hijo, te pedimos poder ofrecer los frutos abundantes del Espíritu Santo, bebiendo constantemente de esa fuente de vida. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
(Se rezan tres avemarías)
Oraciones finales ver Índice


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Día Noveno
La Virgen María, Madre de la Santa Esperanza
La Constitución sobre la Iglesia del Vaticano II, afirma que la Santísima Virgen
"en esta tierra, hasta que llegue el Día del Señor, precede con su luz al pueblo de Dios peregrinante, como signo de esperanza segura y de consuelo" (LG 68). La Iglesia al considerar la función de la Virgen en la historia de la salvación, la llama con frecuencia "esperanza nuestra" y "Madre de la esperanza". Ella es esperanza por que confió plenamente en el Señor alimentando así la virtud de la esperanza. Porque habiendo subido al cielo se ha convertido en la "esperanza de los creyentes"; ella ayuda a los que desesperan y es aliento, consuelo y fortaleza para los que acuden a ella. Y hoy nosotros los que venimos a tí, Madre de la esperanza y te suplicamos......(Hágase en este momento fervorosamente la petición)...
Oración: Oh Dios, que nos concedes venerar a la Virgen María como Madre de la santa esperanza, concédenos, por su intercesión , orientar nuestra esperanza hacia los bienes de arriba, cumplir nuestra misión en la ciudad terrena y recibir un día los bienes que la fe nos invita a esperar. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
(Se rezan tres avemarías)
Oraciones finales ver Índice
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Oraciones finales
Acordaos, ¡Oh piadosísima Virgen María! Que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro haya sido desamparado de Vos. Yo, pecador, animado con tal confianza, acudo a Vos, ¡Oh Madre, Virgen de las vírgenes!; a vos vengo, me presento gimiendo. No queráis ¡Oh Madre del Verbo! despreciar mis súplicas; antes bien inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente. Amén.
V Ruega por nosotros, Virgen Santísima del Valle.
R Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.
Oración: Señor Dios, en tu presencia resplandece toda hermosa la Virgen María, Nuestra Señora del Valle, tu humilde sierva, gloria de tu Hijo y compendio de virtudes
Concédenos procurar, como ella, todo lo que es verdadero y noble, para llegar un día ante Tí, fuente de toda belleza y autor del amor hermoso.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo (+) y del Espíritu Santo. Amén.

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Himno a la virgen del Valle
Prez y Gloria a la Virgen Sagrada, que del Valle do reina el dolor. - A la excelsa y divina morada surgió en alas del célico amor- (2) De terribles martirios emblema, circundada de célica luz. En su áurea y hermosa diadema brilla enhiesta y serna la Cruz. La ama el nauta que el mar atraviesa y el labriego en su pobre heredad, los que luchan con brava entereza, los que sufren con blanda humildad.


NOVENA A LA VIRGEN DEL COBRE


Acto de Contrición:

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mi ante Dios, nuestro Señor.
Oración para todos los días:
Acordaos, oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que haya acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra Santísima presencia soberana. No desechéis oh purísima Madre de Dios mis humildes súplicas, antes bien, escuchadlas favorablemente. Así sea.

Día Primero:
¡Dios te salve! ¡Cuánto se alegra mi alma, amantísima Virgen, con los dulces recuerdos que en mí despierta esta salutación! Llénase de júbilo mi corazón al pronunciar el Ave María, para acompañar el gozo que llenó tu espíritu al escucharla de boca del Ángel, congratulándose así de la elección que de tí hizo el Omnipotente para darnos al Señor.
Pídase el favor que se desea conseguir.

Día segundo:
¡María, nombre santo! Dígnate, amabilísima Madre, sellar con tu nombre el memorial de nuestras súplicas, dándonos el consuelo de que tu Hijo, Jesús, las atienda benignamente para alcanzar pleno convencimiento en la práctica de nuestros deberes religiosos, sólida confirmación en las virtudes cristianas y continuas ansias de nuestra eterna salvación.

Día tercero:
Llena de Gracia, ¡Oh dulce Madre! Dios te salve, María, sagrario riquísimo en que descansó corporalmente la plenitud de la Divinidad: a tus pies nos presentamos hoy para que la gracia de Dios se difunda abundantemente en nuestras pobres almas, las purifique, las engrandezca y cada día aumente más en ellos el verdadero amor a Dios y a nuestros hermanos.


Día cuarto:
El Señor es contigo: ¡Oh Santísima Virgen! Aquel inmenso Señor, que por su esencia está en todas las cosas, está en tí y contigo de un modo muy superior. Madre mía, venga por tí a nosotros. Pero ¿cómo ha de venir a un corazón lleno de tanta suciedad. Aquel Señor que para hacerte habitación suya quiso, con tal prodigio, que no perdieses, siendo madre, tu virginidad? ¡Oh muera en nosotros toda impureza!

Día quinto:
Bendita tú eres entre todas las mujeres. Tú eres, oh Santísima Virgen María, la gloria de Jerusalén, tú eres la alegría de Israel, tú eres el honor de nuestro pueblo. Si por una mujer, Eva, tantas lágrimas se derramó en el mundo, por ti nos llegó la redención. Por esto, tú serás siempre bendita. Alcánzanos una fe viva y operante para considerar e imitar las grandes obras que en ti y por ti obró Dios.

Día sexto:
Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Deploramos grandemente, purísima Virgen y amantísima Madre, que hayamos cometido tantos pecados, sabiendo que ellos hicieron morir en tu cruz a tu Hijo. Sea el fruto de nuestra oración, que no cesamos de llorarlos hasta poder bendecir eternamente a Jesús, fruto bendito de tu vientre virginal.

Día séptimo:
Santa María, Madre de Dios. Tu mayor título de grandeza, tu mayor dignidad, oh María es haber sido elegida para Madre de Jesucristo, Hijo de Dios. De esta elección divina proceden todas tus gracias y prerrogativas. No olvides nunca que también fuiste designada por tu Divino Hijo, al pie de la cruz, como Madre espiritual nuestra. Que nunca nos falten fuerzas para mostrarnos como dignos hijos tuyos.

Día octavo:
Ruega por nosotros, pecadores. En ti Virgen María, como en alcázar nos refugiamos. Aunque el vértigo de la vida y los enemigos del alma nos hayan despojado o puedan despojarnos de las preciosas vestiduras de la gracia, alejándonos de ti y de tu amado Hijo, nunca nos cierres las puertas de Sagrado Corazón.

Día noveno:
Ahora y en la hora de nuestra muerte. Siempre estamos expuestos a perder la gracia de Dios y condenarnos. Haced, Santísima Virgen María, que por vuestra intercesión nunca perdamos el favor de Dios; que en esta difícil lucha por la vida encontremos en ti la protección maternal que tanto necesitamos y una Abogada en la hora de nuestra muerte.


Novena a la Virgen María

CANTO DE ENTRADA PARA CADA DÍA
¿A quién debo yo llamar, vida mía, sino a ti, Virgen María?
Todos te deben servir, Virgen y Madre de Dios, que siempre ruegas por nosotros y tú nos haces vivir. Nunca me verán decir vida mía, sino a ti, Virgen María.
Primer Día: Todos los siglos están mirando hacia ti. Todos escuchan tu voz temblando en un sí. Cielos y tierra se dan en tu corazón como un abrazo de paz, ternura y perdón.
Tú nos lo diste en Belén, en pobre portal, en tu regazo le ven el rey y el zagal.
Tú nos lo diste en la cruz, altar de dolor, muerto en tus brazos está un Dios redentor. Toda la Iglesia con fe eleva un clamor, puestos los ojos en ti, la Madre de Dios.
Puente y sendero de amor, sublime misión la de traernos a Dios en tu corazón

María se puso en camino, nos dice el evangelista Lucas y se fue de prisa a la montaña; al pueblo de su prima Isabel. Ésta era mayor y - por un milagro - quedó encinta y fue madre de Juan el Bautista. Necesitaba ayuda. Alguien que la cuidara y escuchara sus confidencias. Una persona que la saludara con afecto y que supiera estar con ella en su nueva situación. Nosotros, también somos viajeros diarios. Salimos de casa cada día: al trabajo, al colegio, a la universidad. Imitemos a María. Sería estupendo poder decir cuando acabamos el día: hoy he saludado cariñosamente a un anciano, a un niño, a un enfermo. Y he escuchado - alegremente - a un pelma... Me voy a dormir más tranquila/o. Hoy he sido guay. A mi estilo. Gracias, María, por tu ejemplo. Me ha ayudado.
María, Madre del amor entregado hasta el fin, en ti descubrimos el ejemplo necesario para vivir nuestro compromiso en la fe. Ayúdanos a ser apóstoles cristianos convencidos, testigos fuertes de la verdad, de la justicia y del amor liberador de nuestro Dios, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración Final
Segundo Día: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el todo poderoso ha hecho conmigo cosas grandes, su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre. (Palabras que se atribuyen a María en el Canto del "Magnificat". Evangelio de Lucas 1,46-55)

"Soy la esclava del Señor, que se cumplan en mí tus palabras" (Lc 1,38). María es la joven del sí. Ella, una jovencita de Nazaret, no entendió mucho qué le decía el ángel.
Tampoco pudo prever las consecuencias de su decisión. Sospesó maduramente las posibilidades, preguntó, intentó comprender, pero al fin hizo un acto de abandono confiado en el Señor. El sí de María fue incondicional, sin trabas, sin límites. Ella se abrió al misterio de Dios y confió totalmente en Él sin exigir explicaciones. Por este sí, María se convirtió en sierva. Por eso puede cantar el Magnificat: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava"(Lc 1,46-48)
María, tu canto del Magnificat proclama la confianza en el poder de Dios que salva y es el liberador de los débiles y oprimidos. Que tu ejemplo nos impulse a liberarnos de toda esclavitud interior (egoísmo, hipocresía, odio...) o exterior (consumismo, lujos innecesarios...); así gozaremos el Reino de justicia y libertad en el presente y con Jesús en la gloria del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración final
Tercer Día: Salve, Madre, en la tierra de mis amores te saludan los cantos que alza el amor. Virgen santa, Virgen pura, vida, esperanza y dulzura del alma que en ti confía, Madre de Dios, Madre mía, mientras mi vida alentare, todo mi amor por ti, mas si mi amor te olvidare, Madre mía, Madre mía, aunque mi amor te olvidare, tú no te olvides de mí.
María, en el Evangelio, reza un cántico de acción de gracias. Glorifica al Señor porque, siendo ella pobre y pequeña, la ha bendecido concediéndole ser madre de Jesucristo. Dar las gracias por un favor que nos hacen, es un acto que frecuentemente olvidamos. Estamos más predispuestos a la queja.
Queremos más: mejor coche, vacaciones más caras, tener más que los otros. Seamos, al menos un día, como María. Demos gracias a alguien por tenerle, porque vive conmigo, porque me aguanta... Y, si podemos, demos un donativo a cualquiera que veamos mendigando en la calle. Y, un poquito más: démosle las gracias porque nos ha permitido ser generosos. Seguro que María sonreirá y pensará que, su ejemplo, nos ayuda a ser mejores.
Oh Dios, admirable siempre en tus obras, que has querido que la Inmaculada Virgen María participara en cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo, haz que todos sus hijos deseen y caminen hacia esta misma gloria. Tu, que nos diste a María por madre, concede, por su mediación, salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores y a todos abundancia de salud y de paz.
Oración final
Cuarto Día
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. Yo, animado con tal confianza, acudo a Vos, oh Madre Virgen de las vírgenes: a Vos vengo, delante de Vos me presento gimiendo. No queráis, oh Madre de Jesús, despreciar mis palabras; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas. Amén.

Existe un cuento que explica que cuando Dios creó el mundo vio que todo era bueno. Pero cuando disfrutaba contemplando su creación, vio que una criatura estaba triste y silenciosa: era el cordero. El buen Dios le preguntó:"¿Que es lo que te hace falta?". "Soy una criatura débil e indefensa -respondió el cordero-. ¿Por qué no me has dado armas defensivas? Otros animales tienen cuernos, garras, colmillos, veneno, agilidad ... y pueden defenderse". El buen Dios se conmovió, y le propuso:"Escoge lo que quieras, garras, veneno... para defenderte de tus enemigos". El cordero le contestó: "Yo soy pacifista, Señor, y no quiero armas tan agresivas y peligrosas. Te pido armas para olvidar las agresiones y soportar los sufrimientos". "Entonces -dijo Dios- te daré las tres armas más poderosas de la esperanza: la no violencia, el amor y la paciencia"
Pidamos al Señor por intercesión de la Virgen María que nos haga partícipes de las armas de la esperanza. Solamente por el camino de la no violencia y del amor, podremos creer en el sueño de un mundo unido basado en la convivencia pacífica entre los pueblos y las etnias diferentes.
Os pedimos Virgen María que sintamos siempre la paz del Señor. Que nuestra mirada esté siempre limpia y clara. Que nuestros labios sólo pronuncien palabras limpias y de coraje. Que nuestro paso sea firme y nuestra actitud valiente, y que nuestras manos sean generosas para dar y prudentes para recibir.
Oración Final
Quinto Día
Oh cruz, única esperanza, donde Dios salva a los hombres, llenos de debilidad!
Árbol de copiosos frutos, donde nace nueva vida, una nueva humanidad!
Madre santa dolorosa, que la sangre de tu Hijo nos alcance su perdón.
Que el fluir de su costado nos devuelva la esperanza, nos renueve el corazón.

"Junto a la cruz de Jesús estaba su madre" (Jn 19,25). Podemos imaginar a María, en pie junto a la cruz, serena aunque doliente. María ha acompañado a su Hijo a lo largo de su vida terrena, le ha educado de niño, le ha apoyado en su misión, ha sido la primera discípula. En el momento supremo de la prueba, cuando todos le han abandonado, cuando el Padre calla, cuando es la hora del fracaso, Ella está en pie a su lado. María sufre con su Hijo. Ella ha vivido su misma vida, Ella muere su misma muerte. Como en la Anunciación, tampoco entiende los porqués. Simplemente hace lo que nadie como Ella sabe hacer: fiarse de Dios. En las pruebas de la vida, cuando el fracaso acecha, cuando estamos solos, cuando nadie nos comprende, María está a nuestro lado y nos enseña a decir como Ella: hágase tu voluntad, no la mía.
María, Tú alcanzaste la más alta santidad porque fuiste un sí radical y constante al Señor. Tu vida oculta en las tareas sin relieve es un canto a la perfecta grandeza en lo pequeño. Enséñanos a valorar nuestro quehacer humano y a ser constantes en la entrega por amor. Así, santificados, veremos a Dios, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración Final
Sexto Día
Todos te deben servir, Virgen y Madre de Dios, que siempre ruegas por nos y tu nos haces vivir. Tanta fue tu perfección y de tanto merecer que de ti quiso nacer, quien fue nuestra redención. El tesoro divinal en tu vientre se encerró, tan precioso, que libró todo el linaje humanal. Oh clara virginidad, fuente de toda virtud!, no ceses de dar salud a toda la humanidad.

Mira a tu alrededor, seguro que tienes como mínimo un televisor, una radio, el ordenador, una bombilla eléctrica... ¿Te has parado a pensar que el amor de Dios es comparable a la corriente eléctrica? Esta analogía la vio la Madre Teresa de Calcuta de esta forma: "Si miráis el interior de los objetos eléctricos, veis a veces cables grandes y pequeños, nuevos y viejos, baratos y caros, todos alineados. Hasta que la corriente no pase por ellos no habrá luz. Ese cable somos nosotros. Y Dios es la corriente. Tenemos el poder de dejar que la corriente pase por nosotros, nos utilice, produzca la luz del mundo. También podemos negarnos a ello y dejar que la oscuridad se extienda.
La Virgen María fue el conductor más prodigioso. Permitió a Dios llenarla con su entrega ("Hágase en mí según tu palabra") y quedó "llena de gracia". Estar lleno de gracia significa estar lleno de Dios. Permitamos que Nuestra Señora entre también en nuestras vidas y haga que la corriente nos utilice para recorrer el mundo y para que podamos seguir conectando los cables de los corazones de los hombres y las mujeres a la corriente del amor".
Pidamos hoy que por la intercesión de la Virgen María se cumplan estas palabras de San Francisco de Asís: "Sea yo un instrumento de Tu paz, Señor. Permíteme sembrar amor donde hay odio; perdón donde hay agravio, fe donde hay duda; esperanza donde hay desesperación; luz donde hay oscuridad; alegría donde hay tristeza. Ayúdame, divino Maestro, para que no busque consuelo sino consolar; ni comprensión, sino comprender; ni amor, sino amar. Pues cuando damos, recibimos; cuando perdonamos, somos perdonados; y cuando morimos, nacemos a la vida eterna". Amén.
Oración Final
Séptimo Día
María, Madre Nuestra, seas el cojín de todos los enfermos del mundo, de los que en esta hora han perdido los conocimientos y van a morir, de los que han empezado la agonía,
de los que han perdido toda la esperanza de curarse, de los que gritan y lloran de dolor,
de los que no tienen asistencia por falta de dinero, de los que quieren andar y tienen que quedarse inmóviles, de los que tendrían que quedarse en la cama y la miseria les obliga a trabajar, de los que quieren una postura menos dolorosa, de los que pasan largas noches sin poder dormir, de los que se encuentran torturados por las preocupaciones de una familia necesitada,
Más de una vez, mucho más de las que quisiéramos, tenemos que ir a un centro médico, a un ambulatorio, a un centro de consulta.... Fíjate con las personas de la tercera edad que están allí esperando. Recuerdo una vez, que un pobre anciano salió de la consulta bastante apenada y con dolor. "¿Tiene alguien que le acompañe a su casa?" - le preguntó la enfermera -. "No. Mis hijos no han podido venir" -respondió tristemente el abuelo mientras le temblaban el par de recetas que le había indicado el doctor. Se marchó lentamente hasta la puerta aguantándose con una mano en la pared y con la otra en el bastón.

Dedica ahora mismo a pensar en tus padres, en tus abuelos, ellos que te han dado tanta sabiduría y cariño. ¿Les correspondes tal y como se merecen? Desgraciadamente, algunos, para evitarse molestias, lo que hacen es aparcarlos en una residencia como si fueran coches de segunda mano, o lo más triste, ignorarlos. "Ama y sacarás amor", decía Santa Teresa de Jesús. O también... tal y como decía un filósofo italiano: "Compórtate con tus padres de la misma forma que tú desearías que se comportaran tus hijos contigo". Pidamos hoy al Señor que, por intercesión de la Virgen María, nos ayude en esta tarea de amor gratificante.
María, tu grandeza desborda todo límite, pero tú te declaras la esclava del Señor, y te sitúas cerca del dolor y entre los pobres. Danos, María, poseer tu amor encendido, tu entrega diligente y humilde, tu generosa actitud de servicio a los demás.
Oración Final
Octavo Día
Tú eres, Oh María, un faro de esperanza que brilla de la vida junto al revuelto mar, y hacia tu luz bendita desfallecida avanza el náufrago que anhela en el Edén tocar. Impela, oh Madre augusta!, tu soplo soberano la destrozada vela de mi infeliz bajel; enséñale su rumbo con compasiva mano, no dejes que se pierda mi corazón en él.
¿Te has parado a pensar que pasaría hoy si después de cenar cerraras la televisión? ¿Cuánto tiempo dedicas a escuchar a tus hijos, a tu mujer/ marido, a tus padres, a tu familia...? Muchos de los problemas familiares existen por no dedicar unos minutos a escuchar las inquietudes de los que tienes más cerca. Hoy, y en presencia de la Virgen María a tu lado, te propongo que leas esta historia, que aunque es un cuento, bien podría trasladarse a la realidad actual.

Se explica que una vez, un niño recibió a su padre a la entrada de su casa justo cuando éste volvía del trabajo: "Papá... ¿cuánto ganas en una hora?". Su padre le contestó con un gesto severo:"Mira hijo, este tipo de informaciones ni tu madre las conoce; no me molestes, que estoy cansado". El pequeño insistió: "Pero papá, dime por favor cuánto ganas en una hora?". El padre, aunque sólo fuera para sacárselo de encima, le respondió: "ochocientas pesetas". El niño siguió preguntando: "Papá, me podrías prestar cuatrocientas pesetas?". El padre se enfadó y bruscamente le recriminó: "Así que esta era la razón de saber lo que gano, eh? Venga, vete a dormir y no me molestes más, aprovechado!". Al cabo de unas horas, entrada ya la noche, el padre meditó lo que había pasado y se sintió mal. A lo mejor su hijo quería comprar alguna cosa... Queriendo descargar su conciencia dolida, se fue a la habitación de su hijo y, abriendo suavemente la puerta le preguntó: "¿Duermes, hijo?". "No, papá", le respondió él con un suave bostezo. "Aquí tienes el dinero que me has pedido", le dijo el padre. "Gracias papá", contestó el pequeño; y poniendo la mano bajo el cojín, sacó unas monedas. "Ahora ya lo he reunido todo, papá. Tengo ochocientas pesetas. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo?".
Oh Virgen María, tu que eres la Madre del Cristo, haz más inmenso mi corazón y llénalo con amor. Tú que estás llena de vida, dame el gozo de vivir y que siempre brille mi alegría. Que mi corazón esté siempre abierto para amar, que camine hacia donde sea útil y que mi vida sea radiante y generosa como la tuya. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén
Oración Final
Noveno Día
Dios te salve, benignísima Madre de misericordia; Dios te salve, reparadora de la gracia y del perdón. ¿Quien no te amará? ¿Quien no te honrará? ¿Quién no se encomendará a Ti? Tu eres en las cosas dudosas nuestra luz, en las tristezas consuelo, en las angustias alivio y en los peligros y tentaciones fiel socorro. Tu eres, después de tu Unigénito Hijo, salud y esperanza nuestra. Bienaventurados los que te aman y los que por santidad de vida se hacen tus familiares siervos y devotos. A tu piedad recomiendo, Señora, mi alma y mi cuerpo: rige, enseña y defiéndeme en todas las horas y momentos, oh dulce amparo y vida mía.
Hoy, último día de esta novena, es bueno hacerte recordar que nuestra Madre siempre está dispuesta a escucharnos. Dedica, aunque sea sólo unos minutos, a hablar con ella, a contarle tus inquietudes, tus alegrías, tus vivencias; María siempre está a tu lado para escucharte. Aquí tienes unas líneas que te pueden servir de pauta para dirigirte a ella antes de acostarte:
"Buenas noches, María. Cuando la oscuridad cubre nuestras calles, te saludamos con el corazón lleno de gozo y esperanza. Tú eres nuestra estrella, tu eres la luz de la luna de nuestra noche: el sol que nace de Dios te ilumina el rostro para que podamos verte cuando apenas divisamos el cielo. Queremos sentir tu mano, al tiempo que descansamos a tu calor y abrigo, para rescatar fuerzas; porque mañana, al amanecer, seremos enviados al mundo, como mensajeros y testigos de vida, del amor y de la paz.
Al amanecer queremos impregnar nuestra personalidad a la luz de la Palabra de tu Hijo, queremos ser como tú, María, hermanos de Jesús, porque somos capaces de cumplir su palabra. Queremos testimoniar que ser discípulos de Jesús nos hace descubrir la bienaventuranza de la dicha de los humildes, según tu estilo, María; queremos entregarnos, como Jesús, a la lucha por la solidaridad en un mundo lleno de desigualdades y atropellos. Madre y Señora nuestra, ayúdanos. (Puedes completar la oración nocturna con una Ave María, un Padre Nuestro, Un Gloria y tus intenciones).
Oh Dios, tú que nos diste a María por madre, concede, por su mediación, salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores y a todos abundancia de salud y de paz.
Oración final
Oración Final
Oh María, tú que has sido, con humildad la esclava del Señor, danos tu misma disponibilidad para el servicio de Dios y para la salvación del mundo. Abre nuestros corazones a las inmensas perspectivas del Reino de Dios. Virgen valiente, inspira en nosotros fortaleza de ánimo y confianza en Dios, para que sepamos superar todos los obstáculos que encontremos en el cumplimiento de nuestra misión. Virgen Madre, después de rezarte esta novena, guíanos y sostennos para que vivamos siempre como auténticos hijos e hijas del pueblo de tu Hijo y podamos contribuir a establecer sobe la tierra la civilización de la verdad y del amor, según el deseo de Dios y para su gloria. Amén.
A continuación se rezan tres Padrenuestros, Tres Avemarías y una Gloria. Se da gracias a la Virgen María y se pide a Dios que por intercesión de ella nos de los beneficios que queremos conseguir.
NOVENA A LA VIRGEN NIÑA


Esta recomendada para las jóvenes que desean tener un bebe.


Santa Ana concibe a la Virgen María de Jean Bellegambe (1467-1535)

ORACIÓN INICIAL
¡Oh María santísima! elegida y destinada al eterno por la augustísima Trinidad para Madre del unigénito Hijo del Padre, anunciada por los Profetas, esperada de los Patriarcas, y deseada de todas las gentes; sagrario y templo vivo del Espíritu Santo, sol sin mancha, porque fuisteis concebida sin pecado original, Señora del cielo y de la tierra, Reina de los Ángeles; nosotros humildemente postrados os veneramos, y nos alegramos de la solemne conmemoración anual de vuestro felicísimo Nacimiento; y de lo mas íntimo de nuestro corazón os suplicamos que os dignéis benigna venir a nacer espiritualmente en nuestras almas, para que cautivadas estas por vuestra amabilidad y dulzura, vivan siempre unidas a vuestro dulcísimo y amabilísimo Corazón.

I. Ahora con nueve distintas salutaciones contemplaremos los nueve meses que estuvisteis encerrada en el seno materno; diciéndoos que oriunda de la Real prosapia de David, salisteis con grande honor a luz de las entrañas de santa Ana vuestra afortunadísima madre. Avemaría.

II. Os saludamos, oh Niña celestial, paloma candidísima de pureza, que a despecho del infernal dragón fuisteis concebida sin pecado original. Avemaría.

III. Os saludamos, oh Aurora brillantísisima, que como precursora del Sol de justicia, trajisteis la primera luz al mundo. Avemaría.

IV. Os saludamos, oh Elegida, que, cual sol sin mancha alguna, despuntasteis en la noche más tenebrosa del pecado. Avemaría.

V. Os saludamos, oh bellísima Luna, que iluminasteis al mundo envuelto en las más densas tinieblas del gentilismo. Avemaría.

VI. Os saludamos como a esforzada amazona, que sola, a manera de un numeroso ejército, pusisteis en fuga a todo el infierno. Avemaría.

VII. Os saludamos, oh hermosa alma de María, a quien Dios poseyó desde la eternidad. Avemaría.

VIII. Os saludamos, oh amada Niña, y veneramos vuestro santísimo cuerpecito, los sagrados pañales en que fuisteis envuelta, y la sagrada cuna en que estuvisteis acostada, y bendecimos el punto y momento en que nacisteis. Avemaría.

IX. Os saludamos finalmente, oh amada Niña, como adornada de todas las virtudes en grado inmensamente mas elevado que los otros Santos, y que, hecha digna Madre del Salvador, y habiendo concebido por virtud del Espíritu Santo, paristeis al Verbo encarnado. Avemaría.

ORACIÓN FINAL. ¡Oh graciosísima Niña! que con vuestro feliz nacimiento habéis consolado al mundo, alegrado al cielo y aterrado al infierno; habéis dado ayuda a los caídos, consuelo a los tristes, salud a los enfermos y alegría a todos; os suplicamos con los mas fervorosos afectos que renazcáis espiritualmente con vuestro santo amor en nuestras almas; renovad nuestro espíritu para que os sirvamos, encended de nuevo nuestro corazón para que os amemos; y haced florecer en nosotros aquellas virtudes con las que podamos hacernos siempre mas agradables a vuestros benignísimos ojos. ¡Oh María! Sed para nosotros María, haciéndonos experimentar los saludables efectos de vuestro suavísimo Nombre; sírvanos la invocación de este Nombre de alivio en los trabajos, de esperanza en los peligros, de escudo en las tentaciones, de aliento en la muerte. Sea el Nombre de María como la miel en la boca, la melodía en el oído, y el júbilo en el corazón. Así sea.


ORACIÓN I: Dulcísima Niña María, radiante Aurora del Astro Rey, Jesús, escogida por Dios desde la eternidad para ser la Reina de los cielos, el consuelo de la tierra, la alegría de los ángeles, el templo y sagrario de la adorable Trinidad, la Madre de un Dios humanado; me tienes a tus plantas, oh infantil Princesa, contemplando los encantos de tu santa infancia. En tu rostro bellísimo se refleja la sonrisa de la Divina Bondad, tus dulces labios se entreabren para decirme: "Confianza, paz y amor..."
¿Cómo no amarte, María, luz y consuelo de mi alma..., ya que te complaces en verte obsequiada y honrada en tu preciosa imagen de Reina parvulita? Yo me consagro a tu servicio con todo mi corazón. Te entrego, amable Reina, mi persona, mis intereses temporales y eternos. Bendíceme Niña Inmaculada, bendice también y protege a todos los seres queridos de mi familia. Se tu, Infantil Soberana, la alegría, la dulce Reina de mi hogar, a fin de que por tu intercesión y tus encantos reine e impere en mi corazón y en todos los que amo, el dulcísimo Corazón de Jesús Sacramentado. Amén.
ORACIÓN II: Te entrego, Virgen Niña, mi corazón para que lo presentes a Jesús. Por el amor y complacencia con que te aceptó, cuando a la temprana edad de tres años te consagraste a El, suplícale acepte el mío e imprima en él las virtudes que le faltan, para que, a imitación del tuyo, le sea agradable. Enséñame o despreciar las honras vanas del mundo; haz que siempre sea mi único anhelo crecer en el amor de Dios, cumpliendo siempre su divina Voluntad. Te presento también los corazones de los que no te conocen y no pueden amarte. Oh Virgen Niña, atráelos con tus inspiraciones para que, amándote todos como hijos, vayamos a cantar las glorias y magnificencias de tu hijo Jesús, nuestro Señor en el Cielo. Amén.

ORACIÓN III: Niña celestial, que con tantos prodigios de gracias te dignaste mostrar tus deseos de ver honrada tu tierna infancia -aquel período de tu existencia que fue tan grande ante Dios, por el privilegio de tu inmaculada concepción y natividad dichosa. Tú, la más privilegiada entre las hijas de Eva, vuelve hacia mí, desde esa preciosa Cuna, tus ojos llenos de dulzura y bondad, y continuando tu oficio de Mediadora y Abogada, haz que vea cumplida mi súplica.
No salga yo defraudada en mis esperanzas de tu venerada Cuna, sino que consiga las gracias y los consuelos que te pido. A mí y a todos, ¡oh María!, alcánzanos el verdadero espíritu de la devoción a Ti, ¡Virgen Niña!, y el don inapreciable de la perseverancia final. Así sea.

ORACIÓN DE LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA AL TEMPLO. Dios te salve, María suavísima, a quien tus santísimos padres trajeron al templo, y en tu tierna edad presentaron al Señor y ofrecieron a su servicio, para que en dejando los pechos de tu madre le hicieses sacrificio de ti misma, y como fruta temprana, fresca y cogida del árbol con su flor fueses mas gustosa y agradable a aquel Señor que es fruto de tu sagrado vientre. En el templo material entraste, y le santificaste e ilustraste para que fuese más glorioso que el que edificó el Rey Salomón, porque tú eres el templo vivo de Dios, y como un Sancta Sanctorum adonde no es lícito entrar sino al sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec, y como la verdadera arca del Testamento en que está la urna del maná con que sustenta el cielo y la tierra. Aquí viviste y pasaste tu niñez, y fuiste modelo perfectísimo de santidad, y derramaste el olor suavísimo de todas las virtudes; y como alférez y Virgen de las vírgenes, te consagraste toda a Dios, y fuiste la primera que hizo voto de perpetua virginidad con alegre y determinada voluntad, abriendo camino con tu ejemplo a todas las vírgenes que después te han seguido y seguirán; y le guardaste tan perfectamente, que más parecías ángel sin cuerpo que doncella en carne mortal.
Y pues fuiste tan acabado dechado de pureza, que sola tu vista penetraba los corazones de los que te miraban con una lumbre celestial, y criaba en ellos amor de honestidad, mírame, Señora, con esos ojos amorosos y eficaces, para que de tal manera mi ánima y mi cuerpo florezcan con la castidad, que ninguna fealdad me ensucie, ningún vicio me posea, y a ningún deleite consienta. ¡Oh Reina mía, esperanza mía y alegría mía de mi corazón! que viviendo en el templo, con la soledad, silencio y quietud te disponías a la contemplación y unión con Dios, y eras tan regalada de él y tan visible de los ángeles, que más morabas en el cielo que en la tierra, y más vivía tu espíritu con el espíritu del Señor que tu cuerpo con tu espíritu; alcánzame por tus merecimientos amor del silencio y del reposo espiritual, para que estos sean mis deleites todo el tiempo que fuere detenido en la cárcel de este cuerpo, por Jesucristo tu benditísimo Hijo, que vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.
 
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