novenas - NOVENAS GRUPO 50
 

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CONCLUSIONES

NOVENA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD

 

 

DÍA 1º

Acto de Contrición

Purísima Virgen María, afligidísima Madre de Dios, a mi me pesa, pésame, Señora, de todo corazón me pesa de haber ofendido a vuestro Hijo Jesucristo, mi verdadero Dios, en quien creo, en quien espero, y a quien amo sobre todas las cosas.


Me pesa también, Madre afligida, de haber sido con mis culpas la causa de tan crecidas penas, como padecisteis en vuestra amarga Soledad.


Yo propongo firmemente, Madre y Señora mía, de nunca más pecar, y de aliviar vuestras penas con la enmienda de mi vida. ¡Oh Madre de mi alma!¡Oh Señora de mi corazón! Os suplico humildemente ofrezcáis a vuestro Hijo, mi Dios, su sacratísima Pasión y Muerte, y las inmensas penas de vuestra triste Soledad, en satisfacción de todos mis pecados.


Así como os lo suplico, así confío en vuestra gran bondad, me alcanzaréis de su misericordia infinita, perdón de mis culpas, gracia para nunca mas ofenderle, y fervorosa devoción para serviros siempre a Vos, dolorosísima Señora, en el Misterio de vuestra dolorosa Soledad, hasta haceros compañía en la Gloria de la Resurrección, donde vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

Oración Primera

Dignísima Madre de Dios, que estando en pie junto a la Cruz de Jesús vuestro Unigénito Hijo, le visteis penar, agonizar y morir, quedando sola y desamparada, sin más alivio que amarguras, y sin más compañía que tormentos.


Participar a mi alma, Oh dolorida Virgen, en vuestras penas y aflicciones, para que os acompañe toda mi vida en el justo sentimiento de la muerte de vuestro querido Hijo.
Permitidme, Oh solitaria Tórtola, que os asista continuamente en tan amarga Soledad, sintiendo lo que sentís, y llorando lo que lloráis. Infundid en mi pecho, Oh Madre del verdadero amor, una encendida caridad para amar a vuestro Divino Hijo, que por mi amor murió crucificado; y concededme el favor que pido en esta Novena, para gloria de Dios, honra vuestra y provecho de mi alma. Amén.

Dícese ahora tres Ave Marías

Oración Segunda

Oh Madre la más desconsolada de todas las madres del mundo, que al ver a vuestro Hijo en el sangriento madero de la Cruz, recibisteis en vuestra alma una pena tan crecida, cuando era crecido el amor con que le amabais: os suplicamos, Señora, que por esta inmensa pena que sentisteis en tan doloroso Misterio, nos alcancéis un verdadero amor de Dios, y firme aborrecimiento de las vanidades el mundo.
Volved vuestros ojos misericordiosos, y mirad a los que el amor y servicio de su Divina Majestad aspiran a más perfección.
Remediad a los enfermos: asistid a los que se hallasen en las agonías de la muerte; atended a todos, y especialmente a cuantos nos empleamos en el ejercicio de esta Novena, para obsequiaros en el Misterio de vuestra Santísima Soledad, y después besaros los pies por eternidades en el Cielo. Amén.

Conclusión

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, memoria de la Pasión y Muerte de nuestro Redentor Jesucristo, y la penosísima Soledad de María Santísima, Señora nuestra, concebida sin mancha de pecado original en el primer instante de su ser natural. Amén

Bendita sea tu pureza

Bendita sea tu pureza  y eternamente lo sea,  pues todo un Dios se recrea  en tan graciosa belleza.
A Tí celestial Princesa,  Sagrada Virgen María,  te ofrezco en este día  alma, vida y corazón.
Mírame con compasión  no me dejes, Madre mía.

Gozos a Ntra. Sra. de la Soledad

I


Por favor y por piedad  concedednos este día,  sea nuestro norte y guía  vuestra triste Soledad.

II

En tu pura Concepción  ya estaba premeditada  aquella sangrienta espada  que predijo Simeón;  y pues gozo y aflicción  celebramos, dispensad: sea nuestro norte.....

III

Ya en el Templo, Virgen pura,  a estar sola comenzaste  con lo cual anticipaste  tu tristeza y amargura;  y ya que el hombre procura  lo que te afligió llorar;  sea nuestro norte...

IV

Isabel tu prima amada,  cuando tu elogio formó,  te saluda, y te anunció  ya sola y desconsolada;  y si el alma está inundada  de alegría y de pesar:  sea nuestro norte....


V

Cuando nació, ¡Oh Madre pura!  Tu Hijo, lloró la suerte  de dejarte por su muerte
en Soledad y amargura:  muévete nuestra ternura,  y haced, Virgen sin igual;
sea nuestro norte....
VI

La sangre que derramó su Circuncisión sagrada, y en la Cruz fue venerada, en Soledad te dejó; y pues vemos padeció por redimir al mortal: sea nuestro norte....


VII

La estola de la inocencia  con sangra Herodes manchó y Pilatos la rasgó,  dejándote en triste ausencia;  haga tu grande clemencia,  pidamos en lance tal:  sea nuestro norte....


VIII

Tu Hijo a Egipto llevaste  logrando su compañía,  y en su muerte Virgen pía,
solitaria le lloraste:  Gran rigor ¡fuerte contraste!  Y al meditar tu pesar:  sea nuestro norte....


IX

Cuando tu Hijo perdiste  en el ingreso del templo,  grade Soledad contemplo  que en el lance padeciste:  por todo cuanto sufriste  dando a nuestras almas paz:  sea nuestro norte.....


X

En la sagrada Pasión  de tu Hijo, Madre pura,  de dolores la amargura  inundó tu corazón,  librándose del dragón  que nos cerca sin cesar:  sea nuestro norte.....


XI

En su sepulcro y su muerte,  que causó fiero rigor,  de Soledad y dolor  lloraste la dura suerte;  y pues de compadecerte,  nuestro anhelo es eficaz:  sea nuestro norte.....


DÍA 2º

Acto de Contricción

Oración Primera

¡Oh corazón fidelísimo, de la Virgen María, Sagrario de Dios, y Trono, de su divino amor!
¡Oh corazón amantísimo, coronado de espinas, y crucificado con angustias!
¡Oh corazón tierno, de la Virgen más pura, que al romperse el pecho, de mi Redentor con el golpe de aquella cruel lanza, que abrió puerta a nuestra salvación en nuestro crucificado difunto, fuiste herido vivamente, y atravesado de pena!
Yo os ofrezco al Padre Eterno en Sacrificio de dolor, como preciosa dádiva de amor, para que en recompensa me conceda por vuestro amor y dolor, que mi corazón sea herido y quebrantado de verdadero dolor, y perfecta contrición, de mis pecados, luz y acierto para hacer una buena confesión de todos ellos, y la gracia que pido en esta Novena, para gloria de su Divina Majestad, honor vuestro, y provecho mío. Amén.

Dícese ahora tres Ave Marías

Oración Segunda

Tristísima Señora, que después de muerto vuestro Unigénito Hijo, nuestro dulcísimo Jesús en el afrentoso leño de la Cruz teniendo puesto vuestro corazón, y clavados vuestros ojos en el crucificado difunto visteis romper su divino pecho, y abrir su precioso corazón al golpe de una lanza, saliendo por la herida sangre y agua para nuestro remedio y quedando aquella puerta abierta para nuestro refugio.


Oíd, Reina afligida, nuestros ruegos, y por la grandísima pena que en este lastimoso Misterio hirió tan dolorosamente vuestro tierno corazón, dadnos una gran pena de haber ofendido a Dios, por ser quien es, y un perfecto aborrecimiento de las culpas.
Convertid a su Majestad todos los pecadores del mundo, y amparad a todos los Fieles Cristianos, particularmente a los que veneramos vuestra penosísima Soledad con la devoción de esta Novena, para lograr vuestro amparo en esta vida, y acompañaros en la Gloria. Amén.

Conclusión

Bendita sea tu pureza

Gozos a Ntra. Sra. de la Soledad


DÍA


Acto de Contrición

Oración Primera


Oh Reina de los Cielos, Tesoro de aflicciones, que después de haber adorado con tierna devoción, y besado con devota ternura la corona, espinas y clavos de Jesús, recibisteis amorosa al pie de la Cruz su lastimoso cuerpo ya difunto en vuestro doloroso pecho, y regazo maternal, contemplando la fatal ruina que el pecado había hecho en aquel sacro Templo de la divinidad: ofreced, Madre mía, al Padre Eterno ese Divino cadáver, cubierto de sangre y llagas, para que por ese sacrificio tan agradable, me conceda luz con que conozca la malicia y fealdad del pecado mortal, que fue la causa de tan sangriento destrozo en vuestro precioso Hijo; y juntamente me conceda firme resolución de nunca más pecar, con el beneficio que pido en esta Novena, para gloria suya, y bien de mi alma. Amén.

Dícese ahora tres Ave Marías


Oración Segunda

Dolorosísima Virgen, y Madre la más desamparada, que al mirar con ojos atentos arrimado a vuestro pecho el difunto cuerpo de vuestro Hijo, tan herido y lastimado, entre vuestros virginales brazos, quedasteis sumamente angustiada en terrible Soledad.
Supliquémoste, Señora, por tan crecida pena, que no nos desamparéis. Compadeceos, Madre piadosísima, de todas las naciones de la tierra. Volved vuestros ojos misericordiosos a cuantos están en pecado mortal. Favoreced propicia a los Fieles difuntos, y a todos los vivos que habitamos en este valle de lágrimas, particularmente a los que os servimos con la devoción de esta Novena, para amaros sin fin en el Cielo. Amén.

Conclusión

Bendita sea tu pureza

Gozos a Ntra. Sra. de la Soledad


DÍA


Acto de Contrición

Oración Primera


Oh Virgen la más Santa, y Madre la más afligida, que sobre la amarga Soledad que exteriormente padecisteis por la muerte de vuestro Hijo, fuisteis interiormente lastimada con mayor y más terrible Soledad cuando visteis enterrar en el sepulcro:
Suplicaos, Oh Virgen prudentísima, que por lo mucho que sintió vuestro amante corazón esta ausencia y Soledad, intercedáis por mí a nuestro Señor, para que nunca me desampare, ni me deje apartar de su Majestad Divina, sino que me conceda un grande aprecio de su Divina presencia, y que continuamente la traiga yo presente en mi corazón, desde donde me comunique su gracia, y me favorezca con lo que en esta Novena solicito, para su mayor gloria, honor vuestro y bien mío. Amén.

Dícese ahora tres Ave Marías

Oración Segunda

Oh Reina de los Mártires, que padeciendo antes la aflicción de ver a vuestro Hijo muerto, ahora se os aumentó la pena de llorarle sepultado y ausente: por esta imponderable pena os pedimos, angustiada Señora, nos concedáis una viva fe, y gran veneración a la Real presencia de nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, y disposición perfecta para recibirle en la Sagrada Comunión.


Que patrocinéis a los huérfanos, desamparados y afligidos. Que remediéis a todos en sus necesidades espirituales y temporales, especialmente a cuantos veneramos el Misterio de vuestra Soledad con la práctica de este Novena, para vuestra mayor devoción, y nuestro eterno bien. Amén.

Conclusión

Bendita sea tu pureza

Gozos a Ntra. Sra. de la Soledad


DÍA


Acto de Contrición

Oración Primera


Oh María, mar de amarguras, que caminando del sepulcro de Cristo a la ciudad de Jerusalén sola sin la luz de vuestros ojos, hallasteis en el Monte Calvario el sagrado Árbol de la Cruz, y le adorasteis con profunda reverencia, le estrechasteis entre vuestros brazos con firme resignación, renovando en vuestro pecho el sentimiento de la Pasión y Muerte de vuestro Hijo, y la pena y dolor de vuestra Soledad. Humildemente os ruego, Señora de mi vida, me consigáis de vuestro Hijo Jesús una grande estimación de su Santísima Cruz, para que con ella me abrace en amor perseverante, sufriendo con resignación y conformidad todas las adversidades y trabajos que se me ofreciesen en el camino del Cielo, y juntamente me conceda lo que en esta Novena pretendo, para su santo servicio, gloria de vuestro nombre, y provecho de mi alma. Amén.

Dícese ahora tres Ave Marías

Oración Segunda

Virgen Sacratísima, Maestra del más perfecto padecer, que en vuestra penosísima Soledad nos enseñasteis la primera a estimar y adorar la Cruz de Jesucristo, y mirando en la cumbre del Calvario este Árbol sangriento despojado de su Divino Fruto, recibisteis en vuestro corazón un nuevo aumento de pena. Antes, Señora, teníais gran parte de alivio mirando a vuestro amado Jesús, aunque sin vida: mas ahora, que ni vivo ni muerto aparece a vuestros ojos, desamparada ya de su dulce presencia, ¿qué consuelo podéis tener? Oh Reina dolorosa, ¡qué Cruz de penas! ¡Qué Soledad tan grande!
Deseamos, pues, angustiada Señora, aliviaros la Cruz de vuestra Soledad con la paciencia en los trabajos; y por tanto os suplicamos nos deis una conformidad grande en nuestras necesidades y aflicciones. Que miréis con benignidad a los Cautivos Cristianos, y a cuantos se hallasen en una aflicción, tentación o peligro. Que dilatéis por todo el mundo el amor del Crucificado, y veneración de su Cruz; y a los que os adoramos con esta santa Novena, concedednos, dulce Virgen, vuestra protección, para conseguir la gloria. Amén.

Conclusión

Bendita sea tu pureza

Gozos a Ntra. Sra. de la Soledad


DÍA


Acto de Contrición

Oración Primera


¡Oh Madre la más amorosa, y la más desamparada! ¿Quién podrá explicar la pena que sintió vuestro corazón considerando en la traición del perverso Judas, el menosprecio que había de hacer los malos de la Pasión de vuestro Hijo Santísimo, y las injurias y ofensas de los pecadores contra su Majestad?
A vuestros pies, Señora, tenéis hoy al mayor de todos. Yo soy, Virgen Soberana, yo soy quien tantas veces he vendido a Jesucristo por un infame gusto, y he despreciado por mi culpa cuanto por mí ha padecido. Pésame del sentimiento y pena que os he ocasionado con este desprecio. Oh Madre de Dios, amparo de mi alma, por la Pasión y Muerte de vuestro Hijo, y por la pena y dolor de vuestro corazón, interceded con vuestro Hijo, para que me perdone los pecados, y me mire con los ojos de la misericordia. Misericordia, Virgen Santísima, misericordia, piadosísima Señora, concededme el don del santo temor de Dios, aprecio de la Pasión y Muerte de mi Redentor, y lo que solicito por esta Novena, para gloria suya, honor vuestro y provecho mío. Amén.

Dícese ahora tres Ave Marías

Oración Segunda

Oh Amorosa Madre de los pecadores, y tristísima Señora, que entre las muchas penas que afligieron vuestra alma purísima en vuestra amarga Soledad, sentisteis tanto el desastrado fin del infeliz y desdichado Judas, y en su desgracia llorasteis amargamente la perdición de tantas almas que por sus pecados se alejan de la misericordia de Dios; aumentad en nuestros corazones, Oh compasiva Virgen, la confianza en vuestro amor, para que por más atribuladas que se hallen nuestras almas, jamás dejen de acudir a vuestra amorosa presencia; pues en Vos, Oh Madre clementísima, está todo nuestro remedio, nuestro consuelo y nuestra seguridad.
Mirad con benignidad a todos los pecadores, infundiendo en sus almas un grandísimo temor de Dios. Convertid los herejes, y traed todos los infieles al gremio de la Iglesia. Amparad a todo, principalmente a cuantos os adoramos en el Misterio de vuestra Soledad con esta devota Novena, para ser vuestros eternamente. Amén.

Conclusión

Bendita sea tu pureza

Gozos a Ntra. Sra. de la Soledad


DÍA


Acto de Contrición

Oración Primera


Afligidísima Emperatriz de los Cielos y tierra, que tan herido tenéis vuestro corazón, mirando la cobardía de espíritu y flaqueza de ánimo con que los Apóstoles que tenían mayor obligación a vuestro Hijo, y a vuestro amor debían finezas de Madre, os dejaron sola y desamparada en la mayor aflicción: en virtud de esta pena, poned en mi alma un verdadero agradecimiento a los beneficios divinos, y la virtud de la fortaleza, para vencer valerosamente las tentaciones de mis enemigos, y mortificar mis pasiones desordenadas, y no me neguéis lo que pretendo en esta Novena, para gloria de Dios, para vuestro honor, y para mi utilidad. Amén.

Dícese ahora tres Ave Marías

Oración Segunda

Oh María, Mar de gracias, y Consuelo de afligidos, que viendo a los Discípulos del Señor fugitivos y descaminados, como ovejas sin pastor, con notable detrimento de sus almas, los recibisteis amorosa, y los alentasteis compasiva, ejercitando en vuestra Soledad el oficio de Madre, que con tantas ansias os encomendó desde la Cruz nuestro Redentor Jesucristo: os rogamos, Madre nuestra, no permitáis en nuestros corazones tibieza y desaliento para servir a Dios, y confesar su santísimo nombre a vista de los que no le aman. Congregad los de todas las Naciones en una Fe y en una misma Religión Católica. Asistid a todos los Ministros Evangélicos, y a cuantos se emplean por el mundo en el bien espiritual de las almas. Experimenten todos vuestra poderosa protección, especialmente cuantos con respeto de hijos os ofrecemos esta devota Novena, para conseguir vuestra protección, y adoraros en la Gloria. Amén.

Conclusión

Bendita sea tu pureza

Gozos a Ntra. Sra. de la Soledad


DÍA


Acto de Contrición

Oración Primera


Dios te Salve llena de gracia, María, mar de amargura, que siendo Reina de los Ángeles, por disposición divina fuisteis desamparada de todos en vuestra rigurosa Soledad, dejándoos sin consuelo en vuestra mayor tristeza, y en vuestra mayor necesidad sin alivio, afligida y sola: os pido, Oh vida de mi alma, no me permitáis apartar jamás de vuestra presencia, y concededme un corazón limpio y puro, para que os pueda dignamente acompañar y servir todos los días de mi vida. Asistidme con vuestra gracia, y no me neguéis el favor que pretendo en esta santa Novena, para gloria de Dios, para honor de vuestro nombre, y para utilidad de mi alma. Amén.

Dícese ahora tres Ave Marías



Oración Segunda

Oh Bendita ente todas las mujeres, que amando tanto a los Ángeles del Cielo, y siendo tan amada de todos los Espíritus Celestiales, carecisteis de su asistencia en medio de vuestro mayor desamparo, sin que alguno confortase ni consolase vuestra afligida alma entre tantas angustias, dejándoos padecer a solas sin alivio, y cerrándose el Cielo a todo cuanto pudiera serviros de consuelo: os suplicamos, Reina y Madre, nos concedáis un perfecto amor vuestro, con que nos compadezcamos de vuestra pena, y lloremos vuestra Soledad como hijos amantes de tal Madre, y leales vasallos de tal Reina. Dadnos vuestra gracia para aborrecer el vicio. Consolad a todos los que se hallan perseguidos, abatidos y despreciados. Aumentad el número de vuestros devotos, y amparad a todos, principalmente a los que os veneramos con la devoción de esta Novena, para ser vuestros sin fin en la Bienaventuranza. Amén.

Conclusión

Bendita sea tu pureza

Gozos a Ntra. Sra. de la Soledad


DÍA


Acto de Contrición

Oración Primera


Sacratísima Madre de Dios. Tórtola solitaria, Purísima Paloma, Fénix de amor, que sola en vuestro retiro, renovando en vuestro corazón la memoria de la Pasión y Muerte de vuestro Divino Hijo, creció tanto en vuestra alma el deseo de gozar su presencia, y el sentimiento de considerarle ausente, que os puso la pena de tan recia Soledad en el último extremo de la vida, sin que cosa criada os pudiera servir de alivio en tanta Soledad. ¿Que Serafín Señora, podrá alcanzar vuestro amor? ¿Ni que Querubín podrá explicar vuestra pena en este santísimo Misterio?
Yo le adoro y le amo, por él os suplico me alcancéis de vuestro Hijo Jesús el don de la perseverancia en su amor y servicio, hasta verle glorioso, y la gracia que pido en esta Novena, para su gloria, vuestro honor y mi utilidad eterna. Amén.

Dícese ahora tres Ave Marías

Oración Segunda

Oh Reina de los Serafines, y Corona de los Mártires, que estáis como crucificada entre la tierra y el Cielo, sin que del Cielo os venga ningún alivio, ni en la tierra haya cosa que os pueda dar consuelo, cuya alma santísima, cuánto más ilustrada, tanto más encendida en amor; y cuánto más amante, tanto más dolorida, con tal extremo de Soledad, que en fuerza de la pena os ha puesto en la última disposición para vuestra mayor gloria, que fue la Resurrección de vuestro Hijo: os suplicamos Reina de los Mártires, que por tan crecido martirio nos concedáis firme y constante voluntad de buscar nuestro único y sumo Bien, que es Dios.
Que a los Fieles Cristianos deis paz y concordia. A los Príncipes Eclesiásticos y Seculares luz y acierto para que gobiernen según el espíritu de la Iglesia Católica. Unid, Señora, todas las Naciones del Orbe en una fe, en un bautismo, y en un mismo espíritu de caridad. Y a todos echadnos vuestra bendición, particularmente a cuantos nos hemos empleado en la devoción de esta santa Novena, en veneración de las penas de vuestra santísima Soledad, para haceros compañía en los gozos de la Gloria. Amén.

Conclusión

Bendita sea tu pureza

Gozos a Ntra. Sra. de la Soledad

 

 

 

NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA

 

 

OFRECIMIENTO PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. ¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Yo os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes con que El es ofendido; y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón e intercesión del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pecadores.

ORACIÓN PREPARATORIA Oh santísima Virgen María, Reina del Rosario y Madre de misericordia, que te dignaste manifestar en Fátima la ternura de vuestro Inmaculado Corazón trayéndonos mensajes de salvación y de paz. Confiados en vuestra misericordia maternal y agradecidos a las bondades de vuestro amantísimo Corazón, venimos a vuestras plantas para rendiros el tributo de nuestra veneración y amor. Concédenos las gracias que necesitamos para cumplir fielmente vuestro mensaje de amor, y la que os pedimos en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios, honra vuestra y provecho de nuestras almas. Así sea. 

Rezar la oración del día correspondiente:

ORACIÓN FINAL

¡Oh Dios, cuyo Unigénito, con su vida, muerte y resurrección, nos mereció el premio de la salvación eterna! Os suplicamos nos concedas que, meditando los misterios del santísimo rosario de la bienaventurada Virgen María, imitemos los ejemplos que nos enseñan y alcancemos el premio que prometen. Por el mismo Jesucristo nuestro  Señor. Amén.


DÍA PRIMERO  Penitencia y reparación

Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA ¡Oh santísima Virgen María, Madre de los pobres pecadores!, que apareciendo en Fátima, dejaste transparentar en vuestro rostro celestial una leve sombra de tristeza para indicar el dolor que os causan los pecados de los hombres y que con maternal compasión exhortaste a no afligir más a vuestro Hijo con la culpa y a reparar los pecados con la mortificación y la penitencia. Dadnos la gracia de un sincero dolor de los pecados cometidos y la resolución generosa de reparar con obras de penitencia y mortificación todas las ofensas que se infieren a vuestro Divino Hijo y a vuestro Corazón Inmaculado.

Meditar y rezar la oración final.

DÍA SEGUNDO  Santidad de vida

Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA ¡Oh santísima Virgen María, Madre de la divina gracia, que vestida de nívea blancura te apareciste a unos pastorcitos sencillos e inocentes, enseñándonos así cuánto debemos amar y procurar la inocencia del alma, y que pediste por medio de ellos la enmienda de las costumbres y la santidad de una vida cristiana perfecta. Concédenos misericordiosamente la gracia de saber apreciar la dignidad de nuestra condición de cristianos y de llevar una vida en todo conforme a las promesas bautismales.

Meditar y rezar la oración final.

DÍA TERCERO  Amor a la oración

Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA ¡Oh santísima Virgen María, vaso insigne de devoción!, que te apareciste en Fátima teniendo pendiente de vuestras manos el santo Rosario, y que insistentemente repetías: «Orad, orad mucho», para alejar por medio de la oración los males que nos amenazan. Concédenos el don y el espíritu de oración, la gracia de ser fieles en el cumplimiento del gran precepto de orar, haciéndolo todos los días, para así poder observar bien los santos mandamientos, vencer las tentaciones y llegar al conocimiento y amor de Jesucristo en esta vida y a la unión feliz con Él en la otra.

Meditar y rezar la oración final.

DÍA CUARTO  Amor a la Iglesia

Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA¡Oh santísima Virgen María, Reina de la Iglesia!, que exhortaste a los pastorcitos de Fátima a rogar por el Papa, e infundiste en sus almas sencillas una gran veneración y amor hacia él, como Vicario de vuestro Hijo y su representante en la tierra. Infunde también a nosotros el espíritu de veneración y docilidad hacia la autoridad del Romano Pontífice, de adhesión inquebrantable a sus enseñanzas, y en él y con él un gran amor y respeto a todos los ministros de la santa Iglesia, por medio de los cuales participamos la vida de la gracia en los sacramentos.

Meditar y rezar la oración final.

DÍA QUINTO  María, salud de los enfermos

Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA ¡Oh santísima Virgen María, salud de los enfermos y consoladora de los afligidos!, que movida por el ruego de los pastorcitos, obraste ya curaciones en vuestras apariciones en Fátima, y habéis convertido este lugar, santificado por vuestra presencia, en oficina de vuestras misericordias maternales en favor de todos los afligidos. A vuestro Corazón maternal acudimos llenos de filial confianza, mostrando las enfermedades de nuestras almas y las aflicciones y dolencias todas de nuestra vida. Echad sobre ellas una mirada de compasión y remediadlas con la ternura de vuestras manos, para que así podamos serviros y amaros con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser.

Meditar y rezar la oración final.

DÍA SEXTO  María, refugio de los pecadores

Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA ¡Oh santísima Virgen María, refugio de los pecadores!, que enseñaste a los pastorcitos de Fátima a rogar incesantemente al Señor para que esos desgraciados no caigan en las penas eternas del infierno, y que manifestaste a uno de los tres que los pecados de la carne son los que más almas arrastran a aquellas terribles llamas. Infundid en nuestras almas un gran horror al pecado y el temor santo de la justicia divina, y al mismo tiempo despertad en ellas la compasión por la suerte de los pobres pecadores y un santo celo para trabajar con nuestras oraciones, ejemplos y palabras por su conversión.

Meditar y rezar la oración final.

DÍA SÉPTIMO  María, alivio de las almas del purgatorio

Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA ¡Oh santísima Virgen María, Reina del purgatorio!, que enseñaste a los pastorcitos de Fátima a rogar a Dios por las almas del purgatorio, especialmente por las más abandonadas. Encomendamos a la inagotable ternura de vuestro maternal Corazón todas las almas que padecen en aquel lugar de purificación, en particular las de todos nuestros allegados y familiares y las más abandonadas y necesitadas; alíviales sus penas y llévalas pronto a la región de la luz y de la paz, para cantar allí perpetuamente vuestras misericordias.

Meditar y rezar la oración final.

DÍA OCTAVO  María, Reina del Rosario

Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA ¡Oh santísima Virgen María!, que en vuestra última aparición te diste a conocer como la Reina del Santísimo Rosario, y en todas ellas recomendaste el rezo de esta devoción como el remedio más seguro y eficaz para todos los males y calamidades que nos afligen, tanto del alma como del cuerpo, así públicas como privadas. Infundid en nuestras almas una profunda estima de los misterios de nuestra Redención que se conmemoran en el rezo del Rosario, para así vivir siempre de sus frutos. Concédenos la gracia de ser siempre fieles a la práctica de rezarlo diariamente para honraros a Vos, acompañando vuestros gozos, dolores y glorias, y así merecer vuestra maternal protección y asistencia en todos los momentos de la vida, pero especialmente en la hora de la muerte.

Meditar y rezar la oración final.

DÍA NOVENO  El Inmaculado Corazón de María

Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA ¡Oh santísima Virgen María, Madre nuestra dulcísima!, que escogiste a los pastorcitos de Fátima para mostrar al mundo las ternuras de vuestro Corazón misericordioso, y les propusiste la devoción al mismo como el medio con el cual Dios quiere dar la paz al mundo, como el camino para llevar las almas a Dios, y como una prenda suprema de salvación. Haced, ¡oh Corazón de la más tierna de las madres!, que sepamos comprender vuestro mensaje de amor y de misericordia, que lo abracemos con filial adhesión y que lo practiquemos siempre con fervor; y así sea vuestro Corazón nuestro refugio, nuestro consuelo y el camino que nos conduzca al amor y a la unión con vuestro Hijo Jesús.

Meditar y rezar la oración final.

 

NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
 NOVENA BREVE


 ORACIÓN INICIAL

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, creador y redentor mío, por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, a mí me pesa de todo corazón haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, cumplir la penitencia que me fuere impuesta y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos. Os ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonaréis por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.

ORACIÓN FINAL

Bajo vuestro amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no despreciáis nuestras súplicas en las necesidades, sino libradnos de todos los peligros, ¡oh siempre Virgen gloriosa y bendita!

 

V. Ruega por nosotros, ¡oh Virgen de Lourdes!
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.

 

ORACIÓN. ¡Oh Dios eterno y compasivo! Concédenos la gracia de vivir santa y cristianamente, venerando a la Virgen Santísima de Lourdes, para que seamos dignos de su intercesión en la vida y en la hora de la muerte Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

 

DÍA PRIMERO

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

ORACIÓN. Reina Inmaculada que, apareciendo personalmente cual majestuosa Señora en la gruta de Lourdes, honrasteis con vuestra benigna mirada y con la comunicación de vuestros secretos a la pobre y enfermiza Bernardita, tanto menos estimada de los hombres por la falta de toda cultura, cuanto más acepta a Vos por el candor de su inocencia y el fervor de su devoción; obtened para nosotros la gracia de que, poniendo siempre nuestra gloria en hacernos gratos al Señor con una vida enteramente conforme a nuestros deberes, nos hagamos al mismo tiempo merecedores siempre de vuestras especiales bendiciones. Amén

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

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DÍA SEGUNDO

Por la señal… Señor mío Jesucristo…


ORACIÓN. ¡Oh Virgen de Lourdes, escogida por Dios para ser Madre de Jesús, Tesorera de las divinas gracias, refugio y abogada de los pecadores! Postrado humildemente a vuestros pies os suplico seáis mi guía y salud en este valle de lágrimas, porque nada puedo ni debo hacer sin Vos. Alcanzadme de vuestro divino hijo el perdón de mis pecados, la perseverancia en el bien y la salvación de mi alma, para ser eternamente feliz y dichoso en vuestra dulce compañía en las mansiones da la gloria. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

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DÍA TERCERO

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

ORACIÓN. ¡Oh Virgen de Lourdes y Madre mía, vida y esperanza de los huérfanos, áncora de los náufragos, salud de los enfermos y consuelo de los que agonizan y mueren! ¡Oh Madre mía! Después de Dios, Tú eres y serás. mi única esperanza en las tentaciones y peligros, en la vida y en la hora de mi muerte. No me dejes, ¡oh María! Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

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DÍA CUARTO

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

ORACIÓN. ¡Oh Virgen purísima de Lourdes, vida de mi alma, alivio de mis penas, suavidad y dulzura de mis aflicciones! A las puertas de vuestro corazón, ¡oh Madre mía!, llama este pecador enfermo, cuyo dolor, en este momento, es tan grande como sus pecados; compadeceos de él, no le desechéis, miradle con ojos de compasión. Sanadle, como Jesús a los leprosos. Curadme para que alabe a Dios eternamente. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

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DÍA QUINTO

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

ORACIÓN. ¡Oh Virgen de Lourdes y Reina de los ángeles, en cuyos ojos centellea la fe que abrasa vuestro espíritu! Enseñadme a creer; pero a creer obrando, porque la fe sin obras es muerta; y llenos de creyentes, que no obraron conforme a sus creencias, están los calabozos del infierno. Ayudadme a creer la palabra divina y a obrar como Dios y la Iglesia me mandan creer y obrar; pues la fe es luz y antorcha que ilumina mi alma y la conduce por la senda de la eterna bienaventuranza. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

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DÍA SEXTO

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

ORACIÓN. ¡Oh Virgen de Lourdes y Virgen de las vírgenes, azucena candidísima, tórtola inmaculada, paloma sin hiel! Vos, que fuisteis concebida sin pecado; Vos, que tanto amáis la castidad y tanto queréis a vuestros hijos, tened compasión de mí y libradme de esta ponzoñosa concupiscencia que me sumerge en un mar de pecados. Alcanzadme de vuestro Hijo la gracia de la castidad para vivir en la tierra como los ángeles del cielo. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

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DÍA SÉPTIMO

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

ORACIÓN. ¡Oh Virgen de Lourdes y soberana Emperatriz de los cielos, que, por amor a la pobreza, os sujetasteis a todas las privaciones y escaseces de los pobres de espíritu!, enseñadme a despreciar las demasías y regalos, e inspiradme amor y compasión a los pobres para conseguir con la limosna el reino de los cielos. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

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DÍA OCTAVO

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

ORACIÓN. ¡Oh Virgen de Lourdes, ejemplar sublime de obediencia, que hacíéndoos esclava del Señor y humillándoos hasta vivir sin propia voluntad, merecisteis os llamasen bendita todas las generaciones! Enseñadme y ayudadme, como a la niña Bernardita, a ser obediente hasta la muerte, porque la obediencia es mejor que los sacrificios, y el que sigue obedeciendo a Dios conseguirá llegar hasta el cielo. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

DÍA NOVENO

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

ORACIÓN. ¡Oh Virgen de Lourdes, Reina de los mártires y consuelo de los afligidos! Por la heroica paciencia que resplandeció en todos los actos de vuestra vida mortal, desde Belén al Calvario, desde la Profecía de Simeón hasta que os arrancaron de los brazos el cadáver ensangrentado de vuestro divino Hijo, tened misericordia de mí y ayudadme a sobrellevar con cristiana resignación el peso de las cruces que el Señor tenga a bien enviarme, para labrar mi eterna felicidad en la gloria y vivir en vuestra dulce compañía por todos los siglos. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
 NOVENA BREVE


ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

Virgen Santísima, socorro perpetuo de las almas que se acogen a vuestro amor maternal: dignaos pedir por mi a vuestro santísimo Hijo y Señor nuestro Jesucristo, para que le sean agradables todos mis pensamientos, palabras y acciones de este día y toda mi vida.

Aceptad, ¡Oh tierna madre mía! el corto obsequio que os ofrezco en esta Novena, y alcanzadme el favor que en ella os pido, si conviene para mayor gloria suya, honra vuestra y bien de mi alma. Amén.
 

Rezar a continuación la oración del día que corresponda:

DÍA PRIMERO

Jesucristo quiere que en nuestros trabajos
acudamos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

 Levanta la vista ¡oh cristiano! y contempla a la Virgen del Perpetuo Socorro. Mira al Niño Jesús, que con sus manecitas temblorosas toma y estrecha la mano de su tierna Madre. ¿Que ha sucedido? Que dos ángeles le presentan los instrumentos de su futura Pasión, y que al verlos el adorable infante se llena de espanto, y busca en su dulce Madre protección y amparo. Con lo cual quiere decirte que, a imitación suya, debes tu también buscar siempre en María el socorro perpetuo en medio de las aflicciones de la vida presente. (Medítese y pídase con 9 Avemarías la gracia que se quiera alcanzar en esta Novena.)

Oración. ¡Oh Salvador mío, Jesucristo! Al contemplaros en brazos de vuestra Madre, veo que en medio de vuestro santo temor os estrecháis con Ella y me decís a mi que os imite, recurriendo yo también a la que es mi perpetuo socorro. Quiero, pues, entregar-me a Ella sin restricción alguna. ¡Oh María! Dios ha querido honraros, comunicando al culto de vuestras imágenes virtud milagrosa. Inspiradme ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! confianza ilimitada en vuestra poderosa bondad.

Practica. Hacer esta Novena con fervor.

 

DÍA SEGUNDO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
quiere que acudamos a Ella en todas nuestras necesidades.

Vemos que la Virgen Santísima del Perpetuo Socorro, cuando el Niño Jesús estrecha su mano, en vez de volver sus miradas a Él las vuelve a nosotros. Sin duda quiere así mostrarnos su ardiente deseo de que acudamos a Ella. Con esta tierna y amorosa mirada nos esta, pues diciendo a todos: Yo soy Madre de Dios, pero también soy Madre vuestra. ¿Que mayor deseo puede tener una madre que el de ayudar y so-correr a sus hijos? Venid, pues, hijos míos, a mi. Acudid a mi en todas vuestras necesidades y miserias; en vuestras penas, en vuestros desfallecimientos, en vuestras dudas; y si alguna vez llegareis, por desgracia, a caer, después de vuestra caída venid: yo soy la Madre del Perpetuo Socorro; yo os consolare, yo os confirmare, os defenderé, y os conduciré a la Patria bienaventurada del cielo. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh dulce Madre mía! Si en Vos no viese yo mi perpetuo socorro, mis pecados me inducirían a temer que no había misericordia para mi. Pero Vos sois la misericordia perpetua: después de Dios en Vos quiero poner toda mi confianza, y desde ahora, me propongo acudir siempre a Vos en todas mis necesidades. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro. Dignaos socorrerme en todo tiempo y en todo lugar, en mis tentaciones y dificultades, en todas las miserias de esta vida, y sobre todo en la hora de la muerte.

Practica. Invocar con frecuencia a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro durante la Novena.

 

 

DÍA TERCERO

Venerar a nuestra Señora del Perpetuo Socorro
es medio seguro para conseguir todos los tesoros del cielo.

 Consideremos cada una de las palabras de esta advocación: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. María es Señora es decir, Madre de Dios, Reina poderosa del cielo y de la tierra. María es nuestra: nuestra, por ser Madre del Redentor de los hombres, Abogada de los peca-dores, Madre de misericordia y Corredentora; y nuestra, sobre todo, por su maravillosa ternura de Madre. Maria es nuestro socorro, porque con el nos libra de la mayor de las desgracias de esta vida, o sea del pecado María vela por nosotros, quita las ocasiones y disminuye la vehemencia de las tentaciones; María conserva en sus hijos, la gracia santificante y el amor de Dios, y les consigue la perseverancia; María suaviza nuestras penas temporales y espirituales.
Por ultimo, es María nuestro socorro perpetuo, porque nos socorre a todas horas y en todos los instantes. Es nuestro socorro en el momento oportuno, en el formidable trance de la muerte y en medio de las llamas del Purgatorio. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh Señora Nuestra, Madre del Perpetuo Socorro! ¡Cuantos tesoros de gracias y bendiciones proporcionáis a los individuos y a las familias que a Vos se consagran ¡Oh Madre mía! Dignaos recibirnos a todos como a hijos vuestros y derramar sobre todas las familias de los que estamos aquí vuestros insignes favores.

Practica. Introducir cada vez mas en la respectiva familia la costumbre de recurrir familiar y continuamente a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

 

DÍA CUARTO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
ayuda a sus devotos a salir del pecado.

 Uno de los principales oficios en que ejercita su so-licitud Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es el de sacar a las almas del pecado. A la manera como una madre llora y gime sobre el cadáver de su hijo, a quien desearía poder resucitar, María siente ardentísimos deseos de que vuelvan los pecadores a la vida de la gracia. Su grande ocupación consiste en interceder por ellos sin cesar; y Ella se gloria en ser su infatigable Abogada y en alcanzarles la gracia de la verdadera conversión, con tal que tengan a lo menos el deseo sincero de salir del pecado y que acudan a Ella pidiéndole la fuerza necesaria para romper las cadenas con que los tiene esclavizados la culpa. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh misericordiosa Abogada y refugio de los pecadores ¡Mucho he ofendido a Dios. En vuestras manos pongo mi salvación eterna. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Haced que no vuelva ya a tener la inmensa desgracia de corresponder con vil ingratitud a vuestros continuos favores. Alcanzadme de vuestro Hijo la gracia de una conversión sincera, para que en adelante le ame con todo mi corazón.

Practica. Rogar a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que nos veamos libres de todo pecado y que no reincidamos en nuestras culpas.

 

DÍA QUINTO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
defiende a sus devotos en las tentaciones.

 La vida del cristiano sobre la tierra es una lucha constante. Rodeados estamos de enemigos por doquiera; de enemigos de todas clases, que se conjuran contra nosotros, maquinando nuestra perdición y ruina; ¿quien nos defenderá en medio de tantos peligros? La que continua-mente vela por sus hijos: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que por si sola es mas terrible que un ejercito puesto en orden de batalla; la que es torre de David, fortaleza inexpugnable, de la cual penden mil escudos, armadura de los fuertes, y al mismo tiempo Madre nuestra; Madre tan tierna y amo-rosa, que mas desea Ella concedernos su so-corro, que nosotros alcanzarlo. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh María! Si he tenido la des-gracia de pecar, yo mismo he sido el autor de esta desgracia. ¡Ah! Si yo os hubiera invocado, Vos hubierais acudido en mi socorro y yo no hubiera caído. Haced, Madre mía, que en la hora del peligro me acuerde de Vos y os invoque diciendo: ¡Madre mía, socorredme! Así saldré con la victoria.

Practica. Recurrir a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en cuanto asome la tentación.

 

DÍA SEXTO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
asiste a sus devotos en todas las necesidades y trabajos de la vida.

 

 Nuestra naturaleza tiene horror a las contradicciones y trabajos de esta vida los cuales son, empero, favores señalados que Dios hace a las almas que le aman. La verdadera sabiduría consiste en descubrir los tesoros inestimables de méritos que se hallan encerrados en las humillaciones y en los trabajos. ¿Quién, pues, nos dará a conocer este tesoro? María Santísima, la Reina de los mártires. Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que pasó toda su vida entre penas y dolores, nos enseñará, con su ejemplo, que en esta valle de lagrimas la cruz es la herencia de los elegidos y nos hará mas llevaderos los trabajos de este penoso destierro. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh María, Madre y Señora nuestra del Perpetuo Socorro! ¿Cómo quejarme de mis trabajos, cuando considero vuestros acerbos dolores? Vos sois verdadera Madre de Dios, y vuestra vida fue vida de dolor y sufrimiento: quiero, pues, aceptar con resignación, a lo menos, todas las penas que Dios me envíe. Alcanzadme, Madre mía, la gracia de no quejarme nunca en mis trabajos.

Practica. Recurrir en todas mis penas a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

DÍA SÉPTIMO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
ampara a sus devotos en la hora de la muerte.

 El instante solemne en que morimos decide de nuestra suerte feliz o desgraciada por toda una eternidad. Esa es la hora en que el demonio despliega toda su astucia y todas sus fuerzas para ver de ganar una nueva alma. Pero no desmayemos: tengamos con-fianza, porque esa también es la hora de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. No en balde dice tan a menudo todo fiel cristiano: Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Allí estará, pues, a nuestro lado, a la hora de la muerte, para que podamos pasar felizmente del tiempo a la eternidad. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh María! cuando pienso en las angustias de mi última hora tiemblo y me siento lleno de confusión. No me abandonéis, Madre mía, en tan críticos momentos: con-cededme la gracia de que os invoque entonces con mas fervor que nunca, a fin de expirar con vuestro dulcísimo nombre y el de vuestro Santísimo Hijo en los labios.

Practica. Encomendar cada uno su muerte a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

DÍA OCTAVO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
auxilia a sus devotos en el Purgatorio.

 Muy dignas son de compasión las almas del Purgatorio, porque padecen tormentos atroces y no pueden ayudarse a si mismas; pero María las socorre con la mas tierna misericordia. La Santísima Virgen alivia a aquellas almas tan queridas, rogando por ellas, y a veces hasta desciende a aquel lugar de tormentos para consolar y confortar a sus fieles siervos; mas aun: su poderosa y maternal intercesión se emplea en abreviar el tiempo de sus penas y en librarlas de aquel fuego purificador. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. Oh María! ¡Cuantos pecados he cometido en todo el curso de mi vida, y cuan escasa ha sido mi penitencia! ¡Oh cuan largo y cuan terrible habrá de ser para mi el Purgatorio, si Vos no me otorgáis vuestro auxilio! En Vos pongo toda mi confianza. ¡Oh Virgen del Perpetuo Socorro! postrado a vuestros pies os suplico me obtengáis la gracia de no caer ni aun en las mas leves faltas, y la de expiar todos mis pecados en esta vida. Espero que no me negareis esta merced.

Practica. Rogar a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro por las almas del Purgatorio.

 

 

DÍA NOVENO

Consagrarse a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y servirla
con fidelidad es hacer cierta la perseverancia.

 En este día consagrémonos a María; y para esto hagamos por Ella lo que Ella hace por nosotros. María nos ama; pues amémosla nosotros. ¡Que honra la nuestra amar a la Madre de Dios! Amémosla, entregándonos a Ella con entera confianza, por ser nuestra verdadera Madre. María es nuestra bienhechora; es nuestro perpetuo socorro. Por nuestra parte, prometámosle recurrir constantemente a su misericordia; prometámosle sinceramente perseverar en nuestros el ejercicios o practicas diarias de devoción en honor suyo, y experimentaremos cuan cierta es esta sentencia: que el verdadero devoto de María no puede condenarse. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Consagración a María. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Yo os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, y mi alma con sus potencias. De aquí en adelante quiero serviros con fervor, invocaros sin cesar y trabajar por ganar corazones que os amen. ¡Oh Madre mía! Haced que no pase día alguno de mi vida sin que os invoque con amor filial.

Practica. Encomendar nuestra perseverancia a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

 

 

 

NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

 

 

 

 

I. COMIENZO Y FINAL

 

Oración preparatoria para todos los días
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

 

Rezar a continuación la oración del día que corresponda:

 

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

  • Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

 

DÍA PRIMERO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Madre de Dios. Ese Niño que descansa en Tus Brazos y que te llama con inefable cariño Madre, es Dios, el Hijo de Dios, Tu Verdadero Hijo….. Así lo declaran esas letras misteriosas que están al lado de las mejillas del Divino Infante.

Te lo anunció el Arcángel San Gabriel cuando te saludó llena de gracia y bendita entre las mujeres…. Lo viste por primera vez cuando en la cueva de Belén salió de Tus Purísimas Entrañas como un rayo de la Divinidad… Tuviste la dicha inefable de llevarlo en Tus Brazos y vivir toda Tu vida en Su compañía. Ni en la cruz quiso que te apartaras de Él….

¡Madre de Dios! A cada hora, a cada instante, en todos los climas y bajo todos los siglos, la Santa Iglesia cae rendida a Tus Plantas y proclama este título excelso que es la base de todas Tus grandezas y el fundamento de todos Tus privilegios: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.

Ante la gran Madre de Dios, ¿puede presentarse una ruin y pecadora criatura de este mundo? Las puertas del palacio de los reyes y de los poderosos cerradas están para los mendigos…, pero abiertas están de par en par las puertas del palacio de María para todos los pecadores y desgraciados. Y cuando más pecadores y desgraciados son con más piedad y ternura son recibidos.

Por eso, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, de la tierra vengo y sin más títulos que mis miserias me he atrevido a presentarme ante Tu solio maternal…. Aquí te traigo escrito con lágrimas y con sangre el memorial de todas mis amarguras. Fíjate, Señora y Madre mía, en la pena que hoy me trae hasta aquí y verás que todo está perdido, que se han desvanecido todas las esperanzas humanas. Sólo me quedas Tú.

También un día la reina Ester, que era tu figura, se presentó triste y llorosa ante el rey Asuero. "Señor -le dijo- si he hallado gracia en tu presencia, te pido gracia para mi pueblo injustamente condenado a muerte…." Y la compasiva reina fue escuchada….

Y yo te digo también a Ti, Madre de Dios, Señora y Madre mía, ten piedad de mí…. Estoy condenado al dolor, al hambre, al trabajo y a las garras de las injusticias humanas.

Madre del Perpetuo Socorro, nadie Te llamó y lo desamparaste. En Ti confío.

Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

 

DÍA SEGUNDO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres mi Madre. El Hijo de Dios, que es a la vez Hijo Tuyo, descansa en Tus Brazos…. El hijo pecador, que es el hombre, que en el dolor y en el amor fue engendrado al pie de la cruz, reza a Tus Pies. ¡Soy yo! Jesús busca Su consuelo y socorro en Tu Corazón y aprieta Tus Manos maternales, y Tú, en Ellas, lo recibes y lo llevas con amorosa complacencia…. ¡Es Tu Hijo! Pero al verme rezando a Tus Plantas, cargado de pecados y abatido bajo el peso de tantos males, me miras a mí….¡y que mirada la Tuya tan dulce y misericordiosa! Sólo las madres miran así….. No lo extraño…. ¡También yo soy tu hijo!

Madre mía, si no tienes brazos donde puedas llevarme, déjame que arrime mi frente a Tu Corazón, que entre en Él y que allí te cuente mis penas y te ofrezca mis plegarias. Los hijos no necesitan emplear muchas palabras para que las madres se den cuenta de los dolores que los matan y de las penas que los ahogan. Mira, Madre mía, a este hijo tuyo, a quien las lágrimas han arrastrado hasta Ti. Mírame y verás en la pupila de mis ojos que estoy triste, que me asfixio entre sombras, que estoy completamente solo, y que sin Ti la vida será imposible….. Nunca con más verdad que hoy te he dicho: Madre mía, sólo Tú me puedes salvar.

¿Me oyes? La fe me afirma que sí y mi corazón halla en este pensamiento un consuelo inefable. Me oyes, y Tu Corazón maternal se compadece de mis miserias. Ahí tienes en Tus Brazos a Tu Hijo y hermano mío Jesús; pídele por mí…. Las oraciones de las madres siempre hallan eco en Su Corazón…. Una madre, sólo con las lágrimas silenciosas, le pidió que le devolviera al hijo que llevaban a enterrar…. y volvió a la vida el muchacho. Otra madre se echó a Sus Pies y le pidió piedad para su pobre hija, que estaba atormentada del demonio…. En aquel momento Satanás dejaba aquella alma que fieramente atormentaba.

¿Serás Tú, Madre del Perpetuo Socorro, menos oída que aquellas madres desoladas? Sólo pensarlo me parece un crimen. Di, pues, a Tu Hijo: Hijo mío, esta alma está atormentada de muchos males. Un dolor muy grande, sobre todo en estos momentos, tortura su corazón. Óyela, cúrala, sálvala.

Madre mía, estoy en Tus Manos y en las Manos de Jesús.

Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

 

DÍA TERCERO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Corredentora del mundo. En la magna procesión conmemorativa de la Redención del linaje humano, avanzan los ángeles con los instrumentos de la Pasión, y en medio, escoltados por todos los siglos y por todos los hombres, amados, aclamados, venerados, avanzan los dos únicos héroes de esta empresa divina: Cristo Jesús y Tú, Madre mía.

No vivo entre sombras; camino a la luz de los resplandores de la fe. Por eso, creo y confieso que solo mi Dios y Padre Jesucristo me podía redimir.

Creo y confieso que, por glorificarte a Ti y por otros fines altísimos dignos de la Sabiduría Divina, te asoció a esta gran obra de la Redención del mundo.

Creo y confieso que, habiendo escogido Jesús, la cruz como instrumento de salvación, no hay para nadie redención sin cruz.

Creo y confieso que mis dolores y penas, las angustias del alma y los tormentos del cuerpo, son los instrumentos benditos que la Providencia Amorosa emplea para purificar mi alma, para expiar mis pecados, para labrar mi corona eterna y para acercarme más a Jesús.

Pero también creo y confieso que Dios en la vida sabe mezclar y santificar las tristezas y las alegrías, y que nos lleva al cielo, a veces derramando lágrimas, a veces cantando himnos de gratitud y de amor.

Adoro, Madre mía, los planes divinos sobre mí. Permite, sin embargo, que te diga como decía Mi Redentor en el Huerto de Getsemaní: "Aparta de mí este cáliz…, cura mis dolores…, remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de amargura……"

Madre mía, cúrame, sálvame, y cantaré Tus Misericordias por los siglos de los siglos.


Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

 

 

DÍA CUARTO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres por disposición divina Dueña de todos los bienes de Dios y Dispensadora de todas Sus gracias.

Cuando la Iglesia te llama Madre de la Divina Gracia proclama que eres Madre de Jesús, que es la Gracia y Vida del mundo… Cuando te dice Auxilio de los cristianos, confiesa que eres amparo del pueblo cristiano en los momentos más angustiosos de su historia.

Cuando Te llamamos Madre del Perpetuo Socorro, reconocemos y confesamos que eres la Depositaria de todos los bienes de Dios. No lo pudieras ser si Tu Misericordia y Tu Poder no abarcaran todos los momentos de todos los hombres hasta el fin del mundo.

Por eso vengo a Tus Plantas y te suplico con todo mi corazón. Si acudo a los Santos, ellos tienen que acudir a Tu Poder Omnipotente, si acudo a Jesús, Jesús me envía a Ti, porque Él mismo Te ha constituido Dispensadora de todos Sus bienes…

Aquí estoy, aquí me tienes llamando con fe y confianza a las puertas de Tu Misericordia.

Óyeme y exclamaré con Tu gran siervo San Alfonso: "Todo lo bueno que de Dios recibimos, lo recibimos por la intercesión de María".

Óyeme y mi corazón agradecido repetirá con el Santo Pontífice Pío X: "Confesemos que es Madre de Misericordia, porque todos los bienes y todas las gracias que Dios concede a los desgraciados hijos de Adán, dispuso la Divina Providencia que pasaran por las Manos de la Virgen Santísima".

Óyeme y suspenderé mi corazón al pie de Tu Santa Imagen, y mi lengua dirá a todos los hombres: "Con la Virgen del Perpetuo Socorro me vinieron todos los bienes. Bendita y glorificada sea, por los siglos de los siglos".


Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

                                                                                                                                    

DÍA QUINTO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Reina de todos los ángeles. Por eso, ahí tienes a Tu lado a los dos grandes príncipes de la corte celestial. En actitud de religiosa veneración esperan Tus órdenes, al mismo tiempo que reconocen Tu excelsa autoridad. He ido llamando de puerta en puerta. Todas se me cerraron: la puerta de la riqueza, la puerta de la amistad, la puerta de la gratitud, la puerta de la ciencia, la puerta del poder… hasta la puerta de la caridad y de la misericordia…

Solo una puerta me queda abierta, la puerta donde Tu Perpetuo Socorro aguarda con los infinitos tesoros de Tu Poder y Tu Misericordia.

Madre mía, un ángel guió a Tobías en un escabroso viaje y llevó a su familia de parte de Dios, la curación, la felicidad y el amor. Otro ángel descendió sobre la obscura cueva donde el profeta Daniel estaba encerrado, para darle la comida del cuerpo y los consuelos del alma. Ahí a Tu lado están esos dos Arcángeles de la corte del cielo: San Rafael y San Gabriel. Diles que me ayuden y me salven, y al punto se acabaran los amargos dolores que me atormentan.

¿Es Satanás el que, por permisión de Dios, me persigue y me acosa como al Santo Job? ¿Son los hombres los que, ingratos e injustos, se ensañan implacables conmigo? Hay momentos, Madre mía, en que la tristeza, el desaliento y la desesperación me ahogan.

Madre mía, si a Ti y a Tu Hijo presentaron esos Arcángeles los instrumentos de dolor, que me traigan a mi el bálsamo de Tu Misericordia.

Pero… que no se haga mi voluntad, sino la voluntad de Dios.

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DÍA SEXTO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres la Consoladora de todas las penas. Todo en tu cuadro santísimo me habla de la Pasión de Cristo y de Tu propia Pasión. La lanza, la esponja, la cruz y, sobre todo, Tu mirada impregnada de amargura y la actitud angustiosa del Hijo de Tu Alma…

Ahí está todo el Calvario. Tú y Jesús son las dos Víctimas. Él derramará en Ti la Sangre de Sus Venas…. Tú, Madre mía, derramarás todas las lágrimas del dolor.

Y esta Tu dolorosa Pasión duró toda Tu vida. Era Jesús Niño, descansaba amoroso en Tu Regazo, y ya la visión de Sus tormentos le amargaba la vida.

También para mí tiene que haber una cruz; también yo tengo que morir en un Gólgota.

Es verdad de mi fe, porque es la doctrina que brotó de los Labios de Jesús:

"El que quiera venir en pos de Mi, tome su cruz y sígame. Si no hacen penitencia, todos irremisiblemente perecerán".

Y el apóstol San Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, ha escrito en una de sus cartas: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, tendrán que ser perseguidos".

Adoro, Madre mía, la Voluntad Divina y te digo lo que te decía Tu gran devoto San Alfonso: "Si quieres que sea perseguido, despreciado y calumniado…, si quieres que esté enfermo, encarcelado y atormentado…., si quieres que padezca tristezas en el alma y hambre y dolores en el cuerpo, hágase la Divina Voluntad".

Pero el mismo Jesús que nos prueba, quiere que acudamos resignados y llenos de confianza a Ti. Por eso a Ti acudo, Consoladora de los afligidos… Por eso llamo a Tus puertas, Alegría de las almas tristes… Por eso te llamo a Ti, Esperanza de los desesperados… Por eso invoco Tu Nombre, que resume todas las bondades, Madre del Perpetuo Socorro… Madre, consuélame, ampárame y mi corazón te amará eternamente.


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DÍA SÉPTIMO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres la última Esperanza del hombre en esta vida. Que cuando todos los nombres se despiertan con el alma sombría y desesperada sin rayo de luz, sólo Tu Nombre del Perpetuo Socorro brilla en el fondo del alma como la última sonrisa de la Misericordia de Dios.

Ese Hijo Divino que llevas en Tus Brazos ha visto los tormentos que le prepara el pueblo judío. Ese pueblo implacable pedirá que Su Sangre caiga sobre él. Jesús ve con pena como se arranca de Sus Brazos y se aleja. Eso indica la sandalia que cuelga de Su Pie. No ha podido desprenderse del todo…, porque Dios nunca abandona completamente al hombre

¡Qué gran lección nos dan la Justicia y la Misericordia Divinas! ¡Hemos pecado! La Justicia Divina nos condena, nos rechaza… Nuestro pecado contra un Dios que ha muerto por nosotros es demasiado grande. ¡No merecemos perdón!.… Y huimos ante la Infinita Justicia.

Pero no hemos podido separarnos del todo de Dios… No nos resolvemos a darle el postrer adiós de despedida a Su Madre y nuestra Madre María… Su Amor y Su Nombre lo llevamos muy metido dentro del alma… Sólo una débil correa nos une a Jesús: la devoción a Su Madre…

La Santa Iglesia, ante el lecho de los moribundos, para alcanzar para ellos perdón y gracia en esa hora tremenda, reza: "Acuérdate, Señor, que a pesar de los pecados de su juventud, no negó tu fe".

Y yo te digo: "Madre mía, dos cosas guardo en mi alma como suprema esperanza: la fe en mi Jesús… y tu amor, Madre mía del alma".

Por eso vengo hoy a Tus Plantas… El mundo me rechaza…, los hombres me abandonan…, la familia se olvida de mí…, hasta la misma conciencia me persigue…. Y, entre tanto, los males me asedian y los dolores me atormentan… Mi corazón y mi cuerpo sangran por todos los poros.

Madre mía, Tú eres mi última esperanza. A Ti acudo. Necesito un milagro y te lo pido.

Te lo pido y lo espero, y mi lengua Te alabará toda la vida.


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invocaciones y oraciones finales para todos los días. 

DÍA OCTAVO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que en la noche obscura de la tormenta, Tú eres la Estrella que brilla en el cielo de la vida, como rayo de luz, como guía de los navegantes.

Por eso el artista que pintó Tu devota Imagen dibujó sobre Tu Frente una estrella. Desde entonces, la Santa Iglesia, en la Letanía, que es la poesía del amor, Te invoca y Te dice: Estrella de la mañana, ruega por nosotros.

Desde entonces San Bernardo, el heraldo de Tus Grandezas, a todos los que en la nave de Pedro van bogando hacia el Cielo, les dice: "Cuando los envuelvan las nieblas, cuando bramen los vientos, cuando los abismos abran sus fauces inmensas, cuando las olas se levanten como montañas de hirviente espuma, amenazándolos con una muerte cierta, miren esta Estrella, llamen a María…"

Desde entonces, todos los marineros que surcan los mares Te invocan en medio de los horrores de la tempestad. En medio de una loca tempestad apareciste Tú, Madre del Perpetuo Socorro. Te colgaron de un mástil roto, Te invocaron y se calmaron las olas y renació la calma.

Aquí tienes a Tus Plantas, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, a un alma que va bogando por el mar de la vida hacia el puerto del Cielo..… y la tormenta me ha sorprendido.

¡Soy un náufrago! Estoy bebiendo las aguas salobres de todas las amarguras humanas… Me ahogan ya las olas de las tentaciones del infierno.

Los vientos locos del dolor y del hambre me lanzan contra los escollos de la desesperación.

Sólo me queda una tabla, a la cual me agarro con desesperadas angustias, Tu Nombre Bendito… Sólo en el Cielo obscuro, que por todas partes me rodea, veo una estrella: es la que brilla en Tu Frente.… La vi de niño como una sonrisa de Tu Amor…. La veo ahora como una mirada de Tu Misericordia. Parece que en esta tempestad horrenda que me ahoga me dices: "Ten esperanza; los míos no se hunden jamás en los abismos. Naufragan, pero los recogen Mis Brazos amorosos"….

Lo sé, Madre mía; lo creo… Lo he experimentado mil veces en mi vida. Sálvame una vez más. Estrella bendita, que luces en la frente de mi Madre del Perpetuo Socorro, guíame…. Voy a Ti…, voy a Dios…, voy al Cielo… Madre mía ¡gracias!



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DÍA NOVENO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto, Perpetuo Socorro mío…

Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Eva, dice San Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido nuestra bendición… Todos al nacer levantan los ojos a Ti y ven en Ti la Madre querida, que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.

Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… Todos los días, desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la vida… No hay nadie que se esconda de Tu Luz bienhechora… Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas… Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la gloria de Dios.

Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… El niño te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el hombre de edad madura te consulta sus empresas; las familias crecen, viven y rezan a Tus Plantas; y los ancianos entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.

Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor…, cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos…, cuando la tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas…, cuando falta el pan y cuando huye la paz…, cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue…, cuando todas las criaturas parece que se conjuran contra nosotros, y cuando el infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego…, aún entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!

Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz. Nueve días hace que vengo a Tus Plantas a pedirte un milagro porque sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… Que no se diga que Tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mi miseria.

Adoro la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario que venga mil veces a Tus Pies, aquí me verías. Resiste, si puedes a mis lágrimas…, vuelve de lado Tu Rostro si Tu Corazón no me mira.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de Tu Nombre, que llena el mundo, y que tantos tristes ha consolado, y a tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido, y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.


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Novena a Nuestra Señora del Sagrado Corazón

 

1. ACUÉRDATE, NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CO­RAZON, DE LAS MARAVI­LLAS QUE DIOS HIZO EN TI

 

A: María, a ti hemos dado el titulo «Nuestra Señora del Sagrado Corazón». Estamos convencidos que tú tienes una re­lación muy especial para con tu Hijo Jesús.

B: El es el corazón de Dios en nuestro mundo.

A: En Jesús vemos al Buen Pastor que va en busca de las ovejas perdidas. El conoce a las suyas y da su vida por salvarlas. Nos muestra la profunda preocupación del Pa­dre, por los que son menospreciados y cu­yos derechos no son respetados. El alivia nuestras cargas y nos ofrece descanso. Pero también nos plantea exigencias y nos habla con autoridad.

B: En él hemos conocido el amor que Dios nos tiene. Hemos creído en él.

A: María, tú estás íntimamente unida a tu Hijo. Tú conoces las riquezas de su corazón. Todo su ser está lleno de tu amor. Tú nos llevas a él. Tú señalas a su corazón, fuente de un amor sin límite que da nacimiento a un mundo nuevo.

B: Desde toda la eternidad, Dios te ha elegido. El te ha llenado de gracia. Tú eres un regalo de Dios para nosotros.

A:  El poder de Dios descansó sobre ti. Dios se hizo presente. Tú eres la Madre de Dios.

B : Como nadie has escuchado la pa­labra de Dios y la has dado realidad concre­ta.

A: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, acuérdate de las maravillas que Dios hizo en ti.

B: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, acuérdate de las maravillas que tú has hecho en nuestro favor. - Amén.

 

2. - EL TE ESCOGIO COMO MADRE DE SU HIJO

 

A: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, acuérdate que Dios se ha hecho hom­bre en ti.

B: El te ha escogido como madre de su Hijo.

A: Tú has vivido más que otras muje­res las ansias y preocupaciones de una ma­dre gestnte.

B: En Belén te llegó a ti el tiempo de dar a luz.

A: Tú has aprendido de Jesús como él de ti.

B: Siempre quedó grabado en tu cora­zón lo que pasó en la infancia de tu hijo. Este privilegio compartes con todas las ma­dres del mundo.

A: A tus manos, Jesús ha hecho los primeros pasos. Le has enseñado a hablar y rezar.

B:  En la humildad del hogar de Nazaret, él ha sentido ya algo de la grandeza de Dios Padre, gracias a José y a ti.

A: Con todos los padres compartes esta gran tarea que tienen: ser médico, maestra y sacerdote para sus hijos.

B: Te ha costado aceptar tu rol duran­te la vida pública de Jesús.

A: Tú has sido su madre en los momentos felices y tristes de su vida.

B: Tú has dicho «Sí» a Dios con el entusiasmo de una joven. Pero este entusias­mo no ha sido pasajero, sino has mantenido esta afirmación hasta debajo de la cruz.

A: Desde entonces, tu maternidad se extiende a los hermanos y las hermanas de tu hijo.

B: Tú has cooperado con el Espíritu Santo como madre de Cristo y madre de la Iglesia.

A: Alabamos a Dios por las maravi­llas que ha hecho en ti, su humilde esclava.

B: Alabamos a Dios que ha obrado bien en favor de todos los hombres, por medio de ti.

A: Te confiamos a ti, la Madre de Dios, nuestras súplicas y alabanzas, pues tú conoces como nadie a tu Hijo.

B: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, acuérdate de los lazos maternales que te unen con tu Hijo. Intercede por nosotros. Prepáranos para ver en todo su amor. Con­cédenos vivir como tú, aceptando su volun­tad. - Amén.

 

3.           A QUIEN SEGUISTE HASTA LA CRUZ

 

A: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, acuérdate de los dolores que has sufri­do durante tu vida.

B: Tú has participado en el camino de la cruz de tu hijo.

A: Desde el comienzo, las reacciones de los hombres frente a tu hijo, su creciente rechazo y enemistad han atravesado tu alma como una espada.

B: Como madre de Jesús, estabas jun­to a la cruz.

A: Tú, la Madre Dolorosa, has recibi­do en el momento de sufrimiento un encar­go especial: ser la madre de todos los des­amparados y abandonados.

B: No te alejes de nosotros, cuando sufrimos. Quédate a lado de nuestras cru­ces.

A: Ayúdanos a mantener la confianza en la voluntad de Dios.

B: Sea nuestro consuelo y fuerza para que aprendamos que nuestro sufrimiento tie­ne un sentido.

A: En nuestras dolencias podemos ha­cernos participes del sufrimiento redentor de Cristo.

B: La más valiosa forma de coopera­ción misionera alcanza su máxima eficacia precisamente en la unión de nuestros sufri­mientos con el sacrificio de Cristo Reden­tor.

A: Que seamos nosotros corazón de Cristo en nuestro mundo: sensibles a las angustias de nuestro tiempo y traspasados por una esperanza que no muere.

B: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón,

A: Ruega por nosotros. Amén

 

 

 

 

4. - TE GLORIFICÓ CON ÉL, ESCUCHANDO CON AGRADO TUS PLEGARIAS

A: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, tú sabes que tu Hijo se fue a la muerte por obediencia, a esa vergonzosa muerte en la cruz. Pero tú has experimentado también que Dios le dio el más alto honor.

B: Contigo doblamos la rodilla al nombre de Jesús. Todos juntos reconocemos: Jesucristo es el Señor para honra de Dios Padre.

A: Jesús resucitado quiere transmitir a todos los hombres lo que ya se realizó en ti. La vida en la gloria ya no es promesa vacía para nosotros.

B: En comunión contigo, damos gra­cias a Dios por las maravillas que él hizo en ti. A ti nos dirigimos para que su bondad se extienda a todos los hombres.

A: Tu gloria es la nuestra. Participa­mos en tu victoria. Totalmente se ha cum­plido en ti lo que es diseño provisional en nosotros todavía.

B: Tú compartes ahora la gloria de tu Hijo. Tú estás junto a él para siempre.

A: De esta manera estás más cerca de todos los hombres. Tú te das a conocer siem­pre como nuestra Madre que vela por nosotros.

B: Tú nos amas y estás íntimamente unida a Jesús. Aprovechamos de esta feliz coincidencia y te pedimos: ¡interceda por nosotros

A: María, Madre de la Iglesia y Ma­dre de todos los hombres, habla por nosotros y de nosotros al Corazón de tu Hijo re­sucitado.

B: Con agrado te escucha. - Amén.

 

5. - TU CONOCES NUESTRAS NECESIDADES.

HABLA AL SEÑOR POR NOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES

 

A: María, tú eres nuestra hermana. A nuestro lado compartes nuestra vida.

B: Tú conoces nuestras alegría y pe­nas, nuestros fracasos y éxitos.

A: No estaban ajenos a ti la humilla­ción y el rechazo, la inseguridad y la ingra­titud, el miedo y la preocupación.

B: Como nosotros necesitabas el reconocimiento y el aliento que animan en si­tuaciones difíciles.

A: En los momentos importantes de tu vida sabías dirigirte a Dios. Tus oraciones son modelos para nosotros. Contigo pode­mos rezar.

B: Contigo nos ponemos a disposición de Dios. Estamos convencidos que nuestra oración está sostenida por la tuya.

A: Acompañados por ti, cantamos las maravillas que Dios ha realizado en ti y en­tre nosotros. Dios tiene siempre misericor­dia de quienes lo reverencian..

B: También hoy, Dios pone en alto a los que ponen su confianza en él. A los ham­brientos llena con bienes y ayuda a su pue­blo.

A: No se olvida de tratarnos con cle­mencia. Sus promesas tienen plena validez para nosotros.

B: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, a ti         venimos con nuestras súplicas.

A: Tú eres la orante perfecta. Habla al Señor por nosotros y por todos los hombres. - Amén.

 

 

 

6.- AYÚDANOS A VIVIR EN SU AMOR

 

A: María, hermana nuestra, el cora­zón de tu Hijo es signo del amor de Dios que vive entre nosotros.

B: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, ahora pedimos tu intercesión.

A: Cuando Jesús entregó su vida, cuando fue abierto su costado, nos dio su espíritu que derrama tu amor en nuestros corazones y nos da la voluntad de servir.

B: Mirando a aquel que fue traspasa­do, descubrimos el Corazón de Jesús como fuente inagotable de vida.

A: Podemos vivir nuestra fe en el amor del Padre, manifestado en el Corazón de Cristo.

B: Queremos ser como Jesús que ama con un corazón humano. Queremos amar por él y con él y proclamar su amor al mundo.

A: El amor de Jesús nos inspira. Si­guiendo su ejemplo, nos esforzamos por lle­var los demás a Dios, para unirlos a él me­diante el amor y librarlos del temor.

B: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, debemos constatar que muchas veces nuestra vida no es movida por este espíritu de amor y de bondad, de humildad y senci­llez.

A: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, enséñanos de nuevo el amor de tu Hijo. Ayúdanos a vivir en su amor.

B: Haznos vivir tu reino de vida y verdad, tu reino de gracia y santidad, tu rei­no de justicia, de amor y de paz. - Amén.

 

7. CONDÚCENOS A LAS FUENTES DE AGUA VIVA QUE BROTAN DE SU CORAZON

 

A: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, contigo venimos a las fuentes, al cora­zón de Cristo.

B: El evangelista Juan resume sus re­flexiones sobre la muerte de Jesús con las palabras: "Del costado abierto salió sangre y agua".

A: Juan quiere subrayar la muerte, verdadera, cruel y sangrienta de Jesús en la cruz. Jesús acepta esta forma de morir. Su muerte no es una casualidad. Jesús se hace matar. Se sacrifica por nosotros.

B: La sangre derramada en la cruz es para siempre el sacrificio verdadero. En el futuro, ni más se necesita recurrir a los sa­crificios acostumbrados.

A: La alianza que una vez fue sellada entre Dios y los hombres, siempre estaba en peligro de fracasar. Los hombres no sabían cumplir las cláusulas del contrato. Pero ahora, una vez para siempre, Jesús ha aceptado nuestra parte.

B: Jesús nos salva. Del costado abier­to, con la sangre y el agua, nacen los sacra­mentos. Jesús quiere salvarnos en nuestra Iglesia.

A: María, madre nuestra, haznos va­lorizar los sacramentos que nos dan vida en Dios. Ellos manifiestan siempre el amor que Dios nos tiene.

B: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, necesitamos de los sacramentos. En nuestro camino que andamos contigo, son ellos señales que conducen a Dios y a nues­tro prójimo. - Amén.

8.           DE DONDE BROTAN PARA LA VIDA DEL MUNDO LA ESPERANZA Y EL PERDON, LA FIDELIDAD Y LA SALVACION

 

A: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, acuérdate de tu posición especial que tienes en la vida de Jesús y de nuestra Igle­sia.

B: María, tú tienes gran influencia sobre Jesús. Por eso te buscamos. Contigo nos acercamos a él.

A: Tú nos haces ver a un Dios que abre nuevos horizontes, que ama y perdona, da esperanza y solución en los conflictos.

B: El corazón abierto de tu Hijo nos enseña a vivir nuestra propia soledad.

A: En la oscuridad de nuestro aisla­miento cae como rayo de sol tu presencia consolador. En el desierto de nuestra deses­peración crece una planta llena de vida.

B: Tú quitas el miedo de nosotros, cuando aceptamos ser misioneros del amor de tu Hijo.

A: Tú has trazado un nuevo camino para nosotros. Cuando estamos fatigados y sobrecargados, nos invitas al descanso.

B: Nos ayudas a tomar sobre nosotros el yugo que a veces nosotros mismos nos imponemos.

A: Contigo podemos aprender de Je­sús, el manso y humilde, cuando no esta­mos bien con los demás.

B: Necesitamos descanso, justamente para iniciar de nuevo esta caminata de nues­tra vida y este reto de nuestra misión.

A: Tú infundes un espíritu nuevo en nosotros. Nuestros corazones de piedras re­emplazas por los de carne.

B: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, tu relación personal e inmediata con Dios nos ayude, ser fieles a él y a la misión que él nos confió. - Amén.

 

9. - TU PETICION DE MADRE ES PODEROSA.

     QUE DIOS RESPONDE A NUESTRA ESPERANZA

 

A: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, tú eres la Madre de Dios.

B: Tus lazos maternales nos conectan a nosotros con Cristo.

A: Tu relación tan singular con tu Hijo nos une también con los hermanos en los cuales Cristo ha dejado su rostro.

B: Tú eres nuestra madre. A ti pode­mos ir con nuestras preocupaciones y temores, en los momentos tristes y felices de nues­tra vida.

A: Tú nos conduces a Jesús que confía en su Padre y reza: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".

B:             En un momento muy difícil de su vida, se dirige a su Padre y dice: "No mi voluntad, sino la tuya".

A: Esta oración le da la fuerza de aguantar la captura, las falsas acusaciones, los sufrimientos y la muerte cruel en la cruz.

B: Contigo podemos rezar. Podemos presentar todo lo que nos aflige. Tú nos en­señas a aceptar la oración de tu Hijo como nuestra.

A: Desde ahora te damos gracias. Tú no eres indiferente a nuestras súplicas. Pues tú eres nuestra Madre.

B: Madre, mira a tus hijos. Escucha sus ruegos, sobre todo de los que sufren y de los que lloran.

A: Te pedimos por los que ya no se atreven de acercarse a ti.

B: Pedimos tu intercesión por todos los que están en peligro de dejar la misión que tu Hijo les ha confiado.

A: Que te preocupes por nuestra Igle­sia, para que sea signo más claro de Cristo en nuestro mundo.

B: En las pruebas quédate a nuestro lado.

A: Nuestra Señora del Sagrado Cora­zón, abre para nosotros perspectivas de es­peranza.

B: Rompe los muros que nos encierran y no nos hacen ver el otro lado, donde estás Tú, esperándonos. – Amén

 

NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZON

 

A: Nuestra Señora del Sagrado Corazón, acuérdate de las maravillas que el Señor hizo en ti.

B: El te ha elegido como Madre de su Hijo.

A: Tú Hijo Jesús ha aprendido de ti, como todos los hijos tienen en sus padres los primeros médicos, profesores y sacerdotes.

B: María, sea nuestra madre, médico, profesora y sacerdote.

A: Tú has acompañado a Jesús hasta la cruz.

B: Por eso, él te hace compartir su gloria y escucha tus súplicas por nosotros.

A: Ofrécele nuestras alabanzas y nuestra gratitud.

B: Haznos vivir como tú, en el amor a tu Hijo.

A: Conduce a todos los hombres a la fuente de agua viva que brota de su Corazón.

B: Por intermedio de él y con tu protección, tenemos motivos para esperar de nuevo, para buscar nuevos senderos de justicia y de paz.

A: Mira nuestra confianza y atiende nuestras súplicas.

B: Muéstrate siempre como madre nuestra.

A: Nuestra Señor del Sagrado Corazón:

B: Ruega por nosotros.

 

Oración a nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús, abogada de las causas desesperadas

 
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