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CONCLUSIONES

 

NOVENA NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

ORACIÓN INICIAL

Oh Virgen, la más dolorosa del mundo después de tu Hijo, a cuyos dolores estuviste perpetuamente asociada: te ruego que me alcances fortaleza para sufrir por mis pecados, como tú sufriste por los nuestros, a fin de que, crucificando mis pasiones y concupiscencias en la cruz de Cristo, llevando la cruz de mi deber por el camino de mi vida, caminando en pos de mi Señor y perseverando constantemente a tu lado, oh Madre mía, al pie de la cruz de tu Hijo, viva siempre y muera contigo, redimido y santificado por la sangre preciosísima de nuestro Redentor. También te pido, por tus dolores, que oigas mi petición en esta novena y, si conviene, me la concedas.

DÍA PRIMERO  Oh Virgen Dolorosa, siendo tú árbol florido y fructuoso, fuiste tan afligida, y yo árbol seco e inútil, quiero vivir regalado y soy impaciente de toda molestia y adversidad. Te ruego me concedas espíritu de penitencia, humildad y mortificación cristiana para imitarte a ti y a tu amado Hijo, crucificado por mí.

Terminar con la oración final para todos los días.

DÍA SEGUNDO  Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste cuando el anciano Simeón te profetizó las contradicciones con que el mundo había de perseguir a tu Hijo, te suplico no permitas que yo me encuentre entre los mundanos enemigos de tu Hijo, sino entre los que profesan dócilmente su doctrina y la reflejan en sus costumbres verdaderamente cristianas, para que sea también de aquellos a quienes Él será resurrección y vida.

Terminar con la oración final para todos los días.

DÍA TERCERO  Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando el soberbio y ambicioso Herodes quiso dar muerte a tu Hijo, que venía a darnos vida, líbrame de toda ambición y soberbia y haz que, en vez de arrojar de mi lado a tu Hijo, le llame a mi, y, pospuestos todos mis intereses, le haga reinar sobre mi, siendo yo su vasallo fiel y obediente, para reinar con él en la gloria.

Terminar con la oración final para todos los días.

DÍA CUARTO  Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste cuando perdiste a tu Hijo en Jerusalén y estuviste tres días buscándole, te suplico que nunca yo le pierda por el pecado y que, si le pierdo, le busque con arrepentimiento, y buscándole, le halle con la sincera confesión en el templo y le conserve con verdadera religión.

Terminar con la oración final para todos los días.

DÍA QUINTO  Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando por la calle de la Amargura acompañaste a tu Hijo hasta el Calvario, haz que yo también le acompañe, llevando la cruz que su providencia me ha dado, con humilde paciencia y digna constancia, sufriendo bien todas las molestias que vengan de mis prójimos.

Terminar con la oración final para todos los días.

DÍA SEXTO  Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando viste a Jesús clavado en la cruz, concédeme que yo me aproveche de los frutos de su pasión, que sea un cristiano verdadero, crucificado con Cristo, y que considere como una honra el padecer y sufrir algo por ser cristiano y practicar las virtudes cristianas.

Terminar con la oración final para todos los días.

DÍA SÉPTIMO  Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste al recibir a tu Hijo muerto y bajado de la cruz, te suplico me alcances el perdón de mis culpas, que fueron la causa de su muerte, y que sus heridas se graben profundamente en mi memoria y mi corazón, como testimonio de su amor, para que le ame hasta la muerte.

Terminar con la oración final para todos los días.

 DÍA OCTAVO Oh Virgen Dolorosa, por el dolor con que acompañaste a tu Hijo a la sepultura y allí le dejaste sepultado, concédeme que yo muera con los auxilios de la religión y sea sepultado entre los fieles cristianos con Cristo, para que, en el día del juicio, merezca resucitar con los verdaderos cristianos y ser llevado a la derecha de Cristo.

Terminar con la oración final para todos los días.

DÍA NOVENO  Oh Virgen Dolorosa, concédeme que así como tú, por tus dolores, recibes gran gloria en el cielo y triunfas allí como reina gloriosa de los mártires, así yo también, después de una vida mortificada con Cristo, merezca vivir eternamente en la gloria, dichoso con Cristo. Concédeme, oh Reina de los mártires, vivir en la cruz con paciencia, morir en la cruz con esperanza y reinar por la cruz con gloria.

Terminar con la oración final para todos los días.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.
Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de hablar en favor nuestro y que aparte su indignación de nosotros. Oh Santísima Madre, hazme esta gracia: fija en mi corazón con eficacia las llagas de Jesús crucificado. Haz que de Cristo en mí lleve la muerte, que participe su pasión y suerte y medite en sus llagas apenado. Para que no arda en los eternos fuegos, defiéndeme tú, oh Virgen, con tus ruegos, en el día del juicio. Y tú, oh Cristo, al salir yo de esta vida, por tu Madre querida, haz que llegue a la palma de victoria. Cuando mi cuerpo muera, haz que mi alma adquiera del paraíso la gloria.

Rezar tres avemarías.

Ruega por nosotros, Virgen dolorosísima, que estuviste constantemente junto a la cruz de Jesucristo.

Nuestra Señora de la Buena Muerte, ruega por nosotros.

Oremos.-Te rogamos, Señor nuestro Jesucristo, que interceda ante tu clemencia la bienaventurada Virgen María tu Madre, cuya alma atravesó la espada de dolor en la hora de tu Pasión. Lo pedimos por ti, oh Jesucristo, Salvador del mundo, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

San José, ruega por nosotros.

 

 

CORONA A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES:

Rezar despacio, meditando estos dolores:

1º Dolor

La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve, María,…



Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra,  Dios te salve.  A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;  a ti suspiramos, gimiendo y llorando,  en este valle de lágrimas.  Ea, pues, Señora, abogada nuestra,  vuelve a nosotros,  esos tus ojos misericordiosos.  Y, después de este destierro,  muéstranos a Jesús,  fruto bendito de tu vientre.  ¡Oh clementísima, OH piadosa,  OH dulce Virgen María!  Ruega por nosotros,  Santa Madre de Dios,  para que seamos dignos  de alcanzar las promesas  de nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Dios te salve María, llena eres de gracia;  el Señor es contigo, bendita tu eres  entre todas las mujeres  y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.  Santa María  Madre de Dios y Madre nuestra  ruega por nosotros pecadores, ahora  y en la hora de nuestra muerte. AMEN.


Fíjense que bonito esto: léanlo... hay que tomarnos con fuerza de la mano de nuestra Madre la Virgen María... Ella nos libra de todo mal y pone en el corazón sagrado de su hijito Jesús nuestras plegarias.

1. La Santísima Virgen María manifestó a Sta. Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

. Pondré paz en sus familias.
. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
. Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
. He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.

 

2º Dolor

La huida a Egipto con Jesús y José.

 
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

 
Dios te salve,


Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra,  Dios te salve.  A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;  a ti suspiramos, gimiendo y llorando,  en este valle de lágrimas.  Ea, pues, Señora, abogada nuestra,  vuelve a nosotros,  esos tus ojos misericordiosos.  Y, después de este destierro,  muéstranos a Jesús,  fruto bendito de tu vientre.  ¡Oh clementísima, OH piadosa,  OH dulce Virgen María!  Ruega por nosotros,  Santa Madre de Dios,  para que seamos dignos  de alcanzar las promesas  de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 
Dios te salve María, llena eres de gracia;  el Señor es contigo, bendita tu eres  entre todas las mujeres  y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.  Santa María  Madre de Dios y Madre nuestra  ruega por nosotros pecadores, ahora  y en la hora de nuestra muerte. AMEN.


Además les agrego la oración del padre Ignacio que es hermosa.

Oración del Padre Ignacio:


A Ti. Señora del Silencio y de la Espera Serena. A Ti María que siempre estuviste
dispuesta a decir Si a la voluntad de Dios;  te pedimos que no dejes de interceder en favor de tus hijos para que cumplan fielmente la misión que les fue confiada en el Reino.
A Ti Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.


Preséntanos a Jesús, así como lo presentaste a los pastores y a los reyes, enséñanos el camino hacia El, ayúdanos a contemplar el gran misterio de su Amor.


María Madre Misericordiosa. Ruega por nosotros a Nuestro Señor Jesucristo.


¡Oh Jesús! Ven a vivir en tus siervos, en el espíritu de tu santidad, en la plenitud de tu poder, en la verdad de tus virtudes, en la perfección de tus caminos, vence al enemigo  con el poder de tu espíritu para la gloria del Padre.


Jesús. hijo de María, tómame como hijo tuyo. Jesús príncipe de paz, dame tu paz.
Jesús, mi redentor, sálvame. Jesús. mi único Juez. Perdóname.


Jesús, pan viviente del cielo, sé mi comida eterna. Concédeme que en toda necesidad llegue a Ti con confianza y humildad diciendo: ¡Ayúdame! Cuando me sienta solo y cansado, cuando fracasen mis planes y esperanzas, cuando me sienta impaciente y me resulte difícil llevar mi cruz; cuando esté enfermo y mi cabeza y mis manos no  puedan trabajar. Cuando otros me fallen... En todas mis dudas y tentaciones te suplico que tu Gracia me pueda asistir en cada momento y siempre: a pesar de mis debilidades y faltas de toda clase, Jesús ayúdame y no me abandones nunca.


Dios, Padre Nuestro que contemplas la Natividad del Señor, concede que la humildad de los pastores, la perseverancia de los reyes, la alegría de los ángeles, la fidelidad de
María y la Paz del Niño Jesús, sean tu bendición para nosotros, hoy y siempre. Amén.


PEDIR POR LAS INTENCIONES PARTICULARES, EN SILENCIO REZAR UN
PADRE NUESTRO, UN AVE MARÍA Y UN GLORIA.

 

3º Dolor


La pérdida de Jesús.


Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.


Dios te salve,


Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra,  Dios te salve.  A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;  a ti suspiramos, gimiendo y llorando,  en este valle de lágrimas.  Ea, pues, Señora, abogada nuestra,  vuelve a nosotros,  esos tus ojos misericordiosos.  Y, después de este destierro,  muéstranos a Jesús,  fruto bendito de tu vientre.  ¡Oh clementísima, OH piadosa,  OH dulce Virgen María!  Ruega por nosotros,  Santa Madre de Dios,  para que seamos dignos  de alcanzar las promesas  de nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Dios te salve María, llena eres de gracia;  el Señor es contigo, bendita tu eres  entre todas las mujeres  y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.  Santa María  Madre de Dios y Madre nuestra  ruega por nosotros pecadores, ahora  y en la hora de nuestra muerte. AMEN.


Oración del Padre Ignacio:


A Tí. Señora del Silencio y de la Espera Serena. A Ti María que siempre estuviste
dispuesta a decir Si a la voluntad de Dios; te pedimos que no dejes de interceder en favor de tus hijos para que cumplan fielmente la misión que les fue confiada en el Reino.
A Tí Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.
Preséntanos a Jesús, así como lo presentaste a los pastores y a los reyes, enséñanos el camino hacia El, ayúdanos a contemplar el gran misterio de su Amor.


María Madre Misericordiosa. Ruega por nosotros a Nuestro Señor Jesucristo.


¡Oh Jesús! Ven a vivir en tus siervos, en el espíritu de tu santidad, en la plenitud de tu poder, en la verdad de tus virtudes, en la perfección de tus caminos, vence al enemigo  con el poder de tu espíritu para la gloria del Padre.


Jesús. hijo de María, tómame como hijo tuyo. Jesús príncipe de paz, dame tu paz.


Jesús, mi redentor, sálvame. Jesús. mi único Juez. Perdóname.


Jesús, pan viviente del cielo, sé mi comida eterna. Concédeme que en toda necesidad llegue a Tí con confianza y humildad diciendo: ¡Ayúdame! Cuando me sienta solo y cansado, cuando fracasen mis planes y esperanzas, cuando me sienta impaciente y me resulte difícil llevar mi cruz; cuando esté enfermo y mi cabeza y mis manos no  puedan trabajar. Cuando otros me fallen... En todas mis dudas y tentaciones te suplico que tu Gracia me pueda asistir en cada momento y siempre: a pesar de mis  debilidades y faltas de toda clase, Jesús ayúdame y no me abandones nunca.


Dios, Padre Nuestro que contemplas la Natividad del Señor, concede que la humildad de los pastores, la perseverancia de los reyes, la alegría de los ángeles, la fidelidad de
María y la Paz del Niño Jesús, sean tu bendición para nosotros, hoy y siempre. Amén.


PEDIR POR LAS INTENCIONES PARTICULARES, EN SILENCIO REZAR UN  PADRE NUESTRO, UN AVE MARÍA Y UN GLORIA.

 

4º Dolor

El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.


Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Dios te salve,

 

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra,  Dios te salve.  A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;  a ti suspiramos, gimiendo y llorando,  en este valle de lágrimas.  Ea, pues, Señora, abogada nuestra,  vuelve a nosotros,  esos tus ojos misericordiosos.  Y, después de este destierro,  muéstranos a Jesús,  fruto bendito de tu vientre.  ¡Oh clementísima, OH piadosa,  OH dulce Virgen María!  Ruega por nosotros,  Santa Madre de Dios,  para que seamos dignos  de alcanzar las promesas  de nuestro Señor Jesucristo. Amén.



Dios te salve María, llena eres de gracia;  el Señor es contigo, bendita tu eres  entre todas las mujeres  y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.  Santa María  Madre de Dios y Madre nuestra  ruega por nosotros pecadores, ahora  y en la hora de nuestra muerte. AMEN.


Oración del Padre Ignacio:


A Ti. Señora del Silencio y de la Espera Serena. A Ti María que siempre estuviste
dispuesta a decir Si a la voluntad de Dios; te pedimos que no dejes de interceder en favor de tus hijos para que cumplan fielmente la misión que les fue confiada en el Reino.


A Ti Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.


Preséntanos a Jesús, así como lo presentaste a los pastores y a los reyes, enséñanos el camino hacia El, ayúdanos a contemplar el gran misterio de su Amor.


María Madre Misericordiosa. Ruega por nosotros a Nuestro Señor Jesucristo.


¡Oh Jesús! Ven a vivir en tus siervos, en el espíritu de tu santidad, en la plenitud de tu poder, en la verdad de tus virtudes, en la perfección de tus caminos, vence al enemigo
con el poder de tu espíritu para la gloria del Padre.


Jesús. hijo de María, tómame como hijo tuyo. Jesús príncipe de paz, dame tu paz.


Jesús, mi redentor, sálvame. Jesús. mi único Juez. Perdóname.


Jesús, pan viviente del cielo, sé mi comida eterna. Concédeme que en toda necesidad llegue a Ti con confianza y humildad diciendo: ¡Ayúdame! Cuando me sienta solo y cansado, cuando fracasen mis planes y esperanzas, cuando me sienta impaciente y me resulte difícil llevar mi cruz; cuando esté enfermo y mi cabeza y mis manos no  puedan trabajar. Cuando otros me fallen... En todas mis dudas y tentaciones te suplico que tu Gracia me pueda asistir en cada momento y siempre: a pesar de mis  debilidades y faltas de toda clase, Jesús ayúdame y no me abandones nunca.


Dios, Padre Nuestro que contemplas la Natividad del Señor, concede que la humildad de los pastores, la perseverancia de los reyes, la alegría de los ángeles, la fidelidad de  María y la Paz del Niño Jesús, sean tu bendición para nosotros, hoy y siempre. Amén.


PEDIR POR LAS INTENCIONES PARTICULARES, EN SILENCIO REZAR UN  PADRE NUESTRO, UN AVE MARÍA Y UN GLORIA.

 

 

 

5º Dolor

La crucifixión y la agonía de Jesús.


Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Dios te salve,

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra,  Dios te salve.  A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;  a ti suspiramos, gimiendo y llorando,  en este valle de lágrimas.  Ea, pues, Señora, abogada nuestra,  vuelve a nosotros,  esos tus ojos misericordiosos.  Y, después de este destierro,  muéstranos a Jesús,  fruto bendito de tu vientre.  ¡Oh clementísima, OH piadosa,  OH dulce Virgen María!  Ruega por nosotros,  Santa Madre de Dios,  para que seamos dignos  de alcanzar las promesas  de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

Dios te salve María, llena eres de gracia;  el Señor es contigo, bendita tu eres  entre todas las mujeres  y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.  Santa María  Madre de Dios y Madre nuestra  ruega por nosotros pecadores, ahora  y en la hora de nuestra muerte. AMEN.

 

 

Oración del Padre Ignacio:


A Ti. Señora del Silencio y de la Espera Serena. A Ti María que siempre estuviste
dispuesta a decir Si a la voluntad de Dios; te pedimos que no dejes de interceder en favor de tus hijos para que cumplan fielmente la misión que les fue confiada en el Reino.


A Ti Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.


Preséntanos a Jesús, así como lo presentaste a los pastores y a los reyes, enséñanos el camino hacia El, ayúdanos a contemplar el gran misterio de su Amor.


María Madre Misericordiosa. Ruega por nosotros a Nuestro Señor Jesucristo.


¡Oh Jesús! Ven a vivir en tus siervos, en el espíritu de tu santidad, en la plenitud de tu poder, en la verdad de tus virtudes, en la perfección de tus caminos, vence al enemigo  con el poder de tu espíritu para la gloria del Padre.


Jesús. hijo de María, tómame como hijo tuyo. Jesús príncipe de paz, dame tu paz.


Jesús, mi redentor, sálvame. Jesús. mi único Juez. Perdóname.


Jesús, pan viviente del cielo, sé mi comida eterna. Concédeme que en toda necesidad llegue a Ti con confianza y humildad diciendo: ¡Ayúdame! Cuando me sienta solo y cansado, cuando fracasen mis planes y esperanzas, cuando me sienta impaciente y me resulte difícil llevar mi cruz; cuando esté enfermo y mi cabeza y mis manos no  puedan trabajar. Cuando otros me fallen... En todas mis dudas y tentaciones te suplico que tu
Gracia me pueda asistir en cada momento y siempre: a pesar de mis  debilidades y faltas de toda clase, Jesús ayúdame y no me abandones nunca.


Dios, Padre Nuestro que contemplas la Natividad del Señor, concede que la humildad de los pastores, la perseverancia de los reyes, la alegría de los ángeles, la fidelidad de  María y la Paz del Niño Jesús, sean tu bendición para nosotros, hoy y siempre. Amén.


PEDIR POR LAS INTENCIONES PARTICULARES, EN SILENCIO REZAR UN
PADRE NUESTRO, UN AVE MARÍA Y UN GLORIA.

 

 

6º Dolor

La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.


Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.


Dios te salve,


Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra,  Dios te salve.  A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;  a ti suspiramos, gimiendo y llorando,  en este valle de lágrimas.  Ea, pues, Señora, abogada nuestra,  vuelve a nosotros,  esos tus ojos misericordiosos.  Y, después de este destierro,  muéstranos a Jesús,  fruto bendito de tu vientre.  ¡Oh clementísima, OH piadosa,  OH dulce Virgen María!  Ruega por nosotros,  Santa Madre de Dios,  para que seamos dignos  de alcanzar las promesas  de nuestro Señor Jesucristo. Amén.



Dios te salve María, llena eres de gracia;  el Señor es contigo, bendita tu eres  entre todas las mujeres  y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.  Santa María  Madre de Dios y Madre nuestra  ruega por nosotros pecadores, ahora  y en la hora de nuestra muerte. AMEN.

 

 

Oración del Padre Ignacio:


A Ti. Señora del Silencio y de la Espera Serena. A Ti María que siempre estuviste
dispuesta a decir Si a la voluntad de Dios; te pedimos que no dejes de interceder en favor de tus hijos para que cumplan fielmente la misión que les fue confiada en el Reino.


A Ti Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.


Preséntanos a Jesús, así como lo presentaste a los pastores y a los reyes, enséñanos el camino hacia El, ayúdanos a contemplar el gran misterio de su Amor.


María Madre Misericordiosa. Ruega por nosotros a Nuestro Señor Jesucristo.


¡Oh Jesús! Ven a vivir en tus siervos, en el espíritu de tu santidad, en la plenitud de tu poder, en la verdad de tus virtudes, en la perfección de tus caminos, vence al enemigo  con el poder de tu espíritu para la gloria del Padre.


Jesús. hijo de María, tómame como hijo tuyo. Jesús príncipe de paz, dame tu paz.
Jesús, mi redentor, sálvame. Jesús. mi único Juez. Perdóname.


Jesús, pan viviente del cielo, sé mi comida eterna. Concédeme que en toda necesidad llegue a Ti con confianza y humildad diciendo: ¡Ayúdame! Cuando me sienta solo y cansado, cuando fracasen mis planes y esperanzas, cuando me sienta impaciente y me resulte difícil llevar mi cruz; cuando esté enfermo y mi cabeza y mis manos no  puedan trabajar. Cuando otros me fallen... En todas mis dudas y tentaciones te suplico que tu Gracia me pueda asistir en cada momento y siempre: a pesar de mis  debilidades y faltas de toda clase, Jesús ayúdame y no me abandones nunca.


Dios, Padre Nuestro que contemplas la Natividad del Señor, concede que la humildad de los pastores, la perseverancia de los reyes, la alegría de los ángeles, la fidelidad de
María y la Paz del Niño Jesús, sean tu bendición para nosotros, hoy y siempre. Amén.


PEDIR POR LAS INTENCIONES PARTICULARES, EN SILENCIO REZAR UN  

PADRE NUESTRO, UN AVE MARÍA Y UN GLORIA.

 

 

7º Dolor

 

El entierro de Jesús y la soledad de María.


Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…

Dios te salve,


Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra,  Dios te salve.  A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;  a ti suspiramos, gimiendo y llorando,  en este valle de lágrimas.  Ea, pues, Señora, abogada nuestra,  vuelve a nosotros,  esos tus ojos misericordiosos.  Y, después de este destierro,  muéstranos a Jesús,  fruto bendito de tu vientre.  ¡Oh clementísima, OH piadosa,  OH dulce Virgen María!  Ruega por nosotros,  Santa Madre de Dios,  para que seamos dignos  de alcanzar las promesas  de nuestro Señor Jesucristo. Amén.



Dios te salve María, llena eres de gracia;  el Señor es contigo, bendita tu eres  entre todas las mujeres  y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.  Santa María  Madre de Dios y Madre nuestra  ruega por nosotros pecadores, ahora  y en la hora de nuestra muerte. AMEN.

 


Oración del Padre Ignacio:


A Ti. Señora del Silencio y de la Espera Serena. A Ti María que siempre estuviste
dispuesta a decir Si a la voluntad de Dios; te pedimos que no dejes de interceder en favor de tus hijos para que cumplan fielmente la misión que les fue confiada en el Reino.
A Ti Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.


Preséntanos a Jesús, así como lo presentaste a los pastores y a los reyes, enséñanos el camino hacia El, ayúdanos a contemplar el gran misterio de su Amor.
María Madre Misericordiosa. Ruega por nosotros a Nuestro Señor Jesucristo.


¡Oh Jesús! Ven a vivir en tus siervos, en el espíritu de tu santidad, en la plenitud de tu poder, en la verdad de tus virtudes, en la perfección de tus caminos, vence al enemigo  con el poder de tu espíritu para la gloria del Padre.


Jesús. hijo de María, tómame como hijo tuyo. Jesús príncipe de paz, dame tu paz.


Jesús, mi redentor, sálvame. Jesús. Mi único Juez. Perdóname.


Jesús, pan viviente del cielo, sé mi comida eterna. Concédeme que en toda necesidad llegue a Ti con confianza y humildad diciendo: ¡Ayúdame! Cuando me sienta solo y cansado, cuando fracasen mis planes y esperanzas, cuando me sienta impaciente y me resulte difícil llevar mi cruz; cuando esté enfermo y mi cabeza y mis manos no  puedan trabajar. Cuando otros me fallen... En todas mis dudas y tentaciones te suplico que tu Gracia me pueda asistir en cada momento y siempre: a pesar de mis  debilidades y faltas de toda clase, Jesús ayúdame y no me abandones nunca.

 

 

 


Dios, Padre Nuestro que contemplas la Natividad del Señor, concede que la humildad de los pastores, la perseverancia de los reyes, la alegría de los ángeles, la fidelidad de
María y la Paz del Niño Jesús, sean tu bendición para nosotros, hoy y siempre. Amén.

 
PEDIR POR LAS INTENCIONES PARTICULARES, EN SILENCIO REZAR UN  PADRE NUESTRO, UN AVE MARÍA Y UN GLORIA.

 

NOVENA NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Hecha la señal de la cruz rezará con devoción el ACTO DE CONTRICIÓN.

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo, en quien espero y a quien amo sobre todas las cosas; humildemente postrado ante vuestra divina majestad, os pido me perdonéis todas las ofensas e ingratitudes que he cometido contra Vos. Conozco, Señor, que soy indigno de parecer ante vuestra presencia; por lo cual vengo a Vos por medio de vuestra amantísima Madre, a la que ruego interceda por mí, para alcanzarme el perdón de los pecados que yo de corazón aborrezco, y propongo con vuestra gracia no volver a cometer. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh María Inmaculada, Santísima Virgen de Lourdes! deseando hacer esta novena con la mayor devoción de mi alma, y responder al llamamiento que en persona de la humilde Bernardita, habéis hecho a todos vuestros hijos, me postro a vuestro pies para escuchar con atención vuestra voz, exponeros mis necesidades y solicitar vuestros amorosos cuidados. No me desechéis, Madre mía, a pesar de mi indignidad; atended únicamente al arrepentimiento que tengo por haber afligido vuestro maternal corazón y renovado la pasión de vuestro amantísimo Hijo, acudid en mi ayuda durante esta santa novena, en la cual me propongo purificar mi alma y conseguir por vuestra intercesión el favor especial que solicito de la Divina Majestad y dar gracias a la misma, por todos los beneficios recibidos (y especialmente por el que es motivo de estos obsequios) Amén.

Leer a continuación las lecturas y oraciones del día que corresponda. (Atención: debido a la extensión de esta novena las páginas pueden tardar un poco en cargarse)

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Inmaculada Señora y Madre mía, por el grande amor que mostrasteis a los hombres, dignándote aparecer en una tosca gruta e instruir a la joven y dichosa Bernardita, os ruego me hagáis merced de alegrar mi corazón con vuestras influencias soberanas. Y así, Señora, como hicisteis brotar en la gruta de Lourdes aquel manantial riquísimo de cristalinas y saludables aguas, para remedio del cuerpo, derramad sobre mi pobre alma las dulcísimas y fértiles aguas de la gracia, que apaguen mi sed por las cosas de la tierra, y limpien mi espíritu para que sea digno de los goces purísimos del cielo. Amén.

1. Nota. Se trata de una bellísima Novena de autor anónimo  y  bastante  extensa ya que incluye secciones históricas donde se detallan los principales sucesos acaecidos durante las apariciones. Escrita para el uso de los miembros de una cofradía dedicada a esta advocación de la Virgen, su practica esta abierta a todo el mundo y desde aquí se invita a su rezo. El ejemplar de donde se ha tomado esta novena data de 1907. Debido a la extensión de la misma se ha dividido aquí en varias páginas con el fin de reducir su tiempo de carga

 

DÍA PRIMERO

Rezar el acto de contrición y la oración preparatoria.

MEDITACIÓN
Los designios de Dios son incomprensibles. Precisamente en un siglo de soberbia y orgullo, en un siglo de racionalismo, que pretendía haber concluido con todo lo sobrenatural y divino; en una nación donde más se trabajaba por extender y propagar todos los errores, que tiene por fundamento no admitir más que el orden puramente natural, razón por la cual se negaba no sólo el pecado original, sino hasta la elevación de la naturaleza humana; donde no se quería admitir la intervención divina en las cosas de. los hombres; precisamente en esa época y en esa nación, es donde Dios Nuestro Señor quiso destruir el fundamento de todos los errores; y para ello, se sirvió del instrumento al parecer más despreciable. De una niña pobre, débil e ignorante, que no sabía otra cosa que rezar el Sto. Rosario, es de quien se valió Dios para vencer al mundo, confundir a los soberbios, humillar a los sabios y conseguir tan señalada victoria. En Lourdes el hecho sobrenatural es permanente, puesto que la fuente misteriosa que allí brota y los efectos asombrosos que sus aguas producen lo evidencian; allí ha recibido el naturalismo su más rudo golpe y la fe una confirmación maravillosa. Guardémonos de todos los errores, que puedan mancillar en lo más mínimo nuestra fe, avivémosla
más y más cada día y repitamos con el Profeta respecto de la Iglesia, lo que él decía de Jerusalén: ¡Séquese, Señor mi mano derecha y quede pegada mi lengua al paladar antes que dejar de amarte y alabarte, oh Iglesia Santa!.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

PARTE HISTÓRICA

Hace pocos años apenas era conocida en el mundo una población situada en la falda de los Pirineos; nadie la nombraba, permaneciendo en la oscuridad del olvido y entre las nieves que coronan sus montañas.

Pero ¡qué cambio más asombroso no se ha verificado! Hoy su nombre corre de boca en boca, ha traspasado los montes, ha salvado las distancias, y es pronunciado con entusiasmo y amor en América como en Europa, en Africa como en Asia, y en la dilatada Oceanía, y singularmente en Filipinas. ¿ Qué prodigo se ha obrado?

Era el once de febrero de mil ochocientos cincuenta y ocho, cuando una sencilla y humilde niña, por nombre Bernardita, al intentar pasar el Gave que corre al oeste de Lourdes para recoger, como su hermana María y otra amiga de ésta, un poco de leña, entre las sinuosidades de las rocas de Massabielle, oyó un ruido como de suave brisa, que lentamente agitaba las ramas de los árboles. Levanta su vista, y sus ojos no distinguen objeto alguno; se reproduce la agitación en las ramas y vuelve a mirar; a sus ojos aparece entonces una visión celestial. Una Señora rodeada de una claridad que brilla más que el sol, pero que ni daña ni ofusca como éste, sino que por el contrario atrae y admira; una Señora de incomparable hermosura, cubierta con un velo blanquísimo, mas que la nieve que se halla en la cima de las próximas colinas, y ceñida con un cinturón azul. Los pies de tan admirable hermosura descansan en la roca, rozando ligeramente el ramaje de un rosal silvestre, dejando ver sobre cada uno de ellos una rosa de oro. Sus manos cruzadas tenían un rosario, cuyas cuentas de alabastro, engarzadas con cadena de oro, se deslizaban entre sus dedos, guardando, sin embargo, un silencio misterioso. Los ojos de la excelsa Señora se habían fijado llenos de benignidad en la niña, que se hallaba asombrada, extasiada y como fuera de sí. Aquella hizo la señal de la cruz, y la niña entonces tomando su rosario, empezó a rezarlo, durando la visión celestial hasta que lo terminó; y concluido, la celestial Aparición volvió a la eterna morada, de donde había venido, dejando en pos de sí un rayo luminoso, que al poco tiempo también se desvaneció.

 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Oh Inmaculada María! Os pido humildemente la gracia de que se acreciente más y más cada día nuestra fe, y que obtengáis un rayo de luz divina para los que están sentados en las tinieblas del pecado. Extended más el reino de Dios, desterrad de entre nosotros todos los errores, y haced que Filipinas, y esta ciudad principalmente, tengan siempre como su mayor gloria vivir en la fe de vuestro Smo. Hijo y que sus habitantes permanezcan unidos a la Santa Iglesia Romana hasta el último suspiro. Con este objeto os rezamos las siguientes Avemarías y deprecaciones.

Tres AVEMARÍAS, añadiendo después de cada una "VIRGEN, DE LOURDES, ROGAD POR NOSOTROS".

 

ORACIÓN DE SAN BERNARDO

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos; animado con esta confianza a Vos también acudo, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana; no desechéis, Madre de Dios, mis humildes súplicas, antes bien escuchadlas y dignaos acogerlas benignamente. Amén.

Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc.

 



DÍA SEGUNDO

Rezar el acto de contrición y la oración preparatoria.

MEDITACIÓN
Uno de los documentos más importantes de la vida cristiana es la práctica de la oración. Ella es el medio ordinario que Dios ha puesto en manos del hombre para conseguir el remedio de todas sus necesidades. Sube al cielo nuestra oración y baja sobre nosotros la divina compasión y misericordia en forma de mil favores y gracias soberanas. "Pedid y recibiréis," nos tiene dicho nuestro Divino Salvador, "Buscad y encontraréis, llamad, y se os abrirá."

No hay cosa que así purifique de ignorancias el entendimiento y de afectos desordenados el corazón como la oración, la cual inflama a este con el fuego del divino amor y llena a aquel de divina claridad y luz celestial: es agua de bendición, cuyo riego hace reverdecer y florecer las plantas de los buenos deseos, y lava nuestras almas de las pasiones que tiene el corazón.

"Oremos" dijo Bernardita "y pasemos el rosario". Oremos también nosotros con ella y seamos constantes en la oración, pues sólo así podremos vernos libres de los lazos y asechanzas que continuamente nos está armando nuestro infernal enemigo. Oremos sin intermisión, como nos lo aconseja el Apóstol, y oremos con fervor, porque los tiempos en que vivimos son malos, y la tempestad arrecia por momentos y sólo con la oración podremos salir ilesos de entre tantos peligros a que estamos expuestos.

Medítese sobre lo leído y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta novena.

 PARTE HISTÓRICA

El domingo siguiente al primer día de la aparición, habiendo obtenido el permiso la niña Bernardita de su piadosa madre, para volver a la gruta, se dirigió a ella a la hora de medio día, acompañada de su hermana y otras niñas. El grupo juvenil comenzó por entrar en la Iglesia para orar un instante y llenar de agua bendita un frasquito que llevaban preparado.

Pónense después en camino y llegan al sitio tan deseado; el sol estaba radiante: "Oremos", dijo Bernardita, "y pasemos el rosario…" De repente, su rostro aparece transfigurado, su mirada se ilumina, se conmueven sus facciones: era que la maravillosa aparición acababa de manifestarse a sus ojos. Veía a la misma Señora resplandeciente de una gracia celestial, de una belleza sin igual. Sus pies descansaban en la roca dentro del nicho.

"Mirad, exclama Bernardita, ahí está". Pero ¡ay! a sus amigas no les era dado contemplar tanta hermosura, y no pudieron ver lo que extasiaba a Bernardita. Recibiendo ésta de una de sus amigas el agua bendita, roció a la Aparición, diciendo: "Si venís de parte de Dios, acercaos". A estas palabras, la Virgen graciosamente se inclina varias veces y se adelanta casi hasta el borde de la roca, pareciendo que se sonreía.

"Si venís de parte de Dios, acercaos!" repetía Bernardita; y luego prosternándose, como subyugada por aquella inefable hermosura, continuó rezando el rosario, que la Virgen parecía escuchar, deslizando ella también el suyo entre sus dedos. Concluido el rosario, la visión desapareció.

 ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Oh Virgen Inmaculada, Santísima Madre mía! Ya veo las lecciones de vida eterna que me dais en la gruta de Lourdes. Me enseñáis la práctica de la oración tan recomendada por vuestro Santísimo Hijo; y en la especial complacencia con que pasáis las cuentas del rosario que pende de vuestras manos, mientras Bernardita pasa devotamente las del suyo, me dais a entender el agrado con que miráis esta hermosa devoción y cuánto os place que vuestros siervos os honren e invoquen con ella. Así lo haré Señora, y desde hoy me propongo no pasar día alguno sin rezar una parte al menos del santo rosario. Os ruego me mantengáis constante en este mi propósito y que lo rece siempre con fervor y devoción, os saludo ahora con las siguientes Avemarías y deprecaciones.

 Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc.

DÍA TERCERO

Rezar el acto de contrición y la oración preparatoria.

MEDITACIÓN
Grande y sublime es el interés y solicitud de María para con los hombres. "No sólo no me opongo", le dice a Bernardita, "a que vengan contigo tus compañeras, sino que deseo venga mucha gente". La criatura mas excelsa, la Reina de los Cielos, la Madre de Dios, llama a los hombres, les invita y desea que se le acerquen y le expongan sus necesidades con la más viva confianza, porque poderosa es ante su Santísimo Hijo para obtener el remedio de todas ellas. Hijos de los hombres ¿os negaréis a acudir al llamamiento de tan amorosa madre? Si vuestra inteligencia está ofuscada por las tinieblas del error, si vuestra voluntad está aficionada a objetos pecaminosos, si vuestro corazón es juguete de viles y abominables pasiones, si os halláis en grandes necesidades y aflicciones o gemís bajo el peso de molestas e importunas tentaciones, ¿por qué no acudís a María que os llama con aquellas dulcísimas palabras de su Divino Hijo: "Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cansados, que yo os aliviaré?.

Mas aunque la Virgen Santísima llama a todos los hombres, y a todos los ama, Ella ha manifestado especial predilección por los congregantes que la honran conformando su vida con las reglas de las Asociaciones o Cofradías a que pertenecen;. y ciertamente pueden prometerse de Ella especiales favores y más particular protección. Afiliados a sus banderas, mostrémonos en todo tiempo verdaderos siervos suyos, no nos avergoncemos jamás de parecer devotos de esta Señora ni de ostentar visiblemente en las ocasiones oportunas el distintivo de tales, pues en verdad no nos rebaja ni envilece, antes sí nos ensalza y dignifica. Ella lo ha dicho: "Yo amo a los que me aman. Los que me esclarecen, obtendrán la vida eterna."

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 PARTE HISTÓRICA

Después de oír la Santa Misa el día 18 de Febrero a las seis de la mañana, Bernardita se dirigía a la Gruta con una señora de Lourdes y una joven de la Congregación de María. Llegada primera la niña, se arrodilla, empieza a rezar el Rosario, y al poco tiempo ve una luz clarísima que iluminaba el hueco de la peña, y al momento la celestial Visión. Oye la voz que llama, y ve que la aparición con su mano le hace señas para que se aproxime. "Ahí está, dice a sus compañeras, (que ya lo habían imaginado, al ver su rostro transfigurado por el éxtasis) y me hace señas para que me acerque". "Pregúntala si le molesta que estemos aquí contigo".

Bernardita mira a la Virgen y después de breve rato contestó: "Podéis quedaros". Las dos mujeres se arrodillaron y encendieron un cirio bendito, que habían llevado consigo. Adelantándose la niña, a instancia de sus compañeras, recibiendo de éstas el papel, la tinta y la pluma que le daban presentó estos objetos a la Aparición, diciéndole: Señora mía, si tenéis algo que comunicarme, quisiera que tuvieseis la bondad de escribir en este papel quién sois y qué deseáis. La Virgen se sonrió al oír tan sencilla petición y entreabriendo sus labios dijo: "Lo que tengo que deciros no es necesario escribirlo. Hacedme únicamente el favor de venir aquí durante quince días." Os lo prometo, respondió Bernardita.

"Y yo a mi vez te prometo hacerte dichosa, repitió la Virgen, no en este mundo, sino en el otro". Bernardita, sin perder de vista la Aparición, se volvió hacia sus compañeras, pero notó que la Virgen fijó su mirada y detuvo largo rato su vista con complacencia en la joven que pertenecía a la Congregación de María. "La Señora te mira en este momento." Antonia, así se llamaba la joven, oyó con sumo gozo y como enajenada estas palabras y vivió siempre con este recuerdo.

"Pregúntala si la molestará que vengamos a acompañarte."
"Pueden venir contigo, respondió la Santísima Virgen, no sólo ellas sino otras personas; deseo ver aquí mucha gente."

 ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Virgen Santísima de Lourdes! agradecido a los innumerables beneficios que por vuestra mediación he recibido, y especialmente al de haber descendido del cielo a la tierra para llamarme, me ofrezco de nuevo a vuestro servicio, y os consagro mis potencias y sentidos, prefiriendo mil veces morir antes que ofender a vuestro divino Hijo, mi Redentor y todo mi bien. Confirmad Señora este mi buen deseo, y haced que sea fiel devoto vuestro en la tierra, para reinar eternamente con vos en el cielo. Y a fin de alcanzar este favor, os saludo con las siguientes Avemarías y deprecaciones.


Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc.

 

DÍA CUARTO

Rezar el acto de contrición y la oración preparatoria.

MEDITACIÓN
Deseo grande es el de la Santísima Virgen, que se ruege por los pecadores. Y ciertamente no puede menos de ser así: creado el mundo por Dios para su gloria; hecho el hombre a su imagen y semejanza, y redimido después a costa de la sangre preciosísima de su Santísimo Hijo, está en el deber de honrarle, servirle y reverenciarle; pero, ¡oh dolor!, los hombres se han vuelto contra su Dios y Señor y continuamente le ofenden. No se puede oír sin angustiarse tantas blasfemias horribles; no se puede mirar, sin exhalar un grito de dolor, la profanación de los santos días del Señor, convertidos hoy por la perversión de los hombres, en días de labor, de bacanales inmundas y orgías sangrientas. Las naciones se han levantado contra Cristo y su Iglesia: el error y la impiedad dominan por todas partes, y la sensualidad sube como una ola, sobre la generación presente, amenazando sumergirla. ¿Qué hacer? Rogar a Dios... Se pierden tantas almas todos los días… y ¿habremos de estar ociosos? Este es uno de los fines de esta Cofradía; pedir a Dios por los pecadores. ¿Lo cumplimos fielmente? ¿Dedicamos todos los días un rato de oración por la disminución de las culpas? Meditemos en la tristeza que demostró en esta Aparición la Santísima Virgen, y propongámonos disminuir los pecados en nosotros y en nuestros prójimos y especialmente la blasfemia y la profanación de los días festivos.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 PARTE HISTÓRICA

La noticia de las apariciones, así como la promesa que había hecho Bernardita de ir al lugar de las manifestaciones durante quince días, se había extendido por toda la comarca. De todas partes acudían a la Gruta, y millares de personas al salir el sol, el día 21 de Febrero se hallaban reunidas, esperando ver lo que en las rocas de Massabielle se verificaba.

La niña por su parte, cumpliendo la promesa hecha a la Señora, y atravesando por medio de la multitud, sin afectación pero también sin perturbarse, llega a las proximidades del nicho. A los pocos momentos desfigúrase su rostro, volviéndose radiante; todas sus facciones se elevan, y como si penetrase en una región superior, expresaban sentimientos que no son de este mundo. La boca entreabierta, estaba como petrificada de admiración; sus ojos fijos y bienaventurados contemplaban una hermosura divina que ningún otro veía pero que todos presentían, viéndola, por decirlo así, en la reverberación de la cara de la niña.

A su lado se hallaba el Dr. Dozous y al verla en esta situación, la observa detenidamente, la toma el pulso, y después de un rato exclama: "No, esta no es la rigidez de la catalepsia; aquí no hay excitación febril, ni el éxtasis inconsciente de los alucinados; aquí hay un hecho extraordinario completamente para la medicina."

En aquel momento, la niña arrodillada da algunos pasos, y avanza en esta actitud, hacia el interior de la Gruta. La Madre de la misericordia pareció recorrer con mirada triste la tierra. Bernardita, al verla llena de dolor, exclama: ¿ Qué tenéis? ¿ Qué es preciso hacer?

Responde la excelsa Madre de Dios: "Rezar por los pecadores". Entretanto el corazón de la inocente pastorcilla se llena de amargura, por ver el dolor que manifiesta la santísima Virgen; y la fisonomía que antes aparecía radiante, se cubre de una indecible tristeza, al tiempo que de sus ojos se desprenden dos gruesas lágrimas que ruedan por sus mejillas, donde se detienen sin caer hasta la tierra.

 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Oh Madre del amor hermoso, del temor y de la santa esperanza! A vuestros pies vengo lloroso, avergonzado y confuso. Yo soy el que con mis pecados llené de amargura vuestro corazón y de tristeza vuestro rostro. Mas no quiero desesperar sabiendo que sois toda benigna y que recibís con entrañas de misericordia a todo el que acude a Vos arrepentido. A Vos acudo, Señora, con el corazón desgarrado por el dolor de mis culpas y resuelto a morir mil veces antes que volver a cometerlas. Volved hacia mí esos vuestros ojos misericordiosos y salvadme. Mirad también compasiva a todos los pecadores y atraedlos a la gracia de vuestro Santísimo Hijo. Por la conversión y salvación de ellos os rezo las siguientes Avemarías y deprecaciones:

Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc.

DÍA QUINTO

Rezar el acto de contrición y la oración preparatoria.

 MEDITACIÓN
Ya nos lo tiene dicho Jesucristo. "Si el mundo os aborrece, sabed que antes me aborreció a Mí." Todo el que quiera vivir y ser de Cristo, ha de pasar por la tribulación y por las amarguras de la persecución. El mundo no puede conformarse con las máximas del Señor porque son opuestas a las suyas. De aquí las ironías y escarnios de que son objeto de parte de los mundanos los que se entregan a la devoción, y procuran santificar su alma llevando una vida conforme a los principios del Evangelio. No obstante, en esta lucha del mal contra el bien, no habemos de desmayar; si el mundo nos critica, nos ridiculiza y zahiere, tenemos en cambio en nosotros mismos el testimonio de la buena conciencia y la aprobación y complacencia de Dios y de toda la corte celestial.

Nunca miró la Virgen a Bernardita con ojos más benignos y complacientes, que cuando la vio perseguida y calumniada.

El Señor envía a sus siervos las tribulaciones para probar su fidelidad, para purificarlos más y más de sus imperfecciones y para darles ocasión de ganar mayores méritos para la vida eterna. Las penas y trabajos de esta vida son como el sello de las complacencias de Dios sobre un alma. Nadie amó a Dios en el mundo ni de Dios fue tan amado como Jesús y María, pero nadie tampoco sufrió en esta vida tanto como ellos sufrieron.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 PARTE HISTÓRICA

Los sucesos acaecidos en la Gruta eran tan públicos y extraordinarios que nadie pudo permanecer indiferente. La impiedad, viendo progresar el entusiasmo religioso, y deseosa de concluir con aquella manifestación de lo sobrenatural, que eran su palmaria condenación, quiso valerse de la fuerza y de la amenaza, como en efecto lo hizo llevando a Bernardita por los tribunales y conminándola con penas y castigos incluso con encerrarla en la cárcel. A la edad que tenía la niña, bien podía creer la impiedad seguro su triunfo; pero ignoraba lo que es el poder y la gracia de Dios, que se complace en escoger la más débil para confundir lo más fuerte según el mundo. Así es, que a pesar de las prohibiciones que se habían hecho a la niña, sintiendo ésta una fuerte inspiración que la llamaba hacia la gruta, en la mañana del veintitrés de febrero, se dirigió a ella. Arrodillada, con un cirio en una mano y el rosario en la otra, empezó a rezarlo, cuando al poco tiempo, la multitud advierte la súbita transformación de su rostro. La augusta Soberana del Paraíso detuvo sobre la pobre niña una mirada llena de inexplicable ternura, pareciendo amarla más desde que había sufrido. Luego la llamó amorosamente por su propio nombre:- "¡Bernardita! -Aquí estoy", respondió la niña Y la Virgen Sma. entabló con ella una conversación íntima, y aun pudiera decirse familiar. En aquella misteriosa intimidad le reveló un secreto para ella sola. "Y ahora," le dijo, "id a decir a los sacerdotes que quiero se me edifique aquí una capilla." Y al pronunciar estas palabras, la fisonomía de la Virgen Sma., su mirada y su ademán parecían prometer que allí repartiría gracias sin cuento. Bernardita cumplió fielmente el encargo que se la había hecho.

 ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Santísima Virgen María, Madre mía! A vos me llego fatigado y sin fuerzas de tanto luchar con las adversidades de la vida. Mi corazón, cual frágil navecilla, es llevado por los vientos de las tribulaciones a merced de las olas desenfrenadas de los vaivenes del mundo y corre a cada momento peligro de dar en los escollos del pecado o en el abismo de la desesperación. A vos levanto mis ojos que sois la Estrella de los mares; mostradme el rumbo seguro, guiad vos misma la nave para que no naufrague en el mar proceloso de las tentaciones y trabajos, sino que llegue al feliz puerto de la salvación eterna. Para conseguir esta gracia os saludo con las siguientes Avemarías y deprecaciones:

Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc.

DÍA SEXTO

Rezar el acto de contrición y la oración preparatoria.

 

MEDITACIÓN
Después de recomendarnos la Sma. Virgen que roguemos por los pecadores nos recomienda también que nos arrepintamos y hagamos penitencia de nuestros pecados. Es muy digna de consideración aquella insistente repetición de la palabra: "Penitencia, penitencia, penitencia." Es como el grito amoroso de alarma salido del corazón de una madre, que ve en grave peligro a su amado hijo. Viendo en efecto desde la eterna morada los pecados e iniquidades que continuamente se cometen en el mundo; oprimido su corazón, de un lado por las ofensas que se hacen a Dios, y de otro por los castigos a que se hacen acreedores los hombres; viendo ya la divina diestra levantada para descargar el golpe sobre los miserables pecadores, se adelanta, baja a la tierra y nos advierte con solicitud maternal que hagamos penitencia de nuestros pecados, pues sólo haciéndola muy humilde y dolorosa, podremos vernos libres de los castigos que nos amenazan. Tal vez a ninguna otra época se puedan aplicar con más propiedad que a la presente las palabras del Bautista: "Haced penitencia, porque ya está el hacha puesta a la raíz del árbol, y todo árbol que no lleve buen fruto será cortado y arrojado al fuego." Grabemos en nuestro corazón estas palabras del Bautista, y hagamos una verdadera y digna penitencia de nuestros pecados.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 PARTE HISTÓRICA

Los sucesos milagrosos se imponían a todos en Lourdes y sus cercanías. La multitud que acudía continuamente a la Gruta y las admirables transformaciones que se referían de Bernardita, habían excitado la curiosidad aún de aquellos que hasta entonces por un soberano desdén hacia lo que ellos llamaban superstición, no habían querido mezclarse con la multitud para examinar de cerca los hechos; resolvieron, pues, acudir en adelante a la Gruta, siquiera fuese para presenciar la decepción popular. Uno de esos espíritus fuertes o librepensadores, que no creía en nada de lo sobrenatural acudió a la Gruta el día siguiente a aquel en que la Santísima Virgen había encargado se le edificase una capilla. El mismo nos va a referir sus impresiones nada sospechosas.

"Llegué," dice el Sr. Estrada, "muy dispuesto a examinarlo todo, y para ser franco a burlarme y reírme, esperando encontrarme con una comedia o con una farsa grotesca. Una inmensa multitud se iba reuniendo poco a poco alrededor de aquellos lugares, admirándome interiormente la sencillez de tantos necios y riéndome de la credulidad de una porción de mujeres que se habían arrodillado devotamente delante de las rocas. A la hora acostumbrada, hacia la salida del sol llegó Bernardita. Gracias a los esfuerzos que hice, pude, no sin harto trabajo, ponerme en primera fila, cerca de ella. Arrodillóse con naturalidad sin turbarse ni aturdirse por la muchedumbre que la rodeaba, sacó un rosario y principió a rezarlo. Bien pronto sus ojos parecieron recibir y reflejar una luz desconocida, quedándose fija, y deteniéndose maravillada, extasiada, radiante de felicidad, en la abertura de la roca. Miré en aquella dirección y nada vi, a no ser las desnudas ramas del rosal silvestre. Y no obstante ¿qué os diré? Ante la transfiguración de la niña, todas mis preocupaciones anteriores, todas mis objeciones filosóficas, todas mis negaciones preconcebidas cayeron de un golpe, haciendo lugar a un sentimiento extraordinario que me sobrecogió a mi pesar. Sentí la certidumbre de que allí se encontraba, un ser misterioso. Súbita y completamente transfigurada Bernardita, no era ya Bernardita; era un ángel del cielo. Su actitud, sus movimientos, sus menores ademanes, su manera, por ejemplo, de hacer la señal de la cruz, tenían una nobleza, una dignidad, una grandeza tan admirable, que si en el cielo se persignasen, solo pueden hacerlo como Bernardita en éxtasis. Yo estaba profundamente conmovido; procuraba retener el aliento para oír el coloquio entablado entre la Virgen y la niña, expresando ésta de ordinario a la par que un profundo respeto una inmensa alegría, aunque a veces una nube de tristeza venía a velar momentáneamente su rostro. Durante todo aquel tiempo conservaba su rosario en la mano, ora inmóvil abismada en la contemplación de aquel ser divino, ora pasándolo irregularmente entre sus dedos, o ya tomando el movimiento ordinario." Hasta aquí el Sr. Estrada.

En un momento dado Bernardita se adelantó andando sobre sus rodillas desde el punto donde rezaba, es decir, desde las orillas del Gave hasta el fondo de la Gruta, que se hallaba a unos quince metros. Mientras subía aquella pendiente algo escarpada; oyó de los labios benditísimos de la Virgen Santísima estas palabras: "Penitencia, penitencia, penitencia," las cuales repetidas por Bernardita, fueron oídas muy distintamente por las personas que se hallaban a su lado.

 ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Postrado ante el trono de vuestra majestad, Dios mío, yo imploro vuestra piedad y misericordia. Vengo a Vos arrepentido, como el hijo pródigo, por haberme alejado de Vos por el pecado, y quisiera borrar con mis lágrimas y aún con mi sangre las ofensas que os he hecho. ¡Perdón! Señor; no lo merezco, porque muchas veces he despreciado vuestra gracia y reincidido en las mis culpas; pero en este día siento movido mi corazón con especial arrepentimiento de mis pecados, y deseos de no volverlos a cometer jamás. Vos, Madre de misericordia, que no queréis la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; Vos que me amonestáis por medio de Bernardita que haga penitencia de mis pecados, Vos ayudadme a hacerla digna y cumplida de todos ellos. Y para que me alcancéis la gracia de no volverlos a cometer, os rezo las siguientes Avemarías y deprecaciones.


Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc.

DÍA SÉPTIMO

Rezar el acto de contrición y la oración preparatoria.

MEDITACIÓN
Muy grande y soberano es el premio que está prometido a la obediencia. Bernardita ve el agua cenagosa, que en pequeña cantidad manaba en el hoyo que había hecho en la tierra; oye el mandato de la Visión de beber aquella agua y lavarse con ella y cumpliéndolo fielmente merece que la Virgen fije en ella una mirada benignísima pagándole así con creces el esfuerzo que hizo al cumplir su mandato. Nada costará quizás tanto a nuestro orgullo, como habernos de humillar a confesar nuestros pecados al ministro de Dios. Mas, ¡Oh! Si los pecadores supiesen las delicias que están escondidas en la piscina saludable de la penitencia, ciertamente se apresurarían a lavarse en ella y purificarse de todas sus culpas; si conociesen el riquísimo don que Jesús les ofrece; si acudiesen a la invitación que les hace Jesús diciéndoles: "bebed de esta agua", se convencerían de que la alegría y paz interior que se halla en sacramento de la penitencia, excede a toda paz y alegría humana, y que los consuelos que proporciona, son sobre todo encarecimiento. Haced la prueba, pecadores, y lo experimentaréis.

Que sea el principal fruto, que saquemos de esta Novena, el hacer en obsequio a la Virgen Sma. una buena confesión antes de terminarla.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 PARTE HISTÓRICA

Cada día crecía el inmenso oleaje de personas, que acudían a la Gruta. Arrastrados por la universal admiración habían ido muchos escépticos, librepensadores y curiosos, con el objeto de burlarse o de hallar alguna superchería indigna. En esta disposición de ánimo se hallaban, cuando el 25 de febrero se presentó Bernardita, en cumplimiento de la promesa que había hecho a la celestial Visión, de ir a la Gruta durante quince días; y sobrecogidos por una emoción inexplicable, al ver a la niña, se descubrieron y se arrodillaron como todos los demás. La favorecida pastorcilla, sin cuidarse de nada de cuanto la rodeaba, y pensando sólo en la celestial Aparición, se arrodilló y se puso en oración. Al poco tiempo su faz se transforma y todos creen ver a la Santísima Virgen, en los rayos de luz que se reflejaban en las facciones de Bernardita, a la manera que por los rayos de luz que iluminan las cumbres de las montañas, conocemos que el sol está presente en nuestro horizonte.

Una misteriosa conversación se advierte entre la Reina de los cielos y la humilde pastorcita de la tierra, no desdeñando aquella comunicar a ésta un tercer secreto, Y ahora, añadió la Virgen después de una pausa, ve a beber y lavarte en la fuente y come la yerba que brota junto a ella. Bernardita se quedó suspensa al oír la palabra fuente, y sin apartar los ojos de la Virgen, se dirigió hacia el río, pues por aquellos parajes no había más agua que la que arrastraba el Gave a algunos pasos de las rocas.

Una palabra y un ademán de la Aparición la detuvieron en su camino. "No es ahí" le dijo; "yo no te he dicho que bebas en el Gave sino en la fuente que está aquí". Bernardita empezó a escarbar en la tierra, en el lugar que le indicaba la Aparición. De improviso el fondo de aquella cavidad abierta por la niña tornóse húmedo. Una agua misteriosa comenzó a filtrarse gota a gota bajo las manos de Bernardita, y a llenar aquel hueco del tamaño de un vaso que acababa de formarse.

Aquella agua, al mezclarse con la tierra removida por las manos de la niña, no formaba en un principio más que barro. Bernardita trató por tres veces de llevar a sus labios aquel cenagoso líquido; pero por tres veces fue tan fuerte su aversión, que lo arrojó sin tener fuerzas para tragarlo. No obstante quería ante todo obedecer a la radiante Aparición, y a la cuarta vez, venció su repugnancia, bebió, se lavó, y comió un poco de la planta campestre que brotaba al pié de la roca.

Cuando Bernardita cumplió todas las órdenes que había recibido, la Virgen fijó en ella una mirada llena de satisfacción y a los pocos instantes desapareció.

 ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Santísima Virgen María, Madre mía! Acercándome ya al final de este novena que estoy celebrando en obsequio y honor vuestro, no quiero resistir más a los llamamientos interiores que me incitan a sellarla con una buena confesión de todas mis culpas. Sí, quiero confesarme bien para recibir dignamente a Vuestro Santísimo Hijo el último día de la Novena. Vos, Señora que me inspiráis este deseo, alcanzadme gracia para practicarlo, a fin de que mi confesión sea grata a los divinos ojos, y mi alma quede enteramente purificada, y lleve en adelante una vida perfectamente cristiana y conforme con los preceptos de la ley divina. Con este objeto os rezo las siguientes Avemarías y deprecaciones:

Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc

DÍA OCTAVO

Rezar el acto de contrición y la oración preparatoria.

MEDITACIÓN
Digna de consideración es la manera de brotar el agua de la fuente milagrosa. Primeramente empieza el agua a abrirse paso gota a gota, poco después es ya un hilito apenas perceptible; y creciendo sin cesar llega a formarse una fuente que arroja diariamente más de cien mil litros de agua. La oración tiene que ser perseverante. Por eso dejan de recibirse muchas veces las gracias y favores que se piden al Señor y a la Santísima Virgen, porque no se piden con constancia, pues por razones misteriosas no se conceden de ordinario sino después de instar y de perseverar en la oración. Las gracias que uno recibe a la manera de la fuente milagrosa, generalmente no producen cambios repentinos, por cuya razón se ha dicho que nadie de repente se hace santo, así como ninguno llega de un solo golpe a ser sumamente malo. Puede Dios nuestro Señor en un solo momento concedernos gracias eficacísimas, que produzcan en nosotros una transformación súbita, pero de ordinario nos las concede según es nuestra cooperación y correspondencia a ellas. En todos los días ¡cuántas veces habrá Dios tocado, nuestros corazones!... ¿Y será posible que permanezcamos sordos y no acudamos a sus llamamientos...? Una fuente abundante de todas las gracias tenemos en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Es el Autor de todo bien, Jesús, quien desde la sacratísima Hostia nos dice: "Venid a Mí todos." Acerquémonos a esta fuente del amor divino para apagar la sed que sentimos por las cosas de la tierra, y no desear sino las celestiales y eternas.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 PARTE HISTÓRICA

El agua que al principio tan tenuemente brotaba de las entrañas de la tierra iba paulatinamente aumentándose hasta llegar a ser una fuente caudalosa. Las gentes, impulsadas por una secreta inspiración, acudían a beber de aquella agua, y hasta los enfermos, reputados por la ciencia muchos de ellos, incurables, al ser bañados, sanaban de sus dolencias. Con estos prodigios, el entusiasmo religioso y la devoción se acrecentaban por momentos; y el pueblo, a pesar de que la Aparición no había dicho quién era, creía que no podía ser otra que la Madre de Dios. Bernardita, que ansiaba también saber quién era la hermosa Señora, al verla el 25 de Marzo, como siempre, rodeada de luz indescriptible y con una bondad sin igual, se atrevió a decirla:

"Señora, ¿tendréis la bondad de decirme quién sois y cuál es vuestro nombre?".

La bendita Aparición sonrió sin contestar, Animada por su benevolencia, Bernardita insistió: "oh Señora! ¿queréis tener la bondad de decirme vuestro nombre?" Los resplandores de la Aparición aumentaron, como si fuese creciendo en alegría; pero tampoco respondió. Bernardita, extasiada ante esta hermosura, redobló sus instancias, pronunciando por tercera vez estas palabras: "Señora, ¿queréis tener la bondad de decirme cuál es vuestro nombre?" A pesar de tantas instancias, la Aparición permanecía silenciosa. La niña, como si una inspiración superior la guiara, por cuarta vez dijo: "¡Oh Señora! os lo suplico, queréis tener la bondad de decirme quién sois y cómo os llamáis? A esta última súplica, la Aparición desplegó las manos, suspendió del brazo derecho el rosario, abrió los brazos y los inclinó al suelo, corno para indicar las bendiciones que derramaría sobre la tierra. Después elevándolos hacia el cielo, pronunció con una gratitud indecible: "Yo soy la Inmaculada Concepción."

 ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Oh Inmaculada María; toda hermosa, pura y sin mancha desde el primer instante de vuestra Concepción! Alcanzadme la pureza de alma y cuerpo, y la limpieza de toda culpa, para que pueda acercarme dignamente al Santísimo Sacramento del altar. Si el ciervo sediento corre presuroso a las aguas cristalinas para apagar su sed, sedienta se halla mi alma, por acercarse a ese Sacramento de bondad y de amor. Obtenedme, Virgen Santa, tal gracia al recibir mañana a vuestro Santísimo Hijo en la comunión, que jamás llegue a echarlo de mi alma por el pecado, porque sin Jesús, que es mm vida, mi dicha y todo mi consuelo, no puedo vivir, ni tener paz en mi corazón. Para conseguir esto os saludo con las siguientes Avemarías y deprecaciones.

Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc.

DÍA NOVENO

Rezar el acto de contrición y la oración preparatoria.

 MEDITACIÓN
Gran consuelo es para nosotros el considerar la solicitud maternal de María para con los hombres. Nadie puede llegar a comprender en esta vida, todo lo que María ha hecho y hace para salvarnos. Siendo Ella la Madre de la misericordia, como la llama la Iglesia, es el medio por donde nos vienen todas las gracias que Dios quiere dispensarnos.

Con gran ternura las comunica al justo, para que persevere en el servicio del Señor; con gran solicitud las procura y se las envía al pecador, para que, aún en medio dé sus extravíos, no se endurezca su corazón, y vuelva en sí, y se convierta y se salve. Si alguno se pierde, no eche a nadie más que a sí mismo la culpa de su perdición, porque Dios nos ha descubierto en su Madre en estos últimos tiempos por medio de Bernardita, todos los tesoros de su gracia y de su amor. Nosotros que tenemos la dicha de ser el objeto de la solicitud maternal de María y que nos hemos consagrado a Ella ingresando en su Cofradía, conduzcámonos como verdaderos hijos y devotos suyos, cumpliendo con las obligaciones que contrajimos al ser regenerados en las aguas del bautismo; pues en esto consiste la verdadera y principal devoción a María. Huyamos con sumo cuidado y diligencia de todo aquello que puede apartarnos del recto camino que nos conduce al cielo; de las malas lecturas, de los falsos amigos, de las reuniones peligrosas, pues guardándonos a nosotros mismos, Dios también nos guardará y nos sostendrá para que no caigamos de su divina gracia.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Noveno.

 PARTE HISTÓRICA

Dieciocho veces se había aparecido la Sma. Virgen a Bernardita, siendo la última en el día que la Iglesia dedica en honor de Nuestra Señora del Carmen. Multitud de gentes en muchas ocasiones habían presenciado la admirable transformación, que causara en la niña la Aparición. Una fuente misteriosa había brotado bajo las manos de la pastorcita, guiada por las indicaciones de la Señora; muchos enfermos de alma y cuerpo habían recobrado la salud; y a pesar de todos los librepensadores se obstinaban en negarlo todo sin someterse a las pruebas, a que los católicos les provocaban. Siempre han sido los mismos los impíos; ellos que tanto claman por los fueros de la razón, son los que menos los respetan en cuanto dejan de serles favorables. Mas en, lo que a la Aparición de la Santísima Virgen de Lourdes se refiere, aún cuando hubiesen querido perseverar en seguir su sistema sobredicho, de nada les hubiera servido, pues los sucesos se habían verificado de una manera tan prodigiosa, que sin remedio tuvieron que verse humillados y confundidos sin recurso de apelación.

Desde el fondo de una roca desierta, y anunciada por la voz de una niña, lo sobrenatural se había abierto camino, derribando todos los obstáculos, arrastrando a las muchedumbres y conquistando a su paso todos los corazones que de buena fe buscaban la verdad. El Sr. Obispo de Tarbes, después de la más escrupulosa depuración de los hechos confirmó la verdad de las apariciones por un decreto de 18 de Enero de 1862. Desde entonces el mundo entero católico, ansioso de corresponder a los deseos de la Santísima Virgen, ha acudido a su llamamiento y todos los años llegan a Lourdes muchos millares de peregrinos de las cinco partes del mundo. Nosotros en esta Novena hemos procurado también honrar a la que descendió de los cielos para nuestro bien. 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Inmaculada y Santísima Madre de Dios! Altísimas lecciones me habéis dado en esta Novena; saludables y amorosas invitaciones he recibido; no quiero ser ingrato ni obstinado. Decididamente me propongo servir a Dios con fidelidad, amarle con todo el afecto de mi alma, y honraros a Vos como a Madre mía queridísima. Imprimid estos efectos en mi corazón para que jamás los olvide; obtenedme la gracia de perseverar constantemente en estos Santos pensamientos hasta exhalar el último suspiro de mi vida, mereciendo, ahora y siempre vuestra protección, hasta que tenga la dicha de gozar en el cielo de las infinitas delicias, que Dios tiene preparadas para los que le aman. Y a fin de que estos mis propósitos os sean más aceptables, os saludo con las siguientes Avemarías y deprecaciones

Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc.

 

NOVENA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR
 

 

ORACIONES INICIALES

Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa Cruz, etcétera.

Acto de contrición


Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

Oración preparatoria para todos los días


¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón, implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús, como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia. ¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto, permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige mi corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para siempre. Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del león infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave necesidad. Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir de nadie, que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo, e implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta confianza, acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos, que me adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra eterna. Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi consuelo sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser colocado un día entre los Coros de los Angeles, donde alabaré para siempre a Dios mi Salvador, y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa Protectora. Así sea.
 

Leer y meditar a continuación la lectura del día que corresponda:

DÍA PRIMERO

Milagrosa venida de la Santísima Virgen en carne mortal a Zaragoza

Comenzar con las oración preparatoria para todos los días.

¡Oh Santísima Virgen María! ¡Vos en Zaragoza! Yo os saludo, Soberana Reina, en el día más feliz que vieron las naciones. ¡Grata memoria! Que pasando de generación en generación, mantiene por diecinueve siglos una devoción tierna, una piedad constante, y un agradecimiento. ¡Milagrosa venida! Que así transporta nuestros corazones en un santo júbilo, y excita en nosotros los más tiernos sentimientos de piedad y gratitud eterna. ¡Fineza admirable! ¡Predilección singular! ¡Exceso de amor! Cuando la Madre de Dios vivía aún en la famosa Ciudad de Jerusalén, oficiosamente ocupada en el cuidado de la naciente Iglesia, se dignó venir a Zaragoza a visitarnos en persona. Esta es la tradición más autorizada y respetable. En el año 40 de la Era cristiana, dominando el Imperio Romano, y predicando el Santo Evangelio en esta misma Ciudad, el Protomártir entre los Apóstoles nuestro Patrón Santiago, a tiempo que oraba con sus discípulos en las orillas del Ebro, a la media noche del dos de Enero, se le apareció la Santísima Virgen, Madre de Dios y Reina del Cielo, viviendo aún en carne mortal, llena de majestad, y acompañada de coros de Angeles, que cantaban diversas alabanzas. Los Ángeles, según su piadosa tradición, traían su Sagrada Imagen y una Columna de jaspe, que hoy con tanta devoción veneramos. ¡Oh beneficio incomparable! ¿De dónde a nosotros tanto favor ¿Por qué es Zaragoza la predilecta? Cosas grandes se han dicho de ti, Ciudad Augusta; pero ninguna eleva tanto tu grandeza, como la venida de la Santísima Virgen en carne mortal. ¡Oh Ciudad de María! Este favor no dispensado a nación alguna, forma tu verdadera gloria, y cubre tu suelo clásico de honor, de riqueza, de nobleza, y la memoria de este prodigio inmortalizada en los fastos de la Iglesia, hará eterna tu gloria, y la de la nación española.

Oración final. ¡Oh Reina ¡Oh Madre! ¡Oh Señora! ¡Cuánto os debo por este beneficio tan singular! ¡Y cuán poco es lo que yo he hecho hasta aquí en obsequio vuestro! Mi alma se deshace en llantos de ternura, y siente infinitamente no haberos correspondido. Pero sois Madre de bondad, yo me acojo a vuestra protección, suplicándoos humildemente, que sin atender a mis iniquidades, sino sólo a vuestra misericordia, seáis mi intercesora y abogada para con Dios, y así mi alma, horriblemente deforme por la culpa, recobrará su belleza; herida de muerte, sanará; muerta espiritualmente, volverá a la vida; y como dice el Apóstol, se hará como una nueva criatura en Jesucristo. Esta, gracia principalmente os pido, y la particular que deseo en esta novena, si me conviene para el mayor bien de mi alma. Los Angeles os alaben. Amén.

Terminar con los oraciones finales para todos los días.

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DÍA SEGUNDO

La Santísima Virgen manda al apóstol Santiago que le erija un templo a su nombre en el mismo lugar que le señala

Comenzar con las oración preparatoria para todos los días.

La Reina de los Cielos y Abogada nuestra, no sólo nos ha distinguido entre todas las naciones con su venida a Zaragoza, sino que para perpetuar la memoria de tan singular beneficio, mandó al Apóstol Santiago edificase un templo a nombre de tan gran Señora. El santo Apóstol, vuelve de su éxtasis y de su rapto por el resplandor de su presencia, oye las dulces palabras con que le habla de este modo: Santiago, este es el lugar que yo he elegido: aquí quiere el Omnipotente que dediques un templo, que llevando mi nombre, sea el suyo engrandecido. Este ha de ser mi templo y casa, mi propia herencia y posesión; en el se manifestará la virtud del Altísimo por mi intercesión y mis ruegos a favor de los que pidieren con verdadera fe y piadosa devoción. Aquí se obrarán prodigios, y portentos admirables, especialmente en aquellos que en sus necesidades invocaren mi favor. Mira también ese Pilar, él quedará aquí, y colocada sobre él mi propia Imagen. En testimonio de esta verdad y promesa, estará en este lugar con la fe, hasta el fin del mundo, y nunca faltará en esta Ciudad, quien venere el nombre de Jesucristo, mi Hijo. ¡Qué generosidad! ¡ Qué amor el que nos muestra la Santísima Virgen! La Reina del Cielo ha colocado su trono en Zaragoza Llegaos, hijos de la Iglesia, a este trono de misericordia, pedid con confianza favores y gracias, que esta tierna Madre está empeñada en vuestro bien. ¿Quién jamás la invocó en sus necesidades que no fuera luego socorrido ?

Oración final. Yo clamo, pues, a Vos, Madre amada; poderosa sois para librarme de la muerte eterna, como habéis librado a innumerables pecadores, alcanzándoles tiempo de penitencia inspirándoles arrepentimiento de sus culpas. Os ruego con toda la efusión de
mi corazón contrito y humillado, que os compadezcáis de este siervo infiel, que restituyáis a la amistad de Dios a este hijo ingrato, que arrepentido clama a Vos. Salvadme, Madre mía, no permitáis que perezca para siempre. Alcanzadme también la gracia particular que pido en esta Novena, si me conviene para el mayor bien de mi alma. Coros celestiales, ensalzad a María, como Reina suprema de los Cielos. Amén.

Terminar con los oraciones finales para todos los días.

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DÍA TERCERO

La Santísima Virgen nos dejó como un don precioso su sagrada imagen que es nuestro amparo y consuelo en toda tribulación

Comenzar con las oración preparatoria para todos los días.

Grande y digno de toda nuestra gratitud es el beneficio que nos dispensó la soberana Reina de los Angeles con su venida a Zaragoza, pero también es digno de todo nuestro aprecio, el monumento eterno, la memoria perenne de habernos dejado su sagrada Imagen como un don precioso del Cielo. ¡Oh! ¿Cómo hemos de olvidar beneficios tan singulares, si tenemos siempre a nuestra consideración un recuerdo perpetuo de las finezas de su maternal amor para con nosotros? Acudimos a los pies de tan gran Señora. ¿Pero con qué confianza? Acudimos a derramar toda la efusión de nuestro corazón, en todas nuestras angustias y tribulaciones. Y apenas llegamos a su soberana presencia, ¡oh qué consuelo experimenta luego nuestro afligido espíritu! ¡Oh, cómo se desahoga nuestro corazón en tiernos suspiros! ¡Oh qué ternura, qué dulce consuelo sentimos, cuándo nos postramos en su cámara Angelical! Nuestra alma se enajena de gozo al considerar que en este propiciatorio quedó nuestra benigna Ester, con la vara de oro del celestial Asuero en sus manos, para alcanzarnos favores y gracias. En esta casa de Angeles, a los pies del trono de la Reina celestial, es donde se han enjugado las lágrimas de tantos afligidos, donde se han templado los gemidos de tantos desconsolados, y donde se han acallado los clamores de tantos desesperados. Todo esto publica a cada paso la gratitud de los españoles más piadosos, y de cuantos verdaderos adoradores acuden a admirar de cerca esta gloriosa Jerusalén, quienes ven cumplido en este santo Templo, de María del Pilar, lo que pedía Salomón al Señor en la dedicación de su santo Templo, cuando decía: "si el extraño y el que no es de tu pueblo, viniere de lejos atraído de la fama de tu grande nombre, y te adorare en este lugar, tú le oirás desde tu firmísima habitación, y cumplirás todas las cosas, por las que el peregrino te invocare, para que todos reconozcan y respeten su sagrado nombre, como lo hace tu querido pueblo."

Oración final. ¡Oh Madre amorosa! Yo, aunque hijo ingrato, pero defensor de vuestras glorias, publicaré a voz en grito, por todo el universo, que cuantos os han invocado en sus necesidades y peligros, han experimentado los auxilios y consuelos que generosamente derramáis sobre los que os imploran con fervor. ¡Pero cuánto mas nosotros que somos vuestros favorecidos, y que tantas pruebas tenemos de vuestra bondad y compasión! Cuantas veces hemos exclamado ¡oh ,Madre de Dios del Pilar, sed nuestro amparo y consuelo en nuestra tribulación!, otras tantas nos habéis consolado. Continuad, Madre compasiva, en favorecernos, y principalmente calmad nuestros temores en la hora de nuestra muerte. ¡Oh cómo nos angustia la memoria de aquel momento terrible! Consoladora de los afligidos, asistidnos en aquella hora de turbación, y disipad todos nuestros temores. Proteged a vuestros hijos y devotos. Recibidnos en vuestros brazos, y muramos en ellos, para resucitar felizmente a la vida eterna. Concededme también la gracia particular que os pido en esta Novena, si me conviene para el mayor bien de mi alma. Criaturas todas de la tierra, saludad a María como gran Señora del universo. Amén.

Terminar con los oraciones finales para todos los días.

 

DÍA CUARTO

La Santísima Virgen nos dejó el pilar santo o columna angélica, símbolo de la fortaleza y estabilidad de la fe católica en Zaragoza hasta el fin del mundo

Comenzar con las oración preparatoria para todos los días.

Zaragoza posee una rica alhaja, un precioso tesoro, una sagrada Columna, que la ennoblece, la protege, la honra y la ilustra. ¿De quién ha recibido este regalo tan magnifico, este don tan apreciable, sino de María? Esta es toda tu felicidad, Católica España, nación magnánima. La Reina celestial fijó en Zaragoza esta misteriosa Columna, significando a los siglos futuros, que perpetuaba gloriosamente entre nosotros el precioso depósito de la fe que nos había confiado. El orbe católico admira la firmeza de esta Columna, que se ha conservado inmoble, en el mismo lugar que señaló la Santísima Virgen, sin que las conquistas de los romanos, el odio de los herejes, el furor de los árabes, haya turbado su permanencia. Todo certifica la grandeza de su fundamento, y la fuerza poderosa de nuestra Princesa. La India, el Asia, el Africa, sacudieron el yugo de Jesucristo. El universo entero se admiró de verse arriano, en expresión de San Jerónimo. Pero la ciudad de María, fundada sobre la firme Columna, no ha perdido como Jerusalén, su primitivo esplendor. La antorcha de la fe, que la Santísima Virgen encendió en su venida, no se ha extinguido. Innumerables Mártires que forman la gloria de la religión, y el honor de Zaragoza, fueron sacrificados en su defensa.

Oración final. ¡Oh Madre de Dios del Pilar! Haced que veneremos esta Columna de nuestra gloria, anuncio de tantas felicidades. Sea nuestra fe semejante a su firmeza y peleemos con valor contra los enemigos de nuestra alma, que confiando en el auxilio que nos significa esta misteriosa Columna, venceremos. Cúmplase así, Madre de los españoles, haced que perseveremos constantes en la fe, y si fuere necesario, muramos en su defensa, imitando el glorioso ejemplo que nos dejaron nuestros mayores, y así conseguiremos la palma y la corona que está prometida a los vencedores, y cantaremos el triunfo uniéndonos para siempre con el coro de los mártires. Concededme, Madre piadosa, la gracia particular que os pido en esta Novena, si conviene para mi salvación. Los Angeles os alaben. Amén.

Terminar con los oraciones finales para todos los días.

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DÍA QUINTO

Glorias y excelencias del santo templo del Pilar de Zaragoza, el primero del mundo dedicado a la Santísima Virgen.

Comenzar con las oración preparatoria para todos los días.

¡La misma Reina de los Cielos y abogada nuestra es la Fundadora de este Templo augusto! Si nuestros mayores vieron en los primeros siglos de la salud cristiana, esa Arca de la nueva Alianza, colocada en la humilde Silo, y bajo un pobre techo edificado por el Protomártir entre los Apóstoles, nuestro Patrón Santiago, y sus santos discípulos, nosotros la adoramos ya elevada a la majestad y magnificencia de este admirable y suntuoso Templo. ¡Oh Trono! ¡Oh monumento de la Reina Celestial! Este es el primer templo del mundo dedicado en honor de la Santísima Virgen. Su célebre invocación del Pilar, ha sido llevada a todas las naciones del Universo, con gloria de su nombre. ¡Oh Ciudad augusta! Tú verás aumentarse la devoción de los fieles, y el orbe católico será un emulo de las glorias de este Templo. Porque no es un edificio, en que haya sólo que admirar la magnificencia, como en el Templo de Salomón la maravilla de su fábrica, no; su grandeza es tanto más excelsa, cuanto que no toma su origen de las obras de los hombres.

Oración final. ¡Oh Reina Celestial! Si me sorprende la riqueza y primor de vuestro magnífico Tabernáculo, más bien admiro los tesoros celestiales que en este Propiciatorio dispensáis a vuestros devotos. ¡Oh templo Angélico! Gentes d todas las naciones vienen de lejos atraídas de la fama y honor de tu nombre, y se postran a los pies del trono de la Madre de Dios del Pilar los pueblos más distantes de la tierra. Los reyes católicos dejan su trono y vienen a Zaragoza a adorar tu santa Imagen, ofrecen sus fervientes votos y consiguen dones y gracias singulares, y transportados de gozo exclaman, que son mayores los tesoros celestiales que en su santo Templo dispensa la Santísima Virgen, que la fama misma de su nombre. ¡Oh Madre tierna! Mostrad que sois nuestra Madre; haced que se oiga vuestra voz en favor mío, y bastará para que yo sea dichoso; ponedme a la sombra de vuestra protección, y estaré seguro. Alcanzadme de vuestro divino Hijo la gracia de no pecar más mortalmente, sí de servir con fidelidad y amor a mi Dios y Señor, para que después de haberos visitado con devoción en vuestro santo Templo, sea el fruto de mi corazón gozar de vuestra compañía en el Templo de la gloria. Concededme también la gracia que deseo en esta Novena, si conviene al bien de mi alma. Coros celestiales, ensalzad a María, corno Reina suprema de los Cielos. Amén.

Terminar con los oraciones finales para todos los días.

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DÍA SEXTO

Respeto y veneración que se debe al santo templo del Pilar de Zaragoza

Comenzar con las oración preparatoria para todos los días.

Por respeto a la Majestad del Señor que habitaba el templo de Jerusalén, no entraban los Judíos sin purificarse antes. Los Levitas, aunque consagrados al culto del Señor, no pasaban del atrio destinado para los sacrificios. A los Sacerdotes les permitía entrar en el Santuario a ofrecer el incienso sobre el altar de oro, pero rara vez tenían este honor. Sólo el sumo Sacerdote entraba en el Santo de los Santos una sola vez en el año. Estas precauciones asombrosas se dirigían todas a dar una alta idea de la divinidad, y a inspirar el respeto que se le debía en el Templo. Pero estas precauciones son más para nosotros, que por una gracia inefable, poseemos en nuestros templos la realidad que se simbolizaba en aquellas nobles figuras. Por ellas nos enseña el Señor que al acercarnos al Santuario, debemos sentirnos penetrados de un religioso temblor, humillarnos y confundirnos, considerando la infinita Majestad de nuestro Dios y la vileza de nuestro ser. Mas si este religioso pensamiento, debe excitar mi fe, mi respeto y veneración a todos los templos; este Propiciatorio y Cámara Angelical erigida en Zaragoza por mandato de la Santísima Virgen, tienen otra excelencia, otra dignidad y privilegio grande, que debe excitar en mí sentimientos y demostraciones de un santo temor, de una humildad profunda, de un sumo respeto y veneración, porque éste es el lugar que la Reina de los Cielos eligió para su culto, aquí fijó sus virginales plantas, aquí permanecen sus ojos y su corazón hasta el fin de los siglos. Adoremos esta tierra santa, santificada con la presencia de Dios y de la Santísima Virgen, y exclamemos con el Patriarca Jacob: ¡Oh cuán terrible es este lugar, verdaderamente ésta es la casa de Dios, y la puerta del Cielo! Así se excitaban nuestros mayores. ¡Con qué respeto, con qué modestia, con qué devoción asistían a este Santo Templo! Pero, ¿como ha desaparecido la fe y la piedad de nuestros Padres? ¡Ah, en los días más grandes y misteriosos, se advierten mayores excesos de lujo, de vanidad, y de presunción!

Oración final. ¡Oh gran Señora! Temo el castigo debido a mis profanaciones, porque considero que mi Señor y Vos sois celosísimo del honor de vuestra santa Casa, y que las irreverencias que se cometen en ella las llama el Señor abominaciones pésimas. Libradme, Madre amorosa, no permitáis que el Señor descargue sobre mí los anatemas con que amenaza a los profanadores de su santo Templo. Yo me aplicaré todo a reformar mi conducta en una materia de tanta importancia. Asistiré con todo el respeto que pide la presencia del Señor. No olvidaré jamás que el Templo santo está destinado únicamente a la oración y a la celebración de los más augustos y terribles misterios, y así entraré en él con el mayor recato, con una suma modestia y religioso respeto, y o adoraré en espíritu y en verdad. Sea así, Madre tierna y haced por vuestra poderosa intercesión, que tenga el debido cumplimiento cuanto os ofrezco. Concededme también la gracia particular que deseo, si conviene para mi salvación. Criaturas todas de la tierra, saludad a María como gran Señora del Universo. Amén.

Terminar con los oraciones finales para todos los días.

DÍA SÉPTIMO

El santo templo del Pilar de Zaragoza y el templo vivo de nuestra alma

Comenzar con las oración preparatoria para todos los días.

¡Qué ideas tan sublimes me hacen concebir la grandeza, la hermosura, el primor y ornato de tan santo Templo, magnífico Tabernáculo de la Madre de Dios! ¡La santidad de este sitio y de su peculiar elección; los himnos y cánticos de alabanza que se le tributan; la concurrencia y devoción de los fieles! Aquí se invoca su santo nombre: aquí resuenan sus altos privilegios: aquí se ostenta su bondad y su clemencia. ¿Qué diré del aparato, la magnificencia y solemnidad con que se celebran los augustos misterios de nuestra Religión? ¡Oh templo angélico! Tú arrebatas mi pensamiento, y me representas otro templo más suntuoso, el templo vivo de mi alma, su grandeza, su excelencia, su inmortalidad, y la santidad con que debo conservarla. Sí. Yo soy el templo que Dios eligió para su habitación. Así lo dice el Apóstol. El supremo Artífice levantó ese templo vivo para su morada, y lo consagró para sí Jesucristo por el Bautismo. Pero ¡oh gran Dios! ¡Cuánto más augusto, más noble y perfecto que este material tabernáculo que miramos! Las expensas y precio de su fábrica, fueron los de su propia sangre. El ara es mi corazón en que Vos queréis ser honrado. El fuego que ha de consumir las víctimas de mis afectos desarreglados es la caridad, y la misma la que ha de exhalar hasta el Cíelo el incienso y los perfumes de fervorosos suspiros. La lámpara que ilumina es la fe, que brilla entre una sagrada obscuridad, que le hace más venerable. Las columnas que le sostienen, la esperanza; sus joyas, los dones infusos del divino Espíritu; y todos sus ornamentos y vestiduras, la rica estola de la gracia santificante. El Sacerdote elegido por Dios para los sacrificios, y para alimentar de continuo el fuego sagrado del Altar es cada uno de los fieles. ¡Qué dignidad la nuestra, cristianos! ¡Qué hermosura la de un alma, que es templo animado de Dios, y sobre la cual bajó el Espíritu Santo para hacer en ella perpetua mansión!

Oración final. ¡Oh Madre del supremo Criador! Vuestro Dios e Hijo al contemplar la hermosura de una alma que él posee para la Gracia, se manifiesta enamorado y como asombrado de su belleza. Pero ¡ah! ¿dónde está la primera excelencia y dignidad de un alma? ¿Dónde el primor de este Templo vivo consagrado a Dios en el Bautismo? ¿Qué se ha hecho del brillo del oro de las virtudes? ¡Ay de mí! El ha quedado profanado por la culpa, el humo del pecado le dejó enteramente obscurecido. Ya no se ve allí señal alguna de la bella imagen de Dios y esta hija de Sión, de cuya hermosura el Señor se complacía tanto, es ya fea y abominable a sus divinos ojos. ¡Oh cuán digna es de lástima mi pobrecita alma! Haced, Señora, que vuelva a su Dios, y recobre su dignidad y hermosura con el llanto y la penitencia. Ayudadme y socorredme, Madre amorosa, en tanta necesidad; y haced que cuantas veces o visite en este Templo material, pida cuenta a mi alma del adelantamiento espiritual que debo hacer en el camino de la virtud y perfección cristiana. Renovad mi espíritu, purificad mis afectos, santificad el templo interior de mi alma, y así mereceré cantar vuestras alabanzas en el templo de la Gloria. Concededme la gracia que os pido en esta Novena, si conviene al bien de mi alma. Los ángeles os alaben. Amén.

Terminar con los oraciones finales para todos los días.

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DÍA OCTAVO

Devoción, celo y cultos fervorosos de nuestros mayores a la Madre de Dios del Pilar, en su santo templo

Comenzar con las oración preparatoria para todos los días.

¡Oh Reina de los Cielos! Apenas brillasteis como estrella mística sobre Zaragoza, esparcisteis vuestros resplandores sobre toda la nación española; y cuando Vos, aurora divina, iluminasteis este mismo sitio, se anunció el Evangelio, se levantó el estandarte de la Cruz, y el culto supersticioso fe despreciado: así se transformó en un lugar de Religión y de piedad el que antes lo había sido de abominación. Nuestros mayores, sumamente agradecidos, excitaron su celo ardiente, su piedad extremada, y los cultos más fervorosos hacia Vos, como a su celestial Protectora. Su ardiente celo no se limitó a frecuentar a todas horas el templo Angélico, sino que extendieron sus solícitos esmeros en contribuir a la magnificencia, primor y ornato de esta casa de ángeles, hasta hacerla una de las maravillas del mundo, y digna habitación de la Madre de Dios, que la había honrado con su presencia. Y no sólo en los felices días de la tranquilidad y de la paz, sino también en las más sangrientas persecuciones y en las más urgentes angustias, conservaron siempre puro y jamás profanado, este sagrado asilo de su refugio, no dudando sacrificar lo más precioso en su conservación y su defensa. ¡Oh devoción, celo y cultos fervorosos de nuestros mayores! Otras naciones han estado, si no enemigas, al menos entibiadas en la veneración y obsequio de la Santísima Virgen, pero la católica España se ha visto cada vez más solícita y Zaragoza más fina en el honor de Su amada Protectora. Nunca, jamás, se ha podido entibiar en los zaragozanos este celo por el objeto de su devoción, cada vez más constantes han dado bien claros testimonios de que nadie podía separarlos de la Columna Angélica en que fueron exaltados.

Oración final. ¡Oh Madre poderosa! ¡Cómo os habéis manifestado defensora del honor de este delicioso tálamo que os preparó el Salomón divino! Vos hicisteis, que a toda costa se conservase respetada esta Arca del testamento entre tantos Filisteos enemigos. Haced que agradezcamos este celo, esta bondad, estos triunfos del poder ejercido desde ese Pilar santo, y repitamos a Vos, nuestra amada Protectora, aquellas consoladoras palabras: Tú eres la gloria de esta Jerusalén, la alegría de este Israel, la honra inestimable de este pueblo tuyo, y así os empeñaremos a que Vos pronunciéis a nuestro favor aquellos dulces acentos; vosotros sois mis amados, mi gozo y corona. Esta será nuestra completa felicidad en esta tierra de miserias, y nos inspirará la segura confianza de entonar eternamente vuestros cánticos en el reino de la Gloria. Sea así, Madre piadosa, y concededme la gracia que os pido, si me
conviene. Coros celestiales, ensalzad a María como Reina suprema de los Cielos. Amén.

Terminar con los oraciones finales para todos los días.

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DÍA NOVENO

Gratitud de los españoles a su excelsa protectora por los infinitos beneficios que desde su venida ha dispensado a nuestra España

Comenzar con las oración preparatoria para todos los días.

¡Soberana Reina de los ángeles! no ceso de admirar los singulares beneficios que en todo tiempo habéis dispensado a esta gloriosa Jerusalén, y mi alma se enajena de gozo al considerar que Vos habéis sido siempre el objeto más tierno de la gratitud española. ¡Oh gran Señora! Los españoles han estado siempre reconocidos a vuestros beneficios, y ha multiplicado obsequios los más fervorosos, en que os habéis complacido. La venerable antigüedad nos asegura, que en Zaragoza jamás han faltado verdaderos adoradores que, postrados ante la celestial Columna, os han ofrecido sus homenajes. La concurrencia al templo Angélico, las continuas adoraciones, las cesiones magnificas, las ricas joyas, los votos y ofrendas, todo confirma la gratitud más fina. ¡Qué solemnes festividades! ¡Cuántas oraciones en vuestro obsequio! ¡Con qué júbilo entonaban nuestros mayores vuestras alabanzas! ¡Con qué devoción oraban privadamente por todos los ángulos de vuestro magnífico Propiciatorio! ¡Cómo derramaban lágrimas de ternura en el afecto de su devoción! ¿Qué no hicieron en vuestro obsequio aquellos buenos hijos, los Fernandos, los Felipes, los Alfonsos, los Carlos, y cuánto se han empeñado todos los españoles en alabaros y ensalzaros como excelsa Protectora de nuestra España? ¡Pero ah!, ¿cómo se ha apagado entre nosotros aquel fuego que se comunicó a nuestros Monarcas y a tantos que veneraron agradecidos a la Reina del Cielo, en la cámara angelical de Zaragoza? ¡Prelados santos, héroes justos de la antigüedad, que llorabais en este sitio en el exceso de vuestra ternura! ¿Por qué no dejasteis a vuestros hijos, como otro Elías a su discípulo, el espíritu de vuestra devoción?

Oración final. ¡Oh excelsa Protectora! ¿Es esta la ciudad que produjo una serie innumerable de mártires? ¿Es esta la patria de los Valeros, de los Vicentes, de los Braulios? Dónde está el esplendor que le adquirieron los Torcuatos, Segundos, Indalecios y de más discípulos de nuestro Apóstol Santiago? Vos les comunicasteis el espíritu de su fervor, Vos les dispensasteis dones y gracias celestiales, Vos les colmasteis de prosperidades y bendiciones. ¡Oh Madre compasiva! ¿No habréis reservado siquiera una sola bendición para nosotros? ¿Acaso nos habréis olvidado? ¿Pero cómo puede una madre olvidar a sus hijos? Ya sé que Vos os desdeñaréis de recibir unos corazones esclavos de la vanidad, tributarios del vicio, y las alabanzas proferidas por unas lenguas que a cada paso blasfeman vuestro santo nombre. Pera volved los ojos sobre vuestro reino, mirad a vuestra amada ciudad. Mostrad que sois nuestra Madre. Aquí tenéis vuestros hijos postrados ante Vos, derramando lágrimas de contrición, y asidos con lazo el más fuerte de amor a vuestra sagrada Columna; no os dejaremos, ni nos separaremos de vuestra presencia, hasta que nos deis vuestra bendición. ¡Oh Madre de Dios del Pilar! Esta esperanza nos anima, esta protección nos alienta. Yo, Señora, el más indigno siervo, me consagro todo a Vos desde esta hora, para que dispongáis de mí a vuestro arbitrio. Admitid este cordial obsequio, y contadme en el dichoso número de vuestros esclavos, sellando mi frente con la preciosa marca de vuestro dulcísimo nombre, para que el cielo y la tierra vean que lo soy. Confieso, mi adorada Reina, que me hace indigna de esta gracia, el notable descuido que he tenido en obsequiaros, y en imitar vuestras virtudes. Pero sois Madre tierna y compasiva, y sabéis perdonar semejantes agravios. ¡Oh Reina celestial!

He concluido la súplica que os he hecho en este devoto Novenario. Espero con confianza, que me habréis concedido cuanto he pedido, siendo todo a mayor honra y gloria de Dios, obsequio vuestro, y bien de mi alma. Conformo mi voluntad con la vuestra, y no quiero, sino lo que Vos queráis. ¡ Oh Madre amada! Me despido de Vos con lágrimas de ternura, alcanzadme el perdón de mis culpas, dadme vuestra bendición, cubridme con vuestro manto. No despreciéis mis súplicas, pues ya os entono himnos de gloria en testimonio de mi gratitud. Acordaos del Jefe supremo y pastor universal de la Iglesia, y de nuestro Prelado diocesano. Bendecid a los reyes católicos y príncipes de nuestro reino. Derramad vuestros dones sobre nuestra España eminentemente católica. Mirad desde el Cielo, visitad y haced florecer esta viña, que plantó vuestra diestra sagrada. Mostraos Madre de los españoles, guardad vuestros hijos en este valle de lágrimas, y conducidlos al reino eterno de la Gloria. Criaturas todas de la tierra, saludad a María, como gran Señora del Universo. Amén.

Terminar con los oraciones finales para todos los días.

 
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